Ya hace un poquitico más de un mes que me regresé al que sería de momento mi hogar. Suzhou. En la provincia de Jiangsu, a un poco más de media hora en tren rápido de Shanghai. Hace un poquitico más de un mes que mi amada y vieja mochila quedó vacía, vacía de ropa gastada, de mapas rayados y de botellas de agua.
De momento, y en contra del deseo de viajar y viajar de esa mochila, me establecí en ésta ciudad porque de tanto viajar en China, decidí quedarme un poquito más a estudiar Chino... La verdad, China me gustó bastante, y al igual que Japón, me gustaría quedarme a aprender el idioma.
Por Suzhou pasé hace un par de meses, en el pico del verano históricamente más fuerte de la región... los recuerdos de Suzhou de esa epoca están entre jardines impresionantes, una ciudad que contrasta la arquitectura tradicional china con el empuje y velocidad de la China moderna, recuerdos tambien de días de incontable calor y sofoco, noches de conocer gente nueva y huir siempre del calor...
Suzhou me gustó justamente por su ubicación estratégica cerca a Shanghai y en el centro de la China del este. Los jardines y las calles tradicionales, con sus linternas y faroles rojos redondos me enamoraron. Y el contraste entre ciudad nueva/ciudad vieja se me hizo bastante interesante... No es tan contaminada como tantas ciudades como Beijing y sus alrededores, el invierno no es tan frío y es mucho más pequeña y manejable... digo "pequeña", porque aunque la ciudad es de tamaño reducido para los estándares chinos, sus cinco millones de habitantes la hacen de un tamaño respetable.
El mes pasado fue mes de locos... de ubicación, de trámites de visas y matriculas en la universidad, de buscar apartamento, de comprar las cosas necesarias, para la habitación, para la cocina, para el baño... todas esas cosas que como mochilero son lujos, ahora se convierten en necesidades... ironía ante todo.
Llevo un mes de arreglarme el cabello con peinilla, de lavar la ropa en lavadora (y no a mano, como siempre), de no tener que empacar tus cosas cada noche, de no tener que compartir habitación con cinco personas más y hacer competencia de ronquidos. De tener tu propia cama, y aire acondicionado en la habitación. De poder cocinar lo que vos querés. Es un mes de adaptarse nuevamente de volver a la vida tradicional, y de también volver a la vida de estudiante que hace tiempos había dejado atrás...
Volver a comprar cuadernos, libros y CDs de estudio. De levantarse tempranísimo a terminar una tarea que se me olvidó hacer en el día anterior. De hacer planas y planas, y repetir mil veces los trazos de los caracteres chinos que son tan abstractos en principio, y tan difíciles de recordar.
Es un mes de un cambio repentino, de aprender el idioma, las costumbres y la convivencia. De retomar los hábitos de madrugar a la hora que se debe madrugar, y no a la hora que uno se quiere levantar. Pero sería un mentiroso si dijera que no me gusta, que el idioma es aburrido y mi nueva vida me hace bostezar. Aunque hay algunos detalles que no esperaba, la vida en China me gusta bastante, todos los días aprendés mil cosas, todos los días los ojos que no se acostumbran aún a lo que ven, no se cansan de asombrarse.
Y la cabeza, a mil por hora, te llena de pensamientos, recuerdos... algunos felices y algunos no tanto... Pero es un tiempo para aprender y crecer y tratar de ser un poquito más feliz. Porque después de todo, para qué más estamos acá en esta nave llamada Tierra?
viernes, 28 de septiembre de 2007
lunes, 24 de septiembre de 2007
Chau, Marceau
"No art is superior to another one, but every art looks for expertise and perfection. This is life, which continues; this is why there is no death. There is continuation. There is no silence. There is a continuation of thought". - Marcel Marceau
Hay unas cuantas personas, que así no las conozcas personalmente, dejan una pequeña marquita en vos, en tu alma, en tu historia personal. Hoy, por las noticias me enteré que el hombre de 84 años, que tiene por nombre Marcel Marceau, ha muerto. Por un lado, me puse un poquito triste sentado en la cama, tomandome un café y mirando la lluvia caer ahí afuera. Pero por otro, me puse un poquito feliz porque lo recordé en sus actos, generando vida en sus manos, en sus brazos, en su rostro y en su cuerpo.
