miércoles, 30 de septiembre de 2009

Otro tipo de viaje

Viajar en bus tiene algunas ventajas clarísimas en comparación a viajar en bici. La velocidad sería la primera y la más importante. Tal vez la comodidad de no tener que cargar el equipaje y también de las sillas, aunque eso es discutible en los buses de India. De resto, las ventajas son muy discutibles.

Se me había olvidado lo que es pasar horas y horas metido en una ruidosa y mareante jaula de hierro y vidrio que se sacude, vibra, gruñe mientras se come eficientemente kilómetro trás kilómetro dejando trás de si una densa y pesada estela de ACPM quemado que mata el aroma natural del bosque, de la naturaleza.

Se me había olvidado lo que es estar verdaderamente encerrado, aislado del mundo, mirándolo mientras pasa a altísima velocidad por una ventanita pequeña y sucia que te 'protege' de lo que pasa allá afuera, de la lluvia, del sol, de la vida.

Se me había olvidado lo que es sentir que en el bus el mundo no es más que una mancha borrosa que pasa continuamente, y no tienes control para vivir las pequeñas cosas que hacen un viaje: el estar sumergido en un paisaje increíble, el sonido de los pájaros y animales, el olor del campo, parar donde uno quiera, a la hora que uno quiere, a hablar con quien uno quiere, a hacer lo que uno quiere.

Si, viajar en bus es bastante práctico, pero le quita el gusto, el placer al camino, a esa experiencia que es la razón de ser del viaje.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Show must go on

«Once the shit hits the fan, the only rational choice is to sweep it up, package it, and sell it as fertilizer.»

Lástima que no crea en la mala suerte, porque si no iría donde el Indio Amazónico, el Chamán, el Gurú, el Sacerdote, el Oráculo, el Saddhu, el Monje Auspicioso, el Gran Ekeko, el azul Krishna, o quién fuera para que me diera un buen baño de buena fortuna.

Digamos entonces que Almita se quedó dándose una siesta en New Delhi mientras yo retornaba sin ella a las montañas del norte, al techo del mundo.

A decirle adios a India desde Ladakh, la joya de su corona.

viernes, 25 de septiembre de 2009

El Plan

El plan era sencillo. De los 2,300mts de Shimla, ascender a los casi 3,000mts de Narkanda y descender al valle del Sutlej, en camino por montañas hacia los valles del Sangla, y eventualmente escalando de nuevo y llegar al hermoso valle del Spiti. De ahí, si me sentía bién, posiblemente iría a Manalí en ruta hacia Leh en la remota región de Ladakh.

El plan era perfecto. Al menos en el papel. Subir, bajar, volver a subir. No importaba que tanto tiempo me gastara, podía dormir en cualquier aldea, o en el peor de los casos, en mi hamaca colgada entre un par cualquiera de pinos.

El plan era conveniente. Quería despedirme de India lento lento, respirando aire puro de montaña, sin ese caos y contaminación tan aburridor que reina en las planicies.

El plan era atrevido, pero no imposible. Subir al techo del mundo en bicicleta, cargando lo estrictamente necesario, iba a ser difícil pero estaba seguro de que era posible. Hace rato había pasado por el momento de dejar ir todas las preocupaciones y los imposibles, y simplemente, intentarlo.

El plan era... un plan. Y los planes, como tantas veces me lo ha enseñado la vida, no siempre resultan como uno espera. De Shimla salí con todos los ánimos del mundo, y escalé y bajé y volví a escalar los primeros días impulsado por la esperanza y la motivación de una nueva aventura.

Y pasó antes de llegar a Sangla. Empecemos por el idílico tema de dormir en mi hamaca. Las hamacas están muy biénen climas tropicales donde el clima de noche es propicio y abundan los árboles para escoger el lugar ideal donde colgarla. Pero en las altas montañas, los árboles adecuados comienzan a escasear, y los que encuentraba estaban al lado de la carretera o justo al lado de un abismo que no tiene una pinta muy, digamos, invitante... Eventualmente encontré en mi primera noche un lugar adecuado, pero ya entrada la oscuridad comenzó un viento helado que hizo que me pusiera absolutamente toda la escasa ropa que cargaba en las alforjas, y aún así, terminé cagado del físico frío. Sobra decir que fué una primera noche dificilísima, en la que hubiera pagado por un té caliente su peso en oro. En la que cada cuarto de hora esperaba que el sol se asomara por detrás de las montañas y me trajera un poco de calor, que me exorcizara de ese frío jodido que me calaba los huesos...

Pero digamos que los dioses no estaban esa semana de mi lado. En uno de esos descensos dementes por carreteras terribles, luego de haber conquistado otra dura montaña, empecé a sentir una vibración extraña en la parte de atrás de Alma. Muy ocupado esquivando rocas y baches y camiones Tata escupiendo ACPM, no le puse mucha atención. Pero luego empezó el sonido constante y segundos después, a unos 40kmph en bajada, sentí que la rueda trasera se bloqueó haciéndome patinar por el frenado en seco. No se como carajos logré controlar la bici, pero el caso es que no me fuí loma abajo por la montaña ni me quedé estampillado en la parte delantera de los camiones que subían. Pero al final, cuando tomé aire y miré los daños, el balance no fué el mejor. El marco trasero de Alma, donde cargo el equipaje, se había fracturado por completo debido seguramente al peso de las maletas, sumado a las condiciones menos que ideales del camino lleno de cráteres y piedras enormes con las que me daba a cada rato. Por ello, una de las maletas terminó por caerse y se enredarse con la rueda trasera dejando un caos de mapas y pedazos de tela tirados por la carretera.

Como pude arreglé de emergencia el marco con lo que tenía a la mano: pedazos de alambre, seda dental y tela. Apenas para llegar al siguiente pueblo y ver si había manera de reparar el daño. Pero estando en India, en la mitad del estado menos poblado, mis esperanzas no estaban muy altas. El arreglo improvisado no era el mejor, y a cada rato me tocaba volver a amarrar todo. Por fortuna, en una de esas, un camión de manzanas que subía vacío se detuvo y el conductor me invitó a montar la bici y llevarme de regreso a Shimla, donde tenía más oportunidades de arreglar a mi Alma. Y varias horas más tarde, luego de un loquísimo viaje en la cabina de un camión del que sobreviví sin saber muy bién como, me encontraba de nuevo en las afueras de Shimla.

En ésta ocasión estaba, tristemente, en lo cierto. En el único taller de reparación de autos no tenían el tipo de soldadura para reparar el marco. El tipo me dijo que la alternativa era volver a Nueva Delhi a probar suerte, o en el peor de los casos, a conseguir una pieza nueva.

Así que con el ánimo en el suelo, monté esa tarde a Alma en el techo de un bus local rumbo nuevamente a Delhi, donde con suerte podría arreglar el daño.

Ese era el plan.

martes, 22 de septiembre de 2009

Shimla

Shimla es para muchos Indios uno de los refugios más famosos de verano. Incontables turistas y en particular parejitas en su luna de miel viajan a ésta pequeña ciudad colonial escapando del tortuoso verano en las planicies de la India. Shimla, ubicada en el estado de Himachal Pradesh, se hizo popular debido a que durante la invasión inglesa varios Europeos construyeron sus casas de veraneo y poco a poco fue ganando popularidad hasta convertirse en la capital de verano de toda India. Varios visitantes ilustres del gobierno tomaron grandes decisiones acá, como Gandhi, Nehru e Indira.

Es una ciudad que parece descolgarse de la cima de las montañas, donde casas de arquitectura Europea coexisten con sus contrapartes Indias, más simples, más humildes. Muy a la vista están varias iglesias y colegios católicos testigos de siglos de dominación Europea. En el corazón de Shimla, casi todas las casas sirven como tiendas, restaurantes, puestos de souvenirs, café internet, o algo relacionado con el turismo. Es una ciudad donde es común ver a las parejas (incluyendo a los mismos Indios) caminar tomándose de las manos o sentados cariñosamente en una banca cualquiera sin que nadie los mire como si estuvieran cometiendo el peor pecado. Shimla tiene un ambiente tolerante para los Indios y por eso acuden en manada en verano. Y de hecho, viajando solo, es difícil encontrar una cama para una sola persona y que además no tenga la forma ultra cliché de corazón, o redonda y giratoria con masajeador...

Pero yo no estaba en Shimla para hacer una investigación sobre los colores de las sábanas de las camas luna de miel. Había llegado a Shimla después de unas subidas que me habían recordado todo el tiempo que ha pasado desde que me he enfrentado a una montaña que valga la pena. También me dí cuenta que estaba llevando demasiado peso en las maletas y lo que es peor, ahora debido al frío estaba obligado a llevar aún más, gracias a que debería cargar ropa para climas mucho más fríos que el verano abrasador de las planicies de India.

Así que me vi obligado a regalarle a unos colegas viajeros la mayor parte de mi colección de libros que ni había terminado de leer, y a unos Indios un montón de tonterías que estaba cargando pero que en realidad no necesitaba. Después de viajar tanto, por tan diversos lugares y climas, alcanzo a veces a darme cuenta que tan poco es en realidad lo que necesito...

Y aproveché también para darme gusto, porque ya estaba un poco hastiado de la comida India, del dhal, chapatis y baht repetidos hasta la infinidad. Así que me tomé no se cuantos cafés espressos dobles, que tanto me acuerdan de la tierra que me vió crecer, y también para festejar el haber coronado la primera montaña con un banquete de comida occidental como el que hace tanto tiempo no me daba.

Ahora, comienzan varias semanas en las que abundarán los paisajes increíbles, los retos casi que sobrehumanos, las montañas vigilantes, la gente sonriente y sencilla.

Que bueno se siente estar de vuelta al Tibet una vez más.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Subiendo a la montañosa Shimla

Dejando la santa Gurudwara (templo Sikh) de Paonta Sahib detrás, continuaba el camino en ascenso siempre hacia la altiplanicie de los Himalayas. Las empinadas pendientes, aparte de hacerme casi gritar de lo lento y dificultoso del ascenso, me hacían recordar que definitivamente estoy cargando más de la cuenta en las maletas de Alma. Cada metro recorrido era un metro luchado, sufrido, un metro ganado. Pero cuando el desespero entra de a poquitos en mí, basta detenerme y mirar alrededor: te viene el susurro de un viento fresco y tranquilo que viene de las montañas y que te recuerdan que no es importante llegar, que lo importante es vivir cada paso. Los paisajes son increíbles, montañas vírgenes cubiertas de bosques hasta donde el ojo pueda ver. Y siempre subiendo, unos caminitos zigzagueantes que tratan de llegar a su cima.

