miércoles, 4 de julio de 2007

Perdido en Ciudad Prohibida

El dia estaba gris, opaco, feo. Pero hacia un calor de los mil demonios, de esos calores que se te pegan a la cara, al cuerpo, al alma. Solo es salir de la sombra del hostal y sentir ese golpe calido y humedo en la cara... Pero bueno, era hora de ir a la Ciudad Prohibida, que para eso estaba aca. La idea era irme caminando, pero la verdad es que me dio muchisima pereza teniendo en cuenta el clima.

Tome el metro que por cierto es viejito y poco sistematizado: el tiquete es de papel y lo revisan a la entrada y te lo rompen. Nada de automatizacion. Las filas para comprar el tiquete son absurdas (sobretodo en la estacion donde estaba, la Estacion de Trenes de Beijing). Y la fila para entrar al tren... peor! Y a hora del almuerzo...

Finalmente llegue a la estacion de Tiananmen, la plaza que queda frente de ciudad prohibida. Compre el tiquete, y no puede uno dejarse de maravillar al cruzar las puertas y murallas que estaban vedadas al publico, hace tan solo unos cien anos. Murallas enormes, gruesisimas, separaban al pueblo de las miticas y hasta fantasmagoricas vidas de los Emperadores y sus cortesanos.

La extravagancia y opulencia, mezclada con un muy buen gusto se mezclan en cada edificio, en cada puente, en cada ornamentacion. Esos pasillos, esos caminos imperiales, esas torres y almenas, que tantos emperadores han visto nacer y morir. Tantas vidas, tanta historia, y sin embargo siguen ahi, el mundo sigue ahi, aun con tantos cuentos y sucesos de importancia estatal que sucedieron en ese campo.

Y es que sin importar toda la suntuosidad y excentricidad con la que hayan disenado la ciudad prohibida, sus palacios internos, sus templos y sus lugares de recogimiento, la verdad es que no hay mucha gente que se acuerde de sus constructores, de tanto esfuerzo y sacrificio, tantas ilusiones con la que la hicieron. Hoy en dia, el tema es tomarse una buena foto, y listo. Para ellos, supongo, seria un sacrilegio... tantos subditos, tanta mistica, tantas mujeres hermosas en su harem, tanto oro en sus habitaciones, para que unos siglos despues, todo eso fuera violado por miles de zapatos que diariamente pisan hasta los mas sagrados templos.

Pero bueno, todo cae, todo cambia, todo no es mas que una simple brizna en el aire. Todos, sean reyes, pajes, guerreros, eunucos, concubinas, campesinos, dictadores o viajeros, somos una pajita en el medio de una tormenta, que tarde o temprano se calmara.

Luego de todo un dia de recorrer a mi antojo la famosisima ciudad prohibida, hacerle el quite a los estafadorcillos y vendedores, enfile baterias al centro, a una calle cualquiera. Tenia hambre, y era hora de echar la suerte y esperar que el plato que me traigan sea bien, bien rico.

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