Alguna vez, estando muy muy niño, lo ví en un programa de tele, en la época en que las antenas parabólicas eran legales, y nos llegaba HBO, Cinemax, Showtime y las decenas de canales peruanos tipo Global, Frecuencia, Panamericana... Justo en uno de esos canales, tarde, luego de los programas periodísticos de medianoche, apareció un segmento de un hombre entrado en años, con la cara pintada y un sombrero particular, que sin hablar sacaba personajes de su sombrero, de sus manos, de sus ojos. Me acuerdo que lo miraba y miraba, y por un momento dejé de lado los años que tenía el y lo ví como otro niño, como yo. Y asi pasito, sin hacer mucho ruido, empecé a imitar los movimientos, los gestos, las caras y personajes que hacía.
Solo hasta años después, supe que ese hombre se llamaba Marcel Marceau, y que era el mimo más grande, más imponente de los últimos tiempos. En la biblioteca pública, solo había un fragmentito de un video suyo, en Betamax. Me acuerdo que lo veía, y reía, y luego cambiaba a las peliculas de Chaplin, stop, Marceau, stop, Chaplin, stop, Keaton, stop, Limelight y ahi se me aguaban los ojos y tenía que apagar el tele.
Tiempo después, por azares del destino se presentó en Medellín, pero por azares del destino no lo pude ver. Pero Bip el clown, su clown, seguía por ahí dando tumbos, entregando flores, creando creaturas, apareciendo y desapareciendo.
Y ayer, con mi café de la mañana, el cuerpo de Marceau se despidió del mundo. Pero su historia, su imágen, sus personajes... bah, lo que ya sigue es cliché.
Gracias Marcel, y buen viaje.
viernes, 14 de septiembre de 2007
Perdido entre cultivos de arroz
Al principio del día, lo mismo de ayer... pelear con las cobijas para salir más temprano y aprovechar más el día y lo que me deparaba... Salir corriendo a donde la señora buena gente que me dejaba la bicicleta todoterreno a buen precio, y por ahi derecho, detenerme unos minutitos en el puesto callejero de dumplings, esos pedacitos de pasta rellenos de carne y vegetales que tanto me gustan. Jiaozi, creo que se llaman en chino.
Y bueno, con la bici todo terreno de ayer, y con una bolsa plastica amarrada, aguantando ella dos litros de agua, un paquete grande de mani y algunas frutas sali muy contento en busca de la aventura del día!!! La idea era pedalear, pedalear y pedalear, al lado del río, sin horario, solo conocer y estar ahi...
Tenía también un mapita, pequeño, inconcluso, inservible... Pero el río estaba ahi, al lado izquierdo, y esperaba que no se moviera mucho en el recorrido. Pero los caminos empolvados y pequeños, se alejaban de cuando en cuando del río y se ramificaban, y ramificaban una y otra vez... algunas veces se convertían en calles traseras de algún caserío olvidado, y otras veces daban de frente con el río. De cuando en cuando, pasaba un tractor modificado, cargado de balsas de bambú... El tema con las balsas de bambú, es que son el sustento económico de muchísimos de los aldeanos de por acá... vas un poco en contra de la corriente, subiendo por los caminos que corren paralelos al río... y debajo de cualquier puente, están infinidad de barqueros que te montan a las viejas y artesanales balsas de bambú, para que solo la corriente te vuelva a bajar... sin prisas, sin ruido, sin estrés... solo vos, el río, el barquero... y los cientos de otros turistas que piensan que la barquita es buena idea.
Pero el día apenas pasaba, y alejandome más y más de la ciudad, cada vez se veia menos gente... más campesinos trabajando sobre los campos de arroz, más niños que te saludan riendo con los "hello" ubicuos en china. Seguís, te parás, te sentás sobre un puente y te mojás los pies. Te quitás la camiseta y te sumergís en el agua junto a los niños que juegan y juegan, y ven pasar rápido el tiempo... Te volvés a sentar en los puentes, a secarte, y a ver la gente pasar debajo. Cerrás los ojos, y todo es cuestión de respirar, de dejar que el sol te entre por el pelo, por los ojos, por los poros, por las piernas. Seguir pedaleando hacia más de aldeas pequeñas, ver los aldeanos ya acostumbrados a los viajeros perdidos, que con mapa o sin mapa terminan siempre en cualquier callecita llena de polvo... Ver los montecitos de arroz secandose, tan amarillo, tan marrón, tan verde. Tantos tipos de verde, tantos que aunque sos daltónico, los podés distinguir...