El kilometraje por día ha bajado a la mitad (y hasta menos) cuando miro la distancia recorrida, tengo que mirar dos veces porque es tan bajita que no me la creo. Pero no importa, el clima está absolutamente perfecto y por éstos caminos secundarios pasan esporádicamente camiones que no tienen necesidad de pitar demasiado. Hay campos llenos de bosques vírgenes, otros llenos de flores que solo salen por ésta temporada cuando las aguas del monsón fertilizan los campos. A ratos los días son increíblemente azules y en otros la bruma cae rápidamente como un fantasma y hace que el mantenerte en la carretera sea otro reto.

Pasando las noches en Nahan, Sarahan y Solan, me acerco más y más a Shimla que es la más famosa ciudad de veraneo en India. Y para mi, la puerta de entrada donde los Himalayas se ponen fuertes y muestran verdaderamente su tamaño y poder. Donde, si logro escalarlos, voy a mirar atrás y ver los ascensos de éstos días como un simple juego de niños.

jueves, 17 de septiembre de 2009

Sikh of it all

Y quienes son los Sikhs, y que es el Sikhismo?

Tal vez en películas había visto a esos barbados personajes con turbantes orgullosos sobre sus cabezas. Pero lo que no sabía es que ellos, además de creer una aparente (y centenaria) tendencia de moda, creen fervorosamente también en una religión relativamente jóven que nació hace unos pocos siglos de las ideas de Gurú Nanak, el gurú más importante de los 10 gurús que han tenido los Sikhs. El Gurú Nanak, habiendo nacido en tierras de India/Pakistán, desde muy jóven empezó a meditar sobre dios y a pregonar a todo el mundo sobre la igualdad de todos los seres, independiente de sexo, orígen social, creencia o casta. En el mundo, decía, todos somos hermanos iguales que deberíamos buscar el contacto directo con dios día a día y ganarnos la vida de una manera correcta.

Ésto, en tiempos en los que la dominación ideológica del Hinduismo era mayoritaria, cayó como una desagradable sorpresa para muchos, pero para otros tenía sentido pues no creían más en una creencia de un destino siempre predispuesto por el karma anterior, por la casta, por los designios de un sacerdote. Gurú Nanak pasó la mayor parte de su vida hablando con quien lo escuchara y viajando por toda Asia encontrándose con gente de todas las clases sociales y religiones. A su muerte, designaron a otro Gurú como la cabeza espiriual del Sikhismo, y luego, otro, y otro, hasta que luego del décimo no se volvieron a designar "Gurús oficiales". En adelante, todos eran hermanos y hermanas.

En suma, el credo de los Sikhs es bastante simple. Buscar diariamente a Dios, ganarse la vida de manera honesta, proteger y cuidar a los necesitados sin importar su raza, credo o casta. Tienen también algunas reglas o tabús, como por ejemplo cortarse el pelo, o la barba. No pueden fumar ni tomar alcohol, así como tampoco comer comida halal (estilo musulmán). Además, la tradición les indica que tienen que tener ciertas marcas que los distinguen como Sikhs: el cabello largo, la barba larga, una peineta especial para sostener el cabello, un aro de metal en sus brazos, y una espada o puñal colgando del cinto.

Históricamente los Sikhs han sido un grupo, aunque pequeño, muy activo, orgulloso, guerrero, y influenciante sobre la vida del norte de India. Justo hoy en día Manmohan Singh, el presidente de India, pertenece a ésta religión de los Sikhs. Pero no todo ha sido bueno para ellos, en los comienzos fueron perseguidos sin misericordia por Hindús y Musulmanes, y miles de Sikhs al igual que varios de sus Gurús murieron de maneras trágicas, torturados hasta la muerte de unas formas que desafían las más aberrantes y podridas imaginaciones. Pero por su creencia de defender a los necesitados, se han embarcado en muchas guerras y cruzadas santas en nombre de su religión. Guerras que han dejado bastante dolor y pérdidas. Por ejemplo, el país no olvida todavía los relativamente recientes disturbios de un grupo extremista Sikh, que dejaron como resultado a la casi destrucción del máximo templo del Sikhismo, y al asesinato de la máxima líder de estado Indio, Indira Gandhi a manos de sus guardespaldas Sikh.

Y es que a veces no puedo sino preguntarme sobre los Sikhs: Por un lado, sus templos abren las puertas y le dan alojamiento, comida, tratamiento médico a todos las personas que lo necesiten, sin importar su orígen o quién sean. Pero por otra parte, están las famosas y sangrientas guerras que han luchado, su espíritu de combate que los lleva a lanzarse a las batallas sin dudar. Para mi resulta curioso cuando menos, el hecho que dentro de sus templos se exhiban orgullosamente escudos y armas de combate al lado de ofrendas florales y libros santos. Aun más, el emblema de la religión de los Sikhs es bastante diciente: dos espadas entrecruzadas con una lanza y un anillo de combate.

Todos los Sikh que he conocido han sido muy buenas personas, honestas, amables, trabajadoras y sumamente colaboradores. En los caminos, hay éstos tipos de restaurantes comunitarios que ofrecen comida a los viajeros o peregrinos que pasen por ahí, siempre sin costo alguno. Se preocupan por los pobres, ayudan a los necesitados. Pero en caso de un conflicto, definitivamente no quisiera encontrarme a uno de éstos temibles Sikhs de frente...

martes, 15 de septiembre de 2009

Un dia en el camino (2)

En el camino se sabe que es hora del almuerzo porque en los dhabas de la carretera se ven humeantes ollas de comida cocinada en hornos alimentados con una mezcla de caca de vaca con pasto seco. El elegir uno de éstos restaurantes depende basicamente de la cantidad de camiones que estén estacionados afuera. Mientras más lleno de ellos esté la carretera, mucho mejor. Una vez hecha la decisión, acuesto a Alma sobre algún árbol y paso a pedir los famosos Thalis indios con dhal bat. Un thali es basicamente el menú del día que consiste en poco más que arroz, rotis o tortillas de harina, lentejas, una salsa de verduras y una "ensalada" que puede ser desde un ají o una cebolla cruda hasta una elaborada preparación de mango, limón y una cantidad increíble de otras especias que ni conozco. Vale la pena aclarar que la comida en India no es para estómagos no acostumbrados porque está llena de sabor, y por sabor me refiero a un masala de especias y ajíes de todos los tipos en cantidad industriales. Se llama thali, porque en hindi las bandejas de aluminio con las que sirven ésta comida son llamadas Thalis.

La comida acá, por lo general, se come a manos desnudas. Una de las costumbres más bonitas de la India tradicional es su renuencia por utilizar cubiertos que impidan el contacto directo entre las personas y su comida. Por una parte, dicen que el usar éstos utensilios hacen que tengamos una percepción equivocada sobre los alimentos como una cosa estéril e inerte por la que se pierde un poco el respeto. La comida, en realidad, es algo que está lleno de vida y que el acto de comer no es más que una ceremonia de transmutación de energía, de apropiar toda la vida de los alimentos en nutrientes para poder vivir un día más. Es algo que se le tiene que sentir y respetar, y tomándolo con las manos hace que nos recordemos eso. También por otra parte, está la razón meramente sensorial. La comida es para sentirla, para gustarla, para gozarla, y comiendo con cubiertos nos estamos perdiendo del contacto y del goce sensorial que junto con el gusto y el olfato es de vital importancia para la experiencia del comer. Para resumir el pensamiento Indio sobre ésto, hay un dicho que reza algo así como "comer con cubiertos es como hacer el amor mediante un intérprete".

Así que por lo general, se mezcla con la mano el arroz con las lentejas y los vegetales, y se hacen bolitas que se toman entre los dedos y luego, adentro! Con los rotis o los chapatis, se hacen pedacitos que funcionan como pequeñas cucharitas comestibles y sirven además para dejar el plato limpio, porque otra costumbre india es que el plato se entrega totalmente vacío: la comida es tan sagrada que es un pecado desperdiciarla. Y vale la pena mencionar que para comer se usa estrictamente la mano derecha, porque la izquierda es usada unicamente para las tareas de higiene personal. Nota mental: En india el papel higiénico es un producto restringido a los turistas y no es algo que se consigue facilmente en cualquier ciudad.

El precio de un thali en la carretera está por las 20 Rupias (unos 40 centavos de dólar), y én el te sirven todo lo que puedas comer. Al final, para refrescarte la boca te sirves anis o semillas de cardamomo o cualquier otra especia apropiada mezclada con azucar. Porque los chicles son otro de esos artículos occidentales que no han tenido mucha acogida por acá.

Un chai sirve para poner el punto final al almuerzo y a las conversaciones que por lo general se tienen en los restaurantes. Sirve además para darme el azúcar y la energía necesaria para de nuevo volver a la carretera. Haga sol, viento, o lluvia.

Las tardes son mucho más lentas y pausadas por el hecho de que el calor se empieza a sentir fuerte. Más pausas, me tomo más el tiempo de descansar bajo los árboles o al lado de cualquier riachuelo. Y cuando la luz del día se viste de oro, señal de que en un rato caerá el atardecer, es hora de ponerme a buscar donde pasar la noche. Si estoy cerca de una ciudad, busco posada en un hotelito barato, una guesthouse o una pensión modesta. Si estoy en los pueblitos que no tienen nada de lo anterior, busco refugio en un templo, escuela, dhaba o estación de gasolina. Y como pasa con más frecuencia, si estoy en el medio de la nada mágica, busco un par de árboles escondidos de la carretera en las que pueda colgar mi hamaca y reposar mi bici. Si la noche augura lluvia, como las más recientes, además tengo que poner mi impermeable que funciona como un improvisado toldo que me protege algo de la lluvia. Y obvio, la mosquitera, porque o si no estaría totalmente a la merced de esos sanguinarios e insolentes bichos de seis patas.

Una vez dentro de mi refugio de la noche, me estiro y cierro los ojos. Un maravilloso día ha pasado, y otro, desconocido e insondable, está por venir.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Un día en el camino (1)

Hay tantas cosas maravillosas que pasan cada día, pero que a fuerza de repetición fueron convirtiéndose en mi rutina del día a día. Pero que si las mirara desde otra perspectiva, en otras circunstancias (como el yo que era hace tantos años), me parecerían francamente increíbles.

Y, Cómo es un día en la vida de un viajero en bicicleta en la increíble India?

Cuando la madrugada clarea y los primeros rayos de sol comienzan a iluminar el mosquitero de mi hamaca, generalmente abro los ojos y comienza mi día. Y también comienza el de incontables animales de granjas o del bosque: gallos, pájaros y otros animales toman el relevo de las ranas e insectos que eran los músicos de la noche.