Eventualmente me sacó del ensueño una charla con unas chicas inglesas, y como resultaron buena onda seguimos juntos el camino, con la idea de llegar al puente del dragon, uno de los más viejos de la región. Pasamos más y más aldeas hasta llegar a la poblacion de Baisha. Eventualmente, luego de mas tiempo perdido se llegó al famoso puente... El puente, bonito, en remodelacion, lleno de sacos de arena y gente vendiendote paseos en barca.
De vuelta, encontramos a un barquero solitario mirando el río, que parecía más perdido que nosotros... ya era tarde, y el hombre ya bajaba en su barca a su casa... así que negociando precios con el timpo, finalmente rentamos dos barcas para los tres y las dos bicis por algo asi como 150 yuan (menos de la mitad de lo que te cobran en el pueblo). Y bajamos, y bajamos, y bajamos, y nos tomamos una, dos cervezas, nos reimos con los barqueros y sus historias gestuales, hasta que la noche empezo a asomarse y le dijimos que nos dejara en la orilla, y que nos explicara como carajos hacíamos para llegar a la carretera principal, a algo que nos llevara a Yangshuo nuevamente.
Y entre despedidas, afanes e historias de los paises un dia fue muriendo, y el otro fue naciendo lleno de fuerza y esperanzas de una jornada mejor.
Y bueno, con la bici todo terreno de ayer, y con una bolsa plastica amarrada, aguantando ella dos litros de agua, un paquete grande de mani y algunas frutas sali muy contento en busca de la aventura del día!!! La idea era pedalear, pedalear y pedalear, al lado del río, sin horario, solo conocer y estar ahi...
Tenía también un mapita, pequeño, inconcluso, inservible... Pero el río estaba ahi, al lado izquierdo, y esperaba que no se moviera mucho en el recorrido. Pero los caminos empolvados y pequeños, se alejaban de cuando en cuando del río y se ramificaban, y ramificaban una y otra vez... algunas veces se convertían en calles traseras de algún caserío olvidado, y otras veces daban de frente con el río. De cuando en cuando, pasaba un tractor modificado, cargado de balsas de bambú... El tema con las balsas de bambú, es que son el sustento económico de muchísimos de los aldeanos de por acá... vas un poco en contra de la corriente, subiendo por los caminos que corren paralelos al río... y debajo de cualquier puente, están infinidad de barqueros que te montan a las viejas y artesanales balsas de bambú, para que solo la corriente te vuelva a bajar... sin prisas, sin ruido, sin estrés... solo vos, el río, el barquero... y los cientos de otros turistas que piensan que la barquita es buena idea.
Pero el día apenas pasaba, y alejandome más y más de la ciudad, cada vez se veia menos gente... más campesinos trabajando sobre los campos de arroz, más niños que te saludan riendo con los "hello" ubicuos en china. Seguís, te parás, te sentás sobre un puente y te mojás los pies. Te quitás la camiseta y te sumergís en el agua junto a los niños que juegan y juegan, y ven pasar rápido el tiempo... Te volvés a sentar en los puentes, a secarte, y a ver la gente pasar debajo. Cerrás los ojos, y todo es cuestión de respirar, de dejar que el sol te entre por el pelo, por los ojos, por los poros, por las piernas. Seguir pedaleando hacia más de aldeas pequeñas, ver los aldeanos ya acostumbrados a los viajeros perdidos, que con mapa o sin mapa terminan siempre en cualquier callecita llena de polvo... Ver los montecitos de arroz secandose, tan amarillo, tan marrón, tan verde. Tantos tipos de verde, tantos que aunque sos daltónico, los podés distinguir...