Rascándome los recuerdos de las moscas y zancudos asiduos visitantes de la noche, envuelvo nuevamente mi querida hamaca junto con la mosquitera que no ocupan mucho del preciado espacio en las alforjas. Acá es donde echo de menos mi buen café de la mañana, pero a falta de él, me considero contento si todavía me queda agua en las botellas plásticas que me toca recargar frecuentemente debido al inclemente verano del subcontinente.

Si no estoy cerca a un riachuelo o a un pozo de agua, como puedo me lavo la cara y las manos y demás operaciones de aseo personal. Le hago el test de limpieza a la ropa (olfativo!) y si no está muy terrible, sigo con ella. Y asegurándome que el sitio donde pasé la noche quede exactamente igual a como lo encontré, arranca la jornada sobre Alma. Trato de tomarme un tiempo para mi solo antes de montar mi caballo de hierro (bueno, de aluminio).

Éste es uno de los mejores momentos para montar, porque el clima y el alma están frescos. Las carreteras están para mi solo y se puede respirar tranquilamente sin ningún auto que te rompa los tímpanos o que colabore para el cáncer de pulmón. Solo estás vos, la carretera, el sonido del bosque despertándose y del ritmo de la pedaleada. Es en esos momentos que empieza el día en los que uno está seguro que más tarde podrá estará caliente, ruidoso, contaminado, o uno mismo fatigado. Pero son en las mañanas así que hace que todo, todo valga la pena.

En las ciudades, de vuelta en el continente que me vió crecer, no me consideraba muy propicio para las mañanas, era todo menos una morning person. Pero en el campo, acá afuera, son esos instantes en los que agradezco estar vivo y no puedo evitar reírme con esas sonrisas auténticas, reales.

Pero una vez llevo unos cuantos kilómetros encima, el cuerpo me recuerda que el también necesita combustible, y que un chai con galletitas no estaría del todo mal. El chai, es la bebida nacional de la India y consiste en un té negro preparado en leche, con muchas especias como cardamomo, canela o azafrán, y lleno de azucar. La perfecta manera de empezar la mañana, o la tarde, o la noche, o después de las comidas, o antes, o...

Por lo general en las carreteras, lo único que uno puede encontrar abierto a esas horas son los dhabas o paradas de camionero, en las que aparte de tomar el chai, los camioneros aprovechan para llenarse de paquetitos de una mezcla masticable de nuez de betel con tabaco y otras especias que es otro de sus pasatiempos, lo que hace que cada minuto estén escupiendo una baba roja y francamente asquerosa a la calle. Ésta mezcla es infame con los dientes también, destrozándo sin piedad los de las personas que habitualente consumen éste 'energizante'.

Si tengo suerte, cerca del dhaba hay un pozo en el cual puedo recargar mis botellitas de agua. Si no, me toca pedalear y pedalear hasta encontrar una estación de gasolina, o un pozo de aldea que viene siendo uno de los centros sociales donde la gente bebe agua, llena sus cántaros de barro, se baña o lava la ropa a golpes de rocas o de gruesos troncos de madera. Cuando la gente se baña, que es uno de los principales rituales diarios en India, una persona se encarga de sacar los cubos de agua del pozo o de bombear la palanca de la bomba mientras el otro toma su ducha. Luego, se cambian los turnos. Los hombres nos bañamos en prendas menores, mientras que las mujeres lo hacen totalmente vestidas con sus saris que las cubren pies hasta hombros. Y lo hacen con total pudor, pues aunque se bañan tan bién como los hombres, nunca dejan al descubierto un centímetro de piel que no se deba mostrar. Y al final, terminan ellas (y sus saris) totalmente limpios.

Refrescado, limpio, alentado por el agua y con agua para algunos kilómetros más, retomo la ruta. En verano prefiero comer kilómetros y kilómetros en la mañana, porque sé que a eso del mediodía y hasta entrada la tarde el calor se vuelve sofocante y cualquier esfuerzo físico se convierte en un acto casi que de autocastigo. Cuando me siento cansado, busco un lugar bonito para pasar un tiempo, si puedo cuelgo otra vez mi hamaca y me pongo a leer un rato, o a echar una siesta, o simplemente a empaparme del lugar.

viernes, 28 de agosto de 2009

Highway to Heaven, Indian Version

No muy temprano arranqué a comerme los kilómetros que me separaban de la frontera con Himachal Pradesh porque no eran bastantes, así que el día comenzó relajado y tranquilo. Así fuera un poco más larga, decidí tomar la ruta que se llama Shimla Bypass, que en vez de buscar las ciudades se aleja de ellas. Ésto porque esperaba que tuviera menos tráfico y estuviera más calmada.

Y como pocas veces, acerté. La carretera serpentea perezosamente por valles y cultivos de arroz y maíz, pasando cerca de aldeas en los que hombres, mujeres y niños trabajan sobre los campos codo a codo. Es frecuente ver a mujeres cargando sobre sus cabezas grandes fardos de vegetales mientras los hombres se sientan a descansar y tomarse un chai. Los riachuelos invaden frecuentemente la carretera, y es genial, porque aprovecho para mojarme la cabeza y refrescarme un poco.

En una de las paradas técnicas a comprar galletas y alguna bebida, me detuve en una tiendecita a las afueras de un pequeño pueblo, que estaba ubicada exactamente al lado de un consultorio médico. No había de momento nadie, hasta que al rato apareció un señor de unos cincuenta años que con un perfecto inglés se disculpó mientras sacaba una botella de Slice (jugo de mango) y un paquete de galletitas de mantequilla que le había pedido. Y hablando, me contó que el había sido médico en la caótica capital, hasta que se cansó de esa vida y del espejismo en el que estaba viviendo. Extrañaba, me contó, sus montañas, sus árboles, su gente. Por eso decidió un buen día devolverse a su aldea natal, en el norte del país, y montar su consultorio privado en la tierra que le habían dejado sus padres. Pero como el pueblo era tan pequeño la gente no se enfermaba todos los días, así que el médico decidió abrir un pequeño restaurante y tienda al lado que es donde estaba en ese momento. Se tomaba los días con calma, comía lo que le daba la tierra, y ayudaba a sus paisanos enfermos.

Cuando le pregunté sobre si prefería ser médico o tendero, me miró con incredulidad y me dijo que si no disfrutara lo que estaba haciendo, no lo haría. No tenía un auto importado, ni una casa en la ciudad con servidumbre. Pero en éste campo, que lo vió nacer a él y a su padre, tenía su vida, su familia, sus montañas. Y con eso, poco importaba ser doctor, o alfarero, o presidente de la república.

Como sus padres y los padres de sus padres, tenía su libertad.

Nos quedamos hablando un rato de todo y de nada, de la felicidad, de la vida, de la muerte, de las diferentes cosmologías, de aventuras y tiempos pasados. Pero como nota final, me dijo:

"I wish you to be happy, but remember: happiness isn't having what you want, it's wanting what you have."

"Espero que seas feliz, pero recuerda: la felicidad no es tener todo lo que tu quieras: es querer todo lo que tu tienes".

Y con esas palabras resonando en la cabeza partí de ese pueblito en las montañas un poco más liviano.

Con más y más kilómetros encima, me di cuenta que algo no estaba del todo bién. La carretera estaba... diferente. Y claro, caí en cuenta que estaba demasiado, demasiado tranquila. Que estaba disfrutando muchísimo del camino, como pocas veces antes en India. Sin tráfico, sin contaminación, sin ese infernal ruido de los pitos y los motores de los camiones escupiéndote diesel en la cara, el camino adquiere otro aspecto más benigno, mas elemental. Bordeando las montañas, cruzando serpenteantes ríos, pasando por bosques habitados únicamente por monos ruidosos que comen al borde de la carretera, sentí que ahora estaba subiendo, subiendo por el camino al cielo. Subiendo ahora si a los Himalayas.

La razón de tanta calma, la supe después, es sencilla. Por éstos días se celebra la fiesta de independencia de India y por tanto muchos negocios cierran, al igual que el transporte de carga y pasajeros. Las personas recurren entonces a los trenes para su transporte, dejando las carreteras tranquilas y pacíficas, tal como deberían ser.

Un rato después, luego de cruzar el sagrado río Yamuna, entré al estado montañoso de Himachal Pradesh, y a su puerta de entrada, Paonta Sahib, una de las ciudades más famosas y sagradas para el Sikhismo.

Por un rato estuve buscando un lugar donde pasar la noche, sin mucha suerte. Al parecer no había un solo hotel disponible o que no fuera absurdamente costoso. Un Sikh con su turbante azul me explicó que al ser un lugar sagrado de los Sikhs, en el Gurudwara o templo principal (lo mismo que en todos los demás templos de ésta religión) dan posada a los viajeros, al igual que alimentación y tratamiento médico si es necesario. Sin costo alguno. Y así pues fue como entré con Alma a uno de los templos Sikh más importantes, donde uno de sus Gurús pasó la mayor parte de su vida.

Desde la ventana de mi habitación, se ve el atardecer dorado donde Surya, el dios sol, se esconde detrás de las montañas, pintando al río Yamuna de increíbles matices de oro.

domingo, 23 de agosto de 2009

La casa de los dioses

Uttarakhand es el nombre de uno de los estados que abrazan los himalayas y por el que tengo la suerte de transitar. En hindi, significa "la morada de los dioses" justamente porque es la morada de muchos sitios sagrados para el hinduismo: el nacimiento de los ríos sagrados Ganges y Yamuna, las ciudades santas de Haridwar y Rishikesh, y los Himalayas, que son cuna de varios de los dioses más importantes del panteón hindú. Hay que pensar en una especie de Monte Olimpo versión India, mucho más escarpado, verde y exhuberante.

Justo por su ubicación, está cubierto casi en su totalidad de bosques y montañas, lo que lo hace un increíble escape frente las temperaturas de verano bestiales que se viven en las planicies. Aunque la temporada del monsón no ayude con sus lluvias, recorrer sus carreteras es francamente un placer, aún teniendo en cuenta las subidas a las montañas que te destrozan las piernas.

De Rishikesh, bordeando el Ganges y siguiéndolo hasta su lugar de nacimiento pasando por colinas y montañas de verde vegetación y plagadas de cascadas y riachuelos. De paso por Theri, una poblado que no tiene mucho que me atraiga más que una cama por la noche y un plato de lentejas como cena. De allí sigo hacia el oeste hasta llegar a Mussorie, la reina de las estaciones de montaña del estado, en la que los británicos y los indios adinerados pasaban sus vacaciones de verano. Francamente esperaba algo más encantador, pero igual el clima no ayudó mucho. Tenía que apurarme porque más al norte, las carreteras de los altos pasos en los Himalayas solo están abiertas por un par de meses en verano, y el tiempo se me va quedando corto por el tema de no tener afán y tomármelo todo con calma, mucha, mucha calma.

De bajada, paso por la capital del estado Dehra Dun, donde tenía entendido que era el festival nacional de teatro de ese año. Sólo por eso pasé por acá en vez de continuar de largo, pero cuando logro encontrar al fin alguien que sabe de éste festival, me dice con franca tristeza en su rostro que se apena mucho por mí, pero que el festival se acabó días atrás... Claro, el tema de no planear un carajo tiene algunos imprevistos, como éste. Pero bueno, no hay nada que hacer sino continuar hasta las montañas cercanas de Dehra Dun, donde está la estupa (construcción budista) en teoría más grande del mundo, pero creo que es más cuestión de optimismo y orgullo indio que otra cosa. También había una escultura enorme de un Buda sentado, y una comunidad de monjes tibetanos muy ocupados en lo suyo pues en Dehra Dun hay una universidad Budista, de las pocas que quedan en India.

El clima seguía lluvioso y así y todo tocaba continuar la marcha hacia Paonta Sahib, uno de los lugares sagrados para la religión Sikh, que quedaba en el límite entre los estados de Uttarakhand y el de Himachal Pradesh, donde la subida a los Himalayas se pondrá seria y el aire, escaso.

viernes, 21 de agosto de 2009

Rishikesh, el bazar de la espiritualidad

India es muchas, muchas cosas. Entre ellas, es la de ese bazar espiritual que proporciona todo lo que la gente buscando respuestas necesita. Cuna del Yoga, de los Vedas y de los textos sagrados como el Bhagavad Gita, el Ramayana, y tantos otros. Lugar de nacimiento de muchas de las religiones más importantes del mundo, como el Hinduismo, Jainismo, Sikkhismo, Budismo y demás. Aparentemente India, contrastando fuertemente con el caos de sus ciudades, ofrece en bandeja de plata la paz espiritual a todos los viajeros sedientos de ella.

Rishikesh, unos cuantos kilómetros al norte de Haridwar y sentado en una locación idílica al pie de los Himalayas, junto al sagrado Río Ganges, es el ejemplo perfecto de éste mercado espiritual para todos los gustos. Conocido oficialmente como la capital internacional del Yoga y extra-oficialmente como el mercadillo de la espiritualidad sosa, es un poco como los Saddhus que la recorren día a día. Un poco de santa, un poco de tranquila, un poco de sabia, pero también buscavidas, mamagallista y medio hipócrita.

A lado y lado de sus calles salen mil letreros como en un supermercado, de gente que ofrece sus bienes. Hatha, Raja, Karma, Ashtanga, Iyengar y cualquier otro tipo de Yoga posible. Casitas de lata en las que se ofrece terapias completas de medicina Ayurvédica. Tiendas que venden estatuas de Shiva, Ganesha, Vishnu, y un par de docenas más de sujetos del panteón Hindú. Masajes ayurvédicos, herbales, tibetanos, tailandeses. Certificaciones en Reiki a granel. Shiatsu. Meditaciones de todos los tipos. Acupuntura. Clases de tantra bailable. Ashrams para todos los gustos en los que solamente se quedan los turistas por unos días para saborear la iluminación. Te leen la mano, el chocolate, las cartas, el agua, el té. Te venden piedras, talismanes y amuletos para mejorar tu suerte, tu salud, tu amor. Hay gurús que de día enseñan a recitar mantras o a realizar complicadas pujas, y de noche salen a relajarse a comerse una hamburguesa vegetariana. Hay recitales de música clásica india con su sitar y con su tabla, en el mismo local donde momentos antes se hacía una movida e intensiva sesión de meditación dinámica al estilo Osho.

Rishikesh se hizo famosa de la noche a la mañana porque un día cualquiera, un grupo de hippies en su época de oro vino a pasar una temporada acá. Pero no era un grupo cualquiera, venían de Inglaterra y eran más conocidos como The Beatles. Y aunque eventualmente se largaron porque descubrieron que el ashram del Maharishi donde se quedaban no era más que una estafa y una broma, miles y miles de personas han seguido sus pasos hasta este pequeño lugar, buscando inspiración, tranquilidad, iluminación, o simplemente, una ubicación idílica con yerba barata.

Sin importar lo que pase en sus calles, sin importar los saddhus (falsos o verdaderos) o los peregrinos que la inundan por todas partes, sin importar el mercadillo new-age del pueblo, Rishikesh y sus alrededores efectivamente son un lugar privilegiado. En medio de las montañas, si todo el rollo de la espiritualidad se vuelve muy agobiante, solo unos pocos kilómetros lo separan a uno de los bosques y selvas que están ahí para uno solo. Cascadas, riachuelos limpios, árboles viejísimos. Y los Himalayas, esos imponentes gigantes de roca, desde atrás no te quitan ni un segundo la vista de encima.

miércoles, 19 de agosto de 2009

Haridwar

A orillas del Ganges y al pié de las montañas, Haridwar me recibió con una frescura que hace mucho rato no me acordaba que existía. Acostumbrado a los veranos en Rajasthan y en las planicies del norte de India, los 25 grados de Haridwar me hicieron casi que tiritar del frío. Y bueno, además que estaba cayendo un aguacero de miedo... El monsón aparentemente está pegando con fuerza por éstos lados, lo que es una buena noticia para los granjeros y para el clima, pero una mala noticia para mis alforjas y mi equipaje que contrario a lo que el vendedor Chino me aseguraba, NO SON a prueba de agua. A prueba de kilómetros, maltrato y tiempo si, pero no de agua.

Como la mayoría de ciudades sagradas, Haridwar está repleta de una enorme masa orgánica de cuerpos y personajes de todos los tipos que buscan la salvación. El olor a incienso, a frutas, a curry y a mierda invade el ambiente. Por las calles principales circulan momento a momento miles de peregrinos, saddhus, turistas y rebuscadores cada uno tratando de encontrar lo que sea que fuere que no tienen: paz espiritual, tranquilidad, liberación, dinero, sexo, una buena foto o todo lo anterior.

Lo bueno es que por la ubicación de Haridwar, el clima por ésta época es más benigno con la gente y el río Ganges baja de la montaña un poco más limpio e imperturbado por la contaminación de millones de personas y fábricas que día a día lo desbordan con sus deshechos. La gente aún hoy en día sigue haciendo las abluciones sagradas de las que tanto hablaban en los Vedas, y se ciñen a los rituales de adoración y respeto como sus ancestros, miles de años atrás.

Aparte de sus ghats, sus templos, sus saddhus y sus callecitas estrechas llenas de bazares ocultos, Haridwar esconde pequeños tesoros inesperados que hoy, ahora mismo, te van alegrando la vida un poquito más.

domingo, 16 de agosto de 2009

Highway to Hell, Indian Version

Un leve cambio de planes pero el destino seguía siendo el mismo. Himalayas. Pero en vez de ir a Shimla de primero, había un desvío hacia el estado vecino de Uttrankal, hogar de muchos sitios de peregrinación como el Gangotri y Yamunotri (sitios donde nacen los ríos sagrados del Ganges y Yamuna), las montañas del Himalaya y Haridwar, otra de las siete sagradas ciudades del Hinduismo. Y no se por qué, pero aparentemente sin planearlo resulto dando vueltas en casi todas éstas ciudades de peregrinación. Y digo que sin planearlo, porque si bien el hinduísmo es una religión mitológica llena de dioses, historias, castas y colorido, no es una ideología que me seduzca, que me llame mucho la atención sino desde un punto de vista netamente estético. Cada día que paso en India quedo más seguro que no estoy acá por el bazar espiritual, ni por tomarle fotos a los Saddhus, ni por balancearme entre los millones de dioses y los otros miles de "Nogurús" espirituales que deambulan por ahi. No. Cada día que paso en India estoy más convencido que estoy acá de paso solamente, viviendo lo que tengo que vivir en éste país de alto voltaje, sea lo que sea. Mis maestros no tienen cabello largo ni caras untadas de ceniza. No viven en las riveras del rio Ganges haciendo abluciones místicas y ceremonias del fuego y del agua. Mis maestros son las incontables personas que se aparecen día a día como ángeles camuflados. Son esas personas sencillas, tranquilas y humildes que te comparten una historia, un chai, un pedazo de su vida. Que te enseñan sin proponérselo. Son los amaneceres y las puestas de sol, son las montañas, los desiertos y las tormentas de lluvia o de arena. Son el carnaval de elementos que desfilan frente a tí, día a trás día, con alguna lección.

Y la lección de éstos días, fue de paciencia. Paciencia porque es lo que me hizo falta al tomar la carretera que conduce de Delhi hacia Uttaranchal, donde habían trancones (o tacos o embotellamientos) que duraban HORAS, solamente porque un chistoso conductor Indio le dió por pasarse de listo y meterse en contravía por una autopista. Y aunque hubiera una fila de autos, motos, bicicletas y camiones pesados estancados, muriéndose de calor y de sordera por todos los pitidos frecuentes, no quería devolverse a su camino y dejar que el tránsito fluyera como debería hacer. Paciencia para no gritarle a él y a todos los conductores con esa absurda lógica India y recordarles a su santísima madre. Paciencia, porque en los estrechos caminos hacia Haridwar, absolutamente TODO el mundo te pita con esos pitos ensordecedores que terminan por hacerte perder la cordura y el sentido del oído. Paciencia, porque no respetan el hecho que vos estés compartiendo la vía con ellos y te tiran a la cuneta, sin importar qué.

India, sos un hermoso país, pero tus conductores sencillamente son los peores del mundo. Por fortuna dejé mi AK-47 en casa (já!) o si no hubiera podido estallar un conflicto trasnacional...

Nada, tal vez respiro por la herida, pero... ¿qué se puede esperar de los conductores que le ponen a sus camiones un letrero que dice "HORN PLEASE" (pite por favor)? India puede ser todo menos silenciosa, y sus carreteras son el epítome de ésto.

Pero bueno, como habría dicho, paciencia.

La ruta hacia Haridwar por ésta época de Julio es aún más congestionada porque por éstas fechas es la peregrinación anual hacia los puntos sagrados de las montañas, hasta finalmente llegar al nacimiento del río Ganges. Por las carreteras se ven muchos peregrinos vestidos de naranja que van hacia o desde el glaciar en los Himalayas con un poco de agua en sus hombros. Éstos tipos van la mayoría a pié y descalzos, y esperan que ésta peregrinación que puede durar desde un par de días hasta varios meses les logre expiar sus culpas y alcanzar una reencarnación más favorable, o en el mejor de los casos lograr el Moksha o la liberación definitiva del ciclo de nacimientos y muertes.