Eventualmente me sacó del ensueño una charla con unas chicas inglesas, y como resultaron buena onda seguimos juntos el camino, con la idea de llegar al puente del dragon, uno de los más viejos de la región. Pasamos más y más aldeas hasta llegar a la poblacion de Baisha. Eventualmente, luego de mas tiempo perdido se llegó al famoso puente... El puente, bonito, en remodelacion, lleno de sacos de arena y gente vendiendote paseos en barca.
De vuelta, encontramos a un barquero solitario mirando el río, que parecía más perdido que nosotros... ya era tarde, y el hombre ya bajaba en su barca a su casa... así que negociando precios con el timpo, finalmente rentamos dos barcas para los tres y las dos bicis por algo asi como 150 yuan (menos de la mitad de lo que te cobran en el pueblo). Y bajamos, y bajamos, y bajamos, y nos tomamos una, dos cervezas, nos reimos con los barqueros y sus historias gestuales, hasta que la noche empezo a asomarse y le dijimos que nos dejara en la orilla, y que nos explicara como carajos hacíamos para llegar a la carretera principal, a algo que nos llevara a Yangshuo nuevamente.
Y entre despedidas, afanes e historias de los paises un dia fue muriendo, y el otro fue naciendo lleno de fuerza y esperanzas de una jornada mejor.
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lunes, 10 de septiembre de 2007
En bicicleta por...
... la Ciudad Vieja, el Moon Hill, el viejísimo Banyan Tree...
La noche anterior había quedado con Amber, una de las chicas de Israel que había conocido, en "madrugar", tomar una bici y salir hacia el sur de Yangshuo, a conocer la zona donde se encuentra el Moon Hill y el famoso y antiquísimo árbol Banyan. Los demás se quedaron porque no se animaban a montar tanto tiempo en bicicleta, preferían pagar un taxi o de esas moto-taxis que tanto abundan en la zona.
Pues bién que efectivamente madrugamos (a eso de las 10.00am), nos tomamos con tranquilidad el brunch, huevos, jamón, café decente... todo un festín! Finalmente, fuimos por las famosas bicicletas y luego de que Amber escogiera una bici que más le sentara (más fácil decirlo que hacerlo...) salimos esquivando motos y bicicletas por la ruta que va al sur, hacia el famoso Moon Hill.
El Moon Hill (o Montaña de la Luna) se llama así porque es una montaña bastante particular en la que su centro tiene una circunferencia enorme, que semeja una luna. Dependiendo desde donde la veas, puedes ver la luna en cualquiera de sus fases... creciente, menguante, llena o nueva... Luego de un paseo en bicicleta, atravesando montañas con formaciones caprichosas, insólitas, logramos llegar a la famosa montaña. Y efectivamente por algo es famosa, porque me la imaginaba mucho más pequeña, no de esas proporciones y con un agujero tan grande en el centro...
Pero la idea no era quedarse ahi mirandola de lejos, sino llegar hasta el centro de la luna, y aún más arriba si era posible. Por un empinado caminito con cientos y cientos de escalas, subimos hacia la cima, desde donde la vista era impresionante... A lo lejos, y allá abajo, se veían campos de arroz hasta el fin del horizonte. El río, pequeñas aldeas, caminos de herradura y muchas, muchísimas montañas también se dejaban ver. Definitivamente, en ese momento valió la pena la montada en bici, la subida a la montaña, la escalada por los caminitos de tierra y piedras... El picnic arriba, con mani, frutos secos y mucha, mucha agua no pudo tener mejor vista!
De bajada, nuevamente montada en bici, pasando por el famoso Big Banyan tree, que es un arbol de mas de mil quinientos años, gigante, imponente, majestuoso... Uno de los tesoros que la naturaleza guarda escondidos, y que está coincidencialmente Yangshuo...
Dicen que debajo de un Boddhi, un arbol parecido a éste fue que Siddharta alcanzó su iluminación....
La noche anterior había quedado con Amber, una de las chicas de Israel que había conocido, en "madrugar", tomar una bici y salir hacia el sur de Yangshuo, a conocer la zona donde se encuentra el Moon Hill y el famoso y antiquísimo árbol Banyan. Los demás se quedaron porque no se animaban a montar tanto tiempo en bicicleta, preferían pagar un taxi o de esas moto-taxis que tanto abundan en la zona.