Uno de éstos peregrinos, se me unió al anochecer mientras estaba yo armando mi hamaca en un bosquecito a la orilla de la carretera y comenzó a hablarme en inglés básico de su familia, sus creencias, sus planes y su vida. Tenía orgulloso sus baldecitos con agua sagrada del nacimiento del ganges y me contaba que solo le faltaba una semana para llegar a casa. Llevaba casi un mes caminando descalzo. Y como no hay tal cosa como renunciación absoluta, terminamos el y yo tomando cervezas y comiendo curry de maní antes que el sueño nos secuestrara y nos llevara mucho más lejos que ese bosque olvidado en el norte de India.

viernes, 14 de agosto de 2009

Delhi Reloaded

A Olimpia, Jair, Efy, María, Santiago, Mario, Natalia y todos los Colombianos en Delhi que de una u otra manera me dieron la mano, una palabra, su casa (!), o una sonrisa, me escasean palabras para decirles bonito... Gracias parceros!!!

Dicen que no hay segundas partes buenas. pero en ésta ocasión felizmente no fué así. El encore para Delhi ésta vez estuvo lleno de buenas sorpresas y sobretodo, mucho sabor a Colombia. El tema fué que antes de salir para el Rajasthán cuando estaba haciendo los trámites para sacar un nuevo pasaporte en la embajada, charlando y charlando con la gente de allá me invitaron a pasar la fiesta nacional en Delhi en un evento que estaba organizando la embajada de Colombia. Pues como es costumbre, llegué de un pueblito en Rajastán llamado "Dudú" directo para el hotel donde iba a ser la invitación. Cansado, sucio, y polvoriento, estacioné la bicicleta bajo un letrerito que dice "No Parking" y luego de varios chequeos de seguridad en el que me preguntaban varias veces por qué cargaba en mis alforjas herramientas, y navajas, y tarros de aire comprimido (no los culpo) me dejaron entrar al lobby. Lo primero que hice fue buscar un baño para al menos cambiarme de ropa y limpiarme la tierra de la cara.

Y en resúmen, bueno, digamos que hace mucho, mucho tiempo los días no me sabían tanto a lo que sabe mi tierra. Gente, gente buena, música de mis mares y mis montañas, comida que trataba de hacerse pasar por Colombiana (la intención es lo que vale!), rumba light, más gente buena y una banderita que pondré como pueda sobre Alma. Muchas historias compartidas, algunas de las cuales te llegan derechito al corazón.

Lastimosamente, aunque la noche estuviera apenas empezando, la fiesta diplomática muy diplomáticamente se fue terminando. Y en esas un par de Samarios rebuena onda me adoptaron por unos días y me invitaron a quedarme a su casa, en la que vivían ellos y otros AIESECos. Rumba, descanso, sabor a mi tierra y muy buena vibra que es algo que les sobra. Aparte, aproveché para unas reparaciones que necesitaba y visitar un par de templos que me hacían falta en Delhi y que aparte, quedaban cerca.

Una parada en Delhi que no me imaginaba, recargando las baterías de muy buena energía, pero los Himalayas llamaban, así que una vez más Alma y yo nos despedíamos y nos enfrentábamos a lo desconocido. Una vez más.

jueves, 30 de julio de 2009

Jaipur

La famosa ciudad rosa, la capital y puerta de entrada de Rajasthan, la que se eleva al borde del desierto del Thar. Jaipur es muy conocida por sus bazares, sus palacios, sus fortalezas y su elevada cantidad de turistas que la invaden día trás día. Tenía algo de expectativas por conocerla y era ella mi lugar de despedida de Rajasthán. Pero si bién tiene unas joyas de arquitectura como el delicado Moti Mahal o Palacio de los Vientos, o el Palacio del Maharaja, o hasta el enigmático y bizarro Jardín de la Astronomía Mongola, Jaipur tiene más de ciudad grande y carnívora que de población encantadora como tantas otras en Rajasthán.

Protegida por las fortalezas construídas en la cima de unas colinas vecinas, Jaipur se levanta todos los días al salir el sol a vender sus telas y mercancías en los bullosos bazares de la ciudad vieja. Encantadores de serpientes se sientan a la sombra de las murallas de la ciudad, mientras los camellos pasan tirando carros cargados de mercancías para vender. Los minaretes de las mezquitas cobran vida cuando hacen sonar al unísono los cánticos e humnos de los imam musulmanes. Y no mucho tiempo después, las calles se atestan de rickshaws, bicicletas y buses blancos e impecables llenos de turistas que toman fotos por las ventanas cerradas mientras pasan rumbo a la famosa Agra y su Taj Mahal.

Pero siendo francos, Jaipur la verdad tiene mucho de lo que no me gusta de las ciudades y poco de lo que me enamora. En su transición a ciudad pujante y emergente, ha perdido gran parte de su carisma. Muchas de sus gentes han dejado en el olvido su tradición Rajputh y solo se dedican a la actividad de hacer dinero. Los colores dejaron de ser un signo de orgullo de sus calles, para solo ser un decreto oficial expedido unicamente por que atrae turistas. Cara, impersonal, aburrida.

martes, 28 de julio de 2009

Saltando de ciudad en ciudad

Jodhpur, Mandore, Barr, Ajmer, Pushkar y cién pueblos más van quedando atrás en el camino. Muchos recuerdos e instantáneas en la cabeza. Las casas en tonos azulados, los palacios de Jodhpur. Los jardines, las ruinas de templos y las vacas sagradas de Mandore. La increíble hospitalidad de la gente de Barr. La extrema devoción de los peregrinos musulmanes en Ajmer, la ciudad más sagrada del Islam en el Sur de Asia. El polvo, la bulla y los camellos en el religioso pueblo de Pushkar.

Cada día, una ciudad, un maestro, una experiencia conmovedora. De la mano de Alma, voy conociendo gente y lugares que no me imaginaba que existieran, con la incierta indecisión de lo que me espera en ese futuro que tanto me solía preocupar.

Kilómetro trás kilómetro voy viviendo, algunos duros, otros infinitamente felices. Y es en esos que los que uno piensa que aunque pueda que vengan momentos difíciles, el solo hecho de estar viviendo un amanecer más, una sonrisa de un desconocido más, la amabilidad inesperada, hace que todo valga la pena. El viaje no es más que un continuo de momentos que tienen algo para decirte.

El punto está en ponerles atención.

domingo, 26 de julio de 2009

Jodhpur

La famosa ciudad azul de India, Jodhpur es una extensa y colorida población sobre el gran desierto del Thar en Rajasthan. Una ciudad repleta de callejuelas estrechas, bazares ruidosos y pequeñas sorpresas en cada esquina. Vigilando silenciosamente a Jodhpur, se levanta majestuoso sobre la colina más grande de la ciudad el fuerte de Jodhpur, el Mehrangar, el más grande de toda India que además es hogar del delicado y elegantísimo palacio del Maharaja acorazado y vestido para batalla o para el amor. Con medio milenio de antigüedad, es un fuerte que nunca ha sido tomado por la fuerza, y eso es mucho decir en la agitada y guerrera región del Rajasthan donde las guerras y las batallas eran casi que ritual.

Más grande que Jaisalmer, menos llena de gente que acosa al extranjero y con un poco más de ese encantador caos de los bazares indios, Jodhpur es el epicentro de una agitada actividad comercial en la que abundan las especias, las increíbles telas bordadas, las artesanías, palacios, havelis o casas antiguas, cultura y música.

Los bazares de Jodhpur están llenos de clanes de artesanos y vendedores cuyas familias se han dedicado a lo mismo durante generaciones, y lo siguen haciendo con gusto. Gente que con un chai en la mano tranquilamente abre sus puestos día a día mientras habla con el vecino. Gente tranquila, satisfecha con lo que hace. Gente simple, gente que sonríe, que tiene problemas, pero gente que disfruta las pequeñas cosas de la vida.

Hasta el momento he sido un adicto al "Lassi" que es una bebida parecida al Yoghurt hecha de crema de leche, azucar y hielo. Pero en Jodhpur me enamoré del lassi de Makhaniya, que además de la crema y el azucar estándar, tiene especias tradicionales Indias como cardamomo, clavos y un poco de mantequilla. Suena pesado, pero vale la pena cada pecaminosa caloría que contiene.

El barrio dentro de la ciudad amurallada es encantador, y para mi era un verdadero placer subirme a la terraza a hablar con la gente mientras el sol iba desapareciendo detrás de las casas color azul. En las callejuelas de abajo pasaban vacas y bicicletas, y en los techos de las casas vecinas un montón de niños sale con sus cometas artesanales a desafiar el cielo y el viento mientras despiden un día que va pasando de largo. Es un barrio que de alguna manera u otra con sus colores y sus callecitas estrechas me recuerdan un poco a mi querido barrio de La Candelaria en Bogotá que me acogió como otro hijo más cuando estaba viviendo por allá hace tantos años que pareciera una eternidad...

Y nada, es que el tiempo tiene esa manía de pasar y pasar y pasar.

En la noche, escuchando de fondo melodías de los violines Rajputh y el ritmo de las tablas (instrumento de percusión indio) empaqué casi cayendome del cansancio: Mañana es día de viaje también.

viernes, 24 de julio de 2009

Armas nucleares, tormentas de arena, y ciudades azules

Aunque el calor me hubiera tentado a no salir nunca de Jaisalmer y quedarme en mi habitación palaciega muchos días más, los caminos de Rajasthán seguían llamándome, haciendome ellos la pregunta si era lo suficientemente hombre (o loco) para desafiarlos y vencerlos en ésta época. Del remoto Jaisalmer a Delhi eran casi mil kilómetros de carretera desértica, polvorienta, difícil. Pero con Alma recién preparada, y yo bién descansado, estaba confiado en que todo iba a salir muy bién.

Ah, la ingenuidad...

En rumbo hacia Pokaran la carretera es terriblemente abrasadora y dificil, en una sola palabra, infernal. El calor te enloquece, pero lo que te mata en realidad es que efectivamente estás en un desierto, y los pozos con agua que tan comunes eran en el norte de India, desaparecen por completo en Rajastan. En la carretera estás vos, sudando y respirando fuerte y al lado, abrazándote, el desierto. Ese desierto rudo, inhóspito, en el que la vida lucha con todo lo que tiene por pasar un día más. Ese desierto que tantos han tentado y tan pocos han vencido. Las botellas con agua que llevaba se acabaron en unos minutos y el optimismo de encontrar un pozo o alguna estación de servicio se iba desvaneciendo poco a poco. Afortunadamente encontré una casa escondida en la arena y como pude les pedí algo de agua. Las mujeres me miraban como bicho raro (que bueno que ya me estoy acostumbrando) y al final me llevaron al patio trasero donde en unas tinajas de barro había un agua color parduzco de dudosa proveniencia... Pero como la sed mata cualquier prejuicio o asco, a mi me supo a nectar caído del cielo y luego de llenar mis reservas y agradecerle a las hijas del desierto, seguí en la suicida marcha por las vacías carreteras de Rajasthán.

Luego de muchas horas que se me hicieron un verdadero suplicio, llegué a Pokarán que es donde India le dá por hacer las pruebas nucleares para intimidar a su vecino Pakistán. Cercadas y rebosantes de ejército y fuerzas militares, los sectores en los que todavía están los cráteres de las bombas y proyectiles atómicos están claramente delimitados. Allí en Pokarán también hay algunos fuertes y edificios de interés, pero francamente me importaba un carajo porque lo que quería era descansar y salir al día siguiente antes que saliera el sol y el calor me matara. Tal vez sería un día menos difícil, no?

Ah, la ingenuidad...

Tantos días en el monasterio de Tailandia te enseña al menos a madrugar y disfrutar los primeros instantes del día. Pues aún a oscuras empecé el largo trayecto rumbo a Jodhpur que también cruzaba parte del gran desierto del Thar. Y todo iba bién, estaba animado, el clima estaba pasable y la carretera estaba sola para mi. Incluso tenía ganas de cantar, así de optimista estaba.

Hasta que llegó la tormenta de arena.

En cuestión de minutos, el cielo se puso un poco oscuro como si fuera a llover más tarde. Y empezó el viento a soplar fuerte, cada vez más y más fuerte. La arena empieza a golpear durisimo y la carretera se cubre por completo de polvo del desierto, que también se te mete en los ojos, en la boca, en cualquier parte que esté expuesta. No hay nada que hacer, ver es imposible. Solo escuchás ese atronador rugido del viento jugando con la arena, tratándote de violarte entre ambos.

A uno le pasan por la cabeza todas esas imágenes de películs y documentales del Sahara y África en las que luego de las fuertes tormentas de arena, nadie queda vivo. Y bueno, en medio de la preocupación y el desespero llegó el pensamiento tranquilizador de que no hay absolutamente nada que hacer sino buscar cubrirse como pueda y aguardar a que baje un poco para ver algún lugar que sirva mejor de refugio que el árbol seco en el que me agaché con mi krama protegiéndome la cara (amo ese krama, maldita sea!).

Y ahí estaba yo, uno de los ciclistas más estúpido de todos los tiempos, con un trapo en la cabeza y una bicicleta sucia al lado. Yo, armándome unas películas de terror en la mente y la arena clavándose como agujas en cada lugar del cuerpo que estaba descubierto. Alma se había caído por la fuerza del viento, pero estaba más estoica que yo.

Cuando ya me estaba desesperando, tan rápido como apareció, el viento fue disminuyendo y el día se fue aclarando. De nuevo el sol apareció y lo único que demostraba que había sucedido una tormenta de arena era el desastre en la carretera y los kilos de arena que de alguna manera se lograron colar dentro de las alforjas de la bici.

Tembloroso, sucio, empolvado, tomé un poco de agua para aclarar la garganta y mis pensamientos y continué camino hacia Jodhpur, esperando que ninguna eventualidad pasara. Y los dioses, viendo que tal vez había tenido suficiente con el desierto, me dejaron llegar en paz (aunque tardísimo) a la ciudad azul de Jodhpur.

jueves, 23 de julio de 2009

Hacia el mítico Rajasthan

Hay una región en India en la que dicen que sus hombres vinieron directamente del sol, por eso son fuertes, feroces, guerreros, valerosos y honestos. En la que la gente aprendió a convivir con el sol y con el desierto, y los fuertes se mezclan con los palacios. Donde los maharajas con turbantes coloridos y cimitarras llenas de joyas se lanzaban a la batalla sobre elefantes, camellos y corceles, mientras que sus esposas y demás mujeres del harem los esperaban en los palacios victoriosos en las ciudades, porque para ellos derrota era sinónimo de muerte. Una región en la que las ciudades, los turbantes y los saris son de intensos colores: azules, rosas, dorados. Esa región es conocida como el Rajasthan, abrazando al Desierto del Thar en la frontera con Pakistán.

Antes, tenía la idea de empezar a subir a los Himalayas y darme un vueltón por ahí, pero decidí hacer el cambio de planes para visitar Rajasthan antes de subir las montañas. Mejor dicho, como no quedé saturado de tanto calor del verano de India, decidí ir al desierto en la temporada más caliente (nótese la ironía). No mentiras, pero el tema es que solo podía visitarlo en ésta época y el Rajasthan queda seductoramente "cerca" a Delhi como para decirle que no...

Entonces tomé un tren en Delhi, monté a mi Alma muy juiciosa en el compartimento de equipaje, y por primera vez me subí en un tren en India, ésta vez en un vagón de clase Sleeper rumbo a Jaisalmer, la somnolienta ciudad de oro que parece salida de uno de esos cuentos de hadas.

Y casi 24 horas después...

Llegué. Jaisalmer es un pueblo en el corazón del desierto en el que todos los días, sin falta, brilla el sol dándole a las casas y fortalezas ese matiz de oro que hizo que se le llamara la ciudad dorada de India. A menos de cien kilómetros de la disputada frontera con Pakistán, y en medio del Gran Desierto de Thar, es famoso por su imponente fuerte, sus havelis encantadoras (antiguas casas de arquitectura clásica), sus poderosos Bhang Lassis (no preguntar) y por las excursiones o safaris en el desierto, a lomo (o joroba) de camello. El pasear por las dunas del inhóspito desierto era algo que me seducía y aunque Alma se pusiera celosa, lo iba a hacer.

Hay excursiones en el desierto para todos los gustos (y resistencias). Desde los extenuantes recorridos de varias semanas por el desierto hasta los simples de un par de horas, en todos se tenía la oportunidad de perderse en las dunas y respirar un poco de la vida de la gente de los Rajputs (gente de Rajastán). El silencio del desierto, las campanitas de las cabras que buscan entre los espinos algo para comer, los pueblos de casas hechas con barro y paja, templos abandonados, el viento cálido que hace cantar la arena, los místicos amaneceres y puestas de sol... Es una experiencia que hay que vivirla, así sea en un verano abrasador.

En Jaisalmer me quedé dentro de un haveli en la mejor habitación que 3 dólares pueden comprar. No me lo podía creer, parecida sacada de un cuento de las Mil y Una Noches... Con balcón, adornos en el techo, cama de luna de miel, baño casi tan grande como la habitación... Me quedé más días de lo planeado en Jaisalmer, relajándome, acostumbrándome al desierto y a sus encantos.

Pero la hora de partir también llega, y ésta vez era rumbo a Jodhpur, la famosa ciudad azul de Rajasthán.

miércoles, 22 de julio de 2009

Postales de Delhi

Delhi es una de esas ciudades que no se lleva el premio a la belleza. Caótica, sucia, contaminada, enorme, cara, en resumidas cuentas, fea. Es facilito entender la razón por la cual algunas personas se arrepienten de su visita a India con tan solo un par de días en la capital (lo peor es que es una historia bastante frecuente). Estafadores, buscavidas, conductores de rickshaw avispados no ayudan a que tu estado de ánimo mejore. Pero si uno raspa y raspa la superficie, se encuentra en que si se le da una oportunidad a Delhi lo recompensará a uno con templos y monumentos de arquitectura única repletos de historia, bazares donde uno puede encontrar lo que quiera, pequeños puestos de comida deliciosa y gente verdaderamente amable.

En Delhi me quedé forzadamente unos días, aprovechando que es un lugar en el que se encuentra fácil conexión a Internet, pero lo más importante fue que saqué otro nuevo pasaporte, arreglé un poco a Alma, y revisé cuales eran las vueltas para la visa de Pakistán y, ejem, Irán.

viernes, 17 de julio de 2009

Oda a los anónimos reparadores de bicicletas

En Asia, las bicicletas siguen siendo los vehículos de preferencia de la mayoría de personas, incluso aún más que las motocicletas o los carruajes tirados por búfalos (!). Por ello, y como caídos del cielo, hay cientos de amigables personajes que por una fracción de un dólar se encargan de reparar una llanta pinchada, arreglar un rin desbalanceado, reparar los frenos, o hacerle mantenimiento básico a tu bicicleta. Y es todo muy zen, porque todos ellos tienen en común que son tipos relajados, algunos silenciosos, algunos gregarios, pero siempre con esa tranquilidad y frescura que uno ve raras veces en las ciudades. Y aunque muchas veces no tienen las herramientas adecuadas, éstos tipos francamente logran hacer milagros. Gracias a todos ellos.

Pero a veces, uno necesita algo más específico, un repuesto en particular, una parte escasa, una pieza importada de calidad. Para eso, hay que buscar tiendas un poco mejores que tengan más surtido. Y en mi viaje de 8,000 kilómetros, han habido varias ciudades de Asia en las que he buscado mucho y encontrado las que, a mi parecer, son las mejores tiendas de bicicletas. Acá hay una lista que no es exhaustiva en absoluto porque la saco de memoria, pero que busco reconocer a quienes merecen ser reconocidos.


CHINA

Las ciudades capitales de provincia, son el paraiso para los ciclistas. Bicicletas de muy buenas marcas, partes de recambio de alta calidad y accesorios increíbles, todo a precio de remate. Mi primera bicicleta china la compré por unos 15 dólares... eso lo dice todo.

En Chengdu
Acá compré mi bici en una de las tantas tiendas de GIANT esparcidas por toda la ciudad. No vas a tener problema con encontrar una.

En Kunming
Ubicada al sur de china, es una ciudad que recuerda el calor del sureste de Asia. Es un buen lugar para hacerle servicio a la bici antes de cruzar las fronteras con Laos, Vietnam, o empezar una aventura Tibetana. Allí también están las ubicuas tiendas de GIANT, pero para piezas especiales o accesorios, el premio se lo lleva:

Sr. Xiong Jun Wu, de Fat Tyre Fun Mountain Bike Club (cerca a Yunnan University)
No. 51, Unit 5 of Beimen Road, Kunming, China
Mail: bear_bike@hotmail.com

Aunque su inglés era tan básico como mi chino, nos logramos comunicar y fuera de las piezas de excelente precio y calidad que le compré, me llevé una bolsa llena de regalos. Hay que pedir descuento.