Pues bién que efectivamente madrugamos (a eso de las 10.00am), nos tomamos con tranquilidad el brunch, huevos, jamón, café decente... todo un festín! Finalmente, fuimos por las famosas bicicletas y luego de que Amber escogiera una bici que más le sentara (más fácil decirlo que hacerlo...) salimos esquivando motos y bicicletas por la ruta que va al sur, hacia el famoso Moon Hill.
El Moon Hill (o Montaña de la Luna) se llama así porque es una montaña bastante particular en la que su centro tiene una circunferencia enorme, que semeja una luna. Dependiendo desde donde la veas, puedes ver la luna en cualquiera de sus fases... creciente, menguante, llena o nueva... Luego de un paseo en bicicleta, atravesando montañas con formaciones caprichosas, insólitas, logramos llegar a la famosa montaña. Y efectivamente por algo es famosa, porque me la imaginaba mucho más pequeña, no de esas proporciones y con un agujero tan grande en el centro...
Pero la idea no era quedarse ahi mirandola de lejos, sino llegar hasta el centro de la luna, y aún más arriba si era posible. Por un empinado caminito con cientos y cientos de escalas, subimos hacia la cima, desde donde la vista era impresionante... A lo lejos, y allá abajo, se veían campos de arroz hasta el fin del horizonte. El río, pequeñas aldeas, caminos de herradura y muchas, muchísimas montañas también se dejaban ver. Definitivamente, en ese momento valió la pena la montada en bici, la subida a la montaña, la escalada por los caminitos de tierra y piedras... El picnic arriba, con mani, frutos secos y mucha, mucha agua no pudo tener mejor vista!
De bajada, nuevamente montada en bici, pasando por el famoso Big Banyan tree, que es un arbol de mas de mil quinientos años, gigante, imponente, majestuoso... Uno de los tesoros que la naturaleza guarda escondidos, y que está coincidencialmente Yangshuo...
Dicen que debajo de un Boddhi, un arbol parecido a éste fue que Siddharta alcanzó su iluminación....
viernes, 7 de septiembre de 2007
Yangshuo
Picture yourself
on a boat on a river
With tangerine trees
and marmalade skies
- L.S.D.
Dejé Guilin atrás antes de lo previsto, en parte porque parecía que todo el mundo y su madre hablaba maravillas de Yangshuo. La historia que se escuchaba de boca en boca de los mochileros, en todos los hostales era que Guilin no vale la pena. Es para aquellos que quieren hoteles 5 estrellas y están en un tour organizado. Si tienes tiempo, Yangshuo es el lugar.
Con unos chicos Israelís súper buena onda, la idea era salir al otro día temprano para Yangshuo. El tema, es que ellos querían ir en bus por lo barato, pero yo de verdad quería irme por río, porque me había parecido alucinante la imágen del río, calmado, lento, transparente, con todos los picos karst como telón de fondo.
En todo caso, a última hora conocí a una chica Peruana de padres japones y madre china, que con otra pareja Franco-China (el tipo coincidencialmente se llamaba G. también) estaban buscando un pasajero más para alquilar un botecito pequeño, y viajar por río hacia Yangshuo... Ni mandado a hacer! Les dije que contaran conmigo, porque yo quería hacer ese viaje también...
Supuse que solamente me quedaría en Yangshuo por un par de días máximo. No valía la pena llevarme la tula. Entonces en la jíquera empaque un par de camisetas, bermuda, boxers, la lonely planet, y la cámara. Y así fue que esa tarde, en medio de una llovizna ligera y una bruma húmeda, electrizante, nos montamos al enclenque bote con un mini motor que hacía un ruído infernal!
Estaba un poco pesimista por el tiempo, quería ver las montañas con el mejor de los soles, un cielo totalmente despejado y azul, con los pajaritos azules cantando y un arcoiris atravezando el horizonte al mejor estilo película clásica de Disney... Bueno, exagero, pero por lo menos no quería que estuviera lloviendo. Mis compañeros tampoco. Pero el lanchero, luego de que la chinilla le preguntó, nos respondió que nosotros eramos afortunados puesto que hacía tiempo que no había esa bruma, y que así el paisaje se veía más bonito, más celestial. De hecho, nos contó que en épocas pasadas los pintores y poetas esperaban a los días brumosos y con llovizna, para así tener como musa de inspiración el paisaje. Nos explicaba que ellos esperaban días así, porque el corazón del ser humano no es algo tan sencillo como un día, o una noche. Cualquiera puede hablar del día y de la noche sin mucho problema. Pero tratar de entender el alma humana, tal como pintar un atardecer lleno de pequeñas nubes y grisáceos cielos, de aguas turbulentas y grullas agazapadas, o buscar inspiración en días así para explicar la vida, el amor, el destino, es algo más real, más vívido y hasta más difícil...