VIETNAM

Vietnam, Vietnam. Sus calles están llenas de bicicletas, pero sus ciudades carecen increíblemente de buenas tiendas. La mejor opción es en Hanoi, en la calle de las bicicletas que queda al sur del lago central. Por allí hay muchas tiendas de bicicletas en las cuales se consiguen algunas cosas y se puede probar suerte. Tal vez tengan mejor suerte que yo!


CAMBOYA

Si preguntas por una tienda de bicicletas, lo más seguro es que los locales te señalen la vía que da al venerable anciano del pueblo que tiene dotes del arte zen de la reparación de bicicletas. De cualquier manera, en Phnom Penh se encuentran algunas cosas para bicicleta en el mercado central y en el mercado ruso. Pero ojo, es lo más barato de entre lo barato. Perdí dos seguros para la bici en menos de dos días, así que considerate advertido.


LAOS

En Vientiane conocí una chica que me dice que hay una tienda al norte de Talat Sadet (?) que importa bicicletas de buena calidad desde China. Las que encontré unicamente vendían bicicletas para niños y de esas enormes y monstruosas bicicletas de la segunda guerra mundial. En todo caso, si algo serio le pasa a la bici en Laos, lo mejor es esperar y llevarla a Tailandia donde se le puede dar el cariño que necesita.


TAILANDIA

Ah, Tailandia. En cualquier ciudad mediana o grande encontrarás tiendas que reparan bicicletas de todo tipo, y que venden las famosas Trek, Merida, Giant y hasta Canondale. En Bangkok hay un surtido de tiendas que traen bicicletas muy buenas y le hacen servicio completo a las bicis que lo necesitan. Para mi, el premio se lo lleva:

Sr. Fausto Ezequiel (?), en The Bike Zone
2nd Floor, Amarin Plaza
Bangkok, Thailand

Fausto, es un hermano de Venezuela que da todo a buenos precios, y lo mejor de todo, es honesto y siempre tiene un buen consejo para darte. Aparte, su céntrica ubicación y de fácil acceso en el Skytrain la hacen imbatible.

También están las conocidas Probike, al norte del parque Lumpini y Canondale, por allá en Sukkhumvit. En Chinatown también encontrás una calle de bicicletas con una decena de tiendas de bicis para todos los gustos (y presupuestos).


INDIA

India es el paraiso para aquellos que aman los vehículos vintage, en especial las bicicletas que pesan una tonelada y que tienen estilo de la segunda guerra mundial. Si, por el contrario, buscas una buena bicicleta de touring o todo-terreno, con cambios y de un buen marco, estás en problemas. Hasta los mejores mecánicos de las tiendas de bicis alucinan cuando ven el sistema de la cicla que llevas, y eso nunca, pero nunca es un buen signo.

De cualquier manera, si necesitas urgentemente alguna reparación que se les sale de las manos a los mecánicos de carretera, puedes preguntar por:

Sr. Ramesh Arora, en The Hero Zone (Zamindar Cycle House)
60A & B, Cycle Market, Phase 1, Jhandewalan, New Delhi, India

El hombre es muy, muy honesto, te da las cosas a precio de local, y si hay alguna pieza que no tiene en inventario, te lleva a donde la puedes conseguir. Aparte, su tienda es una de las que más movimiento tiene en el sector y tiene de los poquísimos mecánicos certificados que pueden hacerle servicio a bicicletas con cambios.

Como decía, éste post no puede interesar a muchos, y aparte dista mucho de ser un directorio exhaustivo, pero podría ser bastante útil por si necesitas urgentemente reparar el cassette de piñones estando en la mitad de la nada en Asia, sin saber por donde empezar.


Summary: Bicycles shops all around Asia: China, Vietnam, Laos, Cambodia, Thailand and India.

jueves, 16 de julio de 2009

Llegue

Casi un mes de recorrido. Mil ochocientos kilómetros. Clima de verano extremo, cincuenta grados centígrados a la sombra. Siete grandes estados atravesados. Decenas de galones de líquidos bebidos (y sudados). Kilos de polvo en la ropa, en el cuerpo, en la sangre. Dos inconvenientes grandes en la ruta. Incontables personas increíbles que conocés en la ruta. Monumentos famosos, monumentos menores, monumentos anónimos. Muchísimas más historias de las que podré recordar, pero las que espero, me habrán moldeado en una persona mejor. O al menos, más consciente.

Estoy en Delhi, luego de uno de los meses de pedaleo más difíciles e intensos de toda mi vida. Llegué a Paharganj (el ghetto de turistas con un presupuesto ultralimitado) en el centro de Delhi casi a medianoche. Cansado, con dolor en las piernas y espalda, tostado por el sol, empapado por la primera lluvia del monsón, hambriento, pero llegué.

LLEGUÉ! Atravesando carreteras francamente desastrosas, azotado por el viento de cara y por las diarreas de viajero, pedaleando algunos días más por la pura fuerza de voluntad que por el poder de mis piernas, pero llegué. LLEGUÉ!

Empantanado, sucio, con el pelo hecho un desastre. Pero recorrí cada uno de los casi dos mil kilómetros con el sudor de mi cuerpo. Yo, que me daba pereza levantarme a contestar el teléfono, o prefería ir en auto a la tienda de la esquina (bueno tampoco, pero casi!)

Cruzar en bicicleta la intensisima India de occidente a oriente, en un terrorífico verano era algo que ni se me hubiera ocurrido en mis sueños más locos. Y sin embargo eso fué lo que hice, y carajo, con tan solo eso mis nietos tienen algo de lo que pueden estar satisfechos de su viejo abuelo (nietos?! abuelo?!?!)

Hecho polvo llegué a mi hotel, sintiéndome entre jubiloso y un deprimente despojo humano. Nueva Delhi. Parqueo la bici contra una pared, me siento, y exhalo todo el aire cansado, esperando que se llevase un poco del cansancio de mis huesos.

Y de la nada empieza a sonar el rugido de decenas de tambores que encabezaban una extraña comitiva. Resulta que en un abrir y cerrar de ojos, la calle se llenó de gente que gritaba, celebraba, giraba y bailaba. La razón? Una celebración de matrimonio indio. Y tan rápido como inesperado, estaba yo en el medio de los indios que bailaban con frenesí, en medio de los estallidos de la pólvora, riéndome como niño y bailando con todos, sintiendo la misma sangre, el mismo calor, el mismo ritmo de los tambores que te jalan a la tierra y hacen mover automáticamente tus pies, y sentirte tan maravillosamente vivo.

India, nunca dejás de asombrarme.

India, llegué, llegué, pero tal vez nunca he partido.

miércoles, 15 de julio de 2009

Peregrinacion

Los días se ponen más y más calientes por la llegada tarde del monsón. Si me pusieran a elegir entre días secos e infernales, o mojados por el agua del monsón y caóticos... Creo que elegiría a las lluvias, porque aunque viajar con lluvia es a veces un desastre, no es tan extenuante e inclemente como un sol inclemente que te rostiza poco a poco. Pero nada, las lluvias no llegan y eso hacía que los 80 kilómetros que me separaban del Taj Mahal a Mathura y Vrindavan fueran mortales.

En un día normal, me tomo unos 4 o 5 litros de agua, pero en éste verano tomo el doble y aún siento que no me estoy hidratando lo suficiente. No he visto ningún otro ciclista de largas distancias en el camino, lo cual me parece muy normal porque no hay mucha gente que sea lo suficientemente loca (y estúpida) de tomar carretera en éstas condiciones! Pero bueno, no hay afán e igual ésto para mi no ha sido más que aprendizaje. Hay días duros y días no tan duros. Esa es la vida.

Curiosamente, de camino a Mathura cuando iba casi a punto de tirar la toalla y acostarme a dormir en la hamaca debajo de cualquier árbol, como salido de un espejismo vi en la mitad de la nada los arcos dorados de los tipos de McDo. Y bueno, aunque no me mate, la idea de una Big Mac con unas papas fritas y una coca cola enorme eran bastante seductoras! El tema es que McDonald's India no tiene hamburguesas con carne de res. O sea, no hay Big Mac. Pero si tienen su contraparte india, la Big Maharaja vegetariana! No hay Coca Cola, pero si su versión india, la llamada Thums Up (ojo, no Thumbs). Y en ese oasis de aire acondicionado y olores a grasas polisaturadas me quedé más de la cuenta, tentado a poner mi hamaca en dos columnas, claro está que los polis del sitio no estarían muy de acuerdo... En fín, hora de seguir el camino!

Mathura y Vrindavan son dos polvorientas poblaciones que no serían más que un nombre en un mapa de no ser porque hace varios miles de años, Sri Krsna (o Krishna) nació alli. Krsna es uno de los dioses más famosos del panteón Hinduista, y a éstos lugares vienen peregrinos de todas partes de India. De hecho, junto con Varanasi, es uno de los lugares más sagrados del Hinduismo y por estar en vacaciones de verano, está atiborrada de gente.

En Mathura hay un conjunto de templos muy grande y vistoso en honor a Krsna. Está inclusive una placa de piedra que indica el lugar donde nació aquel guerrero, político y músico famoso que terminó siendo deificado por los Hinduistas. Pero lo que verdaderamente sube el voltaje de el lugar, no son las esculturas o los retratos de Krishna, sino toda la energía y devoción de los miles de devotos peregrinos que hacen sus pujas (o adoraciones) en cada metro cuadrado del lugar. Hay gente que inclusive lame el suelo del lugar donde nació Krsna, lo cual dice mucho de su adoración porque es un suelo que miles y miles de personas pisan diariamente...

A unos 10 kms al norte queda Vrindaban, famosa porque allí era donde Krishna solía robarles mantequilla y esconderles la ropa a las lecheras cuando se bañaban en el río. Está lleno de templos en honor a él, y de carros cargados de peregrinos. También es el lugar de orígen de los Hare Krishna, quién tienen su sede alli en un templo enorme que visitan personas de todo el mundo. Tenía ganas de quedarme una noche más allí, pero el caos sagrado y las multitudes me llevaron a pasar por alto el bazar espiritual de Krishna y quedarme en un sitio más tranquilo.