Además, nos continuó explicando, no deberíamos preocuparnos porque el día se iba a clarear en un par de horas. Y que si no salía el sol, que nos devolvía el dinero.
Con semejante seguridad que nos daba tanto en sus palabras como en su propuesta, nos cambió el ánimo, y ya no éramos ese grupillo de turistas escapando de la llovizna como si fuera la peste, sino tres seres agradecidos con la vida, por la oportunidad de ver montañas, cielo y río, de esos que inspiraron a tantos, tantos artistas en épocas pasadas...
Y fue una tarde de viaje por ese río, horas llenas de acercarse a la cultura de la China fluvial, esa que construye sus casas y sus vidas entorno a los ríos, en las que los barqueros saludan diariamente a los pastores de búfalos de agua que "pastan" apaciblemente en los lechos de los ríos. Y siempre, vigilados por las montañas que surgían misteriosamente en los lugares más increíbles, y con las historias que nuestro barquero nos contaba como telón de fondo.
La llovizna no importó esa tarde. Ni los ruidosos y enormes barcos llenos de turistas, ni el hecho que no me dejaron tirarme en clavado desde el bote al río. Estábamos tan inmersos en ese mundo de historias fantásticas, en ese paisaje único, que nada importaba, y las horas que transcurrieron esa tarde pasaron volando...
Finalmente llegamos al muelle de Yangshuo, a un par de kilometros del centro de Yangshuo. La tarde ya estaba cayendo y yo ni tenía idea de donde quedarme esa noche... Con un escueto mapa de la ciudad, salimos a buscar donde quedarnos esa noche.
La primera impresión de Yangshuo era la de un pueblito sin autos, lleno de calles estrechas, empedradas, todo un laberinto de casas antiguas y callejoncitos sin salida aparente. Pero eventualmente, llegamos a un hostal... a dos, a tres, a cuatro... los precios eran absurdamente baratos (10RMB, 15RMB por persona, algo asi como un poco más de dos dólares). Elegí uno porque ya quería asegurar una cama para la noche y dejarme de tonterías, los demás querían seguir mirando y mirando. Hice mi check-in con descuento por tener el carnet de HI, dejé mi mochilita en la cama, me lavé la cara, y todo listo! Cuando bajé, casi me muero de la risa al ver que mis compañeros decidieron quedarse en el mismo hostal, luego de una hora larga de dar vueltas por la ciudad viendo hostales... Esa tarde fue deambular un poco por las calles y callejones, por los puestecitos de ventas y los restaurantitos. Me encontré con un Alemán que había conocido en Shanghai hacía unas semanas (el mundo es chico). Terminamos entonces cenando en el famosísimo Mei You Café (没有). Es chistoso porque Mei You en Chino significa No Tengo o No Hay, y es una de las frases más pronunciadas en China. Tienes cerveza? Mei You. Tienes papel higienico? Mei You. Tienes habitación para esta noche? Mei You. Pero los del café, garantizan que Mei You cerveza caliente, Mei You mal servicio.
De vuelta en la noche al hostal a descansar un poquito, me encontré con los israelitas de Guilin, que luego de haber pagado la habitación en el dormitorio, entraron, no les gustó y se pasaron al hotel del frente... no estaban muy acostumbrados al tema de los hostales, al parecer... Pero si les doy a su favor que la habitación donde estaban si estaba medio jodida... con el baño literalmente DENTRO de la habitación, siendo separado solamente por una cortinita miserable de plástico. Y la ducha estaba exactamente sobre el "hueco" que era el sanitario... En fin, todo lo que debería salir en las PEORES PRACTICAS de ingeniería civil...
Unas cervezas con ellos marcaron el final del día, y el comienzo de una estadía en Yangshuo.
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