Y es así como termino como siempre sin saberlo visitando los sitios más sagrado de las principales y más antiguas religiones del mundo! El viaje en bici termina siento más que turismo, una peregrinación extendida pasando por los sitios más sagrados del Hinduismo, Jainismo, Krishna, Islam y Budismo...

martes, 14 de julio de 2009

lunes, 13 de julio de 2009

Llegando a Agra

Cuando te sentás en la azotea de la pensión barata en la que te estás quedando, y sentís en el cuerpo la fuerza y la esperanza de un viento fresco que promete monsón y vida, y el sol cae pintando de rosa a lo lejosla fachada de mármol blanco del Taj Mahal, el más extravagante monumento hecho por amor, puedes sentirte dentro de una postal, en la India que venden en folletos turísticos, esa India como se la imaginan tantísimas personas alrededor del mundo.

Pero es solo cuando escuchas al mismo tiempo a los Imam de todas las mezquitas cantando sus himnos sagrados a Alá, y a los autorickshaws pasar como locos en la calle bajo de tí llenando el aire de pitos y de música pop hindi a todo volúmen, cuando los vendedores de especias en sus carritos pasan insultando a las vacas que se pasean como pedro por su casa en las calles, o en los techos de la ciudad los niños corren y juegan, y elevan cometas esquivando cabras, y a lo lejos se escuchan las campanas enloquecidas de la puja nocturna, es ahí cuando India se sale de la postal para cobrar vida, y se te entra por los poros y te intoxica y te hace agradecer que estás vivo, que estás acá, que estás viviendo éste instante.

domingo, 12 de julio de 2009

Khajuraho y el Kama Sutra

No es ningún secreto que en la actualidad, el Indio promedio sea bastante recatado y conservador con respecto al sexo. Para la mayoría de los solteros, es otro fruto del lejano árbol prohibido, algo de lo que solo aprenden de las películas de Hollywood (en las películas Indias las parejas ni siquiera se besan) y de sus amigos casados.

Pero es difícil creer que siempre eso ha sido así, en especial en Khajuraho.

Khajuraho es otra polvorienta y caliente ciudad en el corazón del estado de Madhya Pradesh. Conectada con el resto del país por medio de deplorables carreteras, llegar hasta allí es toda una aventura (o tortura, depende de quién lo mire) particularmente en bici, en la que uno no es más que una vil garrapata que los animales de cuatro ruedas más grandes y feroces quieren sacarse de la vía. Literalmente.

De Varanasi a Khajuraho, pasando por Allahabad y sus fuertes y sitios sagrados, por la polvorienta Mahoba e incontables poblaciones de casas de barro. Fueron días de viaje duro duro, en particular porque la carretera en la mayor parte de su trayecto tenía una sola vía tanto para los que van como los que vienen. Y es ahí la ley primaria de la supervivencia del más fuerte (o del más grande). Los camiones más grandes y más ruidosos son los que van como reyes, y todos los demás tienen que ceder el paso. Muchas veces es un juego de agallas donde dos camiones pesados van a toda velocidad de frente, y en el último instante uno de los dos decide que todavía ama su vida y le cede el paso al otro que deja trás de si una nube de polvo y el sonido de los pitos a lo lejos.

Obvio, el pobre ciclista no tenía remedio que irse fuera del camino, por la carretera destapada, sorteando baches y tragando polvo. En una de esas tuve un encuentro cercano del tercer tipo con un agujero negro que no había visto, y la llanta trasera quedó parcialmente destruída...

Claro, mientras todo ésto pasa, uno sigue esperando que Khajuraho de verdad valiera la pena todo éste desvío.

Y si, si valió la pena.

Khajuraho alberga un enorme complejo de templos dedicados a Shiva, Kali, Vishnu, Surya, Ganesha y otros tantos personajes del panteón hinduísta. Pero a diferencia de otras ciudades históricas, éstos antiquísimos templos sobreviven en muy buen estado y están llenos de esculturas e imágenes eróticas sacadas del Kama Sutra y de otros tantos Sutras de sexo tan explícito que harían enrojecer de pena (y envidia) al combo de Siffredi, Jameson y Vidal. Desde todos los ángulos, seductoras apsaras bailarinas te miran mientras que parejas, tríos y grupos de amantes de muchos siglos de antigüedad le siguen dando a su asunto con una maestría y acrobacia envidiables.

Hasta la fecha, es un misterio la razón de la construcción de éstos extravagantes templos. Algunos dicen que era una especie de universidad para los jóvenes de la época, otros dicen que era para los practicantes del tantra, y otros dicen que su construcción es hecha por los mismos dioses. Pero aunque no haya explicación clara, la verdad es que con sus decenas de miles de amantes esculpidos en roca, Khajuraho es un lugar increíble y tal vez único en el mundo.

sábado, 11 de julio de 2009

Varanasi

Un sol de oro que majestuoso y perezoso se hace visible detrás del brumoso horizonte. Saddhus (o místicos) con escasas ropas que entonan himnos que te hacen chiquito el corazón mientras hacen sus abluciones ceremoniales. Un par de vacas lentas que rebuscan entre la basura algo que comer, al mismo tiempo que ensucian las calles estrechas y empedradas a su paso. El tañido al unísono de decenas de campanas por toda la ciudad. Un fuerte olor a incienso que te agarra y se te pega a la piel húmeda por tu propia transpiración. Las decenas de barcas que se deslizan en silencio como fantasmas en las aguas lentas y brumosas del río. Varias fogatas que sirven como último vehículo de los muertos, convirtiendo la carne de sus cuerpos en cenizas que irán a parar a las aguas a unos pocos metros de distancia, donde los niños e intocables buscan entre los despojos algún anillo, alguna joya, o si están de suerte, algún diente de oro de las cenizas de un mercader rico. Los sonidos de las sitaras y tambores que se escapan de alguna ventana y que construyen juntos las armonías de la música clásica India. Las mujeres de la casta de lavadores de ropa, que golpean en el agua del río rítmica y forzudamente los saris y las prendas de vestir para sacarles la suciedad. Los desagües que escupen aguas negras en el mismo río. Los cientos, miles de devotos que juntan las palmas cuando el sol los toca por primera vez en el día y elevan sus plegarias a Ram, a dios.

Todo esto tiene en común a la arteria principal de la espiritualidad y cosmogonía Hinduísta, el Ganga, el mítico Río Ganges que tantos sueños ha inspirado en todo el mundo. En Varanasi, la ciudad más sagrada del hinduísmo, la devoción de los miles de creyentes se siente pesada en el ambiente. Varanasi, una de las ciudades más antiguas del mundo. Varanasi, la mítica, la mundana. Donde algún Saddhu te cuenta el secreto de la felicidad, y el otro te trata de vender su reloj, "cheap, my friend". Donde siempre en algún lugar hay un muerto quemándose a la orilla del río, y también hay un tipo tratando de estafarte y hacerte desprender de algunos (cientos!?) de dólares. Donde hay gente que solo habla con verdad, y otra que no la conoce.

Varanasi, Benarés. No es un lugar para entender, sino para sentir. Y solo se siente, estando acá.


viernes, 10 de julio de 2009

En busca de la iluminación

Escribo ésto desde el estado de Bihar, uno de los más pobres y menos desarrollados de India, y que subsiste en un 85% de la agricultura. Pero el nombre del estado, Bihar, viene del idioma sánskrito antiguo que significa "Templo" (palabra en común para los idiomas Thai, Lao y Khmer!). Es increíble porque es cuna de una de las repúblicas más antiguas como Vessali, y también hogar de una de las universidades más antiguas que fué Nalanda. En el sur de Nepal, y en ésta región en particular, fue donde nació, floreció y tuvo su época dorada el Budismo. Y el famosísimo Kama Sutra también tuvo sus raíces por acá. El rey Ashok, el rey más respetado y admirado en todala historia de India, fue desde acá donde puso particular énfasis a su reinadoo y se proclamó estudiante y seguidor de las enseñanzas de Siddharta Gotama.

Justo en Bodh Gaya fué donde dicen que Siddharta alcanzó el conocimiento y la iluminación absoluta y es por ello que es uno de los sitios más importantes para el Budismo. Es tal vez el lugar mas importante de peregrinacion para los budistas en todo el mundo y acá se levantan templos budistas de todas las esquinas del globo, con sus diferentes estilos: templos de Nepal, Tibet, Thailandia, Bhutan, Myanmar, Bangladesh, Japon, China, Korea, Taiwan... en fin.

De hecho en Bodh Gaya, el Dalai Lama pasa varios meses en el año en la época de "invierno" Indio. Es un lugar de inmensso respeto, se respira un ambiente de paz y tranquilidad en sus parques y templos. En cualquier rincón hay monjes de todas las tradiciones debajo de árboles o en pabellones a la sombra que buscan, como Siddharta, esa iluminación tan esquiva, ese gusto de libertad que es el elusivo Nirvana.

Pero aparte de aquellos devotos que meditan en silencio aquí y allá, también están los hinduístas que han incorporado a Siddharta, al Buda, como un dios más en su panteón. Y llegan también por decenas en ondas de ruidosa peregrinación, besando (y lamiendo!) el sendero donde Siddharta meditaba, o el lugar donde meditó por varios días debajo del árbol de Bodhi.

Es un lugar tranquilo y apacible, y lo es aún más en temporada baja. Esas noches me quedé hospedado en el monasterio butanés, dejándome llenar del ambiente, y tratando de recordar lo vacío que es el apegarse a las cosas, siempre tan impermanentes, tan incontrolables, tan insatisfactorias. Viendo a través de las ventanas de mi mismo que la vida no es sino una ilusión, que pasa rapidito...

Hace muchos años, cuando aún estaba en el colegio, me maravillaba por la historia de ese príncipe que dejó su castillo, su familia, su riqueza y su harem por perseguir la búsqueda espiritual donde fuera que sea que estuviera. Leía en los libros de historia esos relatos, y me maravillaba particularmente con la historia de su iluminación debajo del árbol.

Y estando justo debajo de ese mismo árbol, más de 2,500 años más tarde, hizo que algo hiciera click y me estremeciera. Ese mismo algo que me dice que en el mundo no hay tal cosa como las casualidades.

Gracias profe, gracias Siddharta.

jueves, 9 de julio de 2009

Enamorándome

Desde que estoy en India, y aún más, desde que la estoy recorriendo por tierra en bicicleta, he estado sudando y sudando, aguantandome casi 50 grados de temperatura a la sombra, pedaleando con un viento abrasador de frente, con la cara embadurnada de polvo y tierra, con las uñas negras y el estómago gruñéndome en señal de protesta, pero tengo que confesar que creo que me estoy enamorando, creo que me estoy enamorando con pasión de esa tierra a la que le dicen India. Y es que no es difícil, creo que el camino fue una preparación para ésta ruta... El caos, el sublime caos del día a día, los polos extremos y todo lo que hay entre ellos. La vida, la muerte, todo eso se sucede instante a instante acá.

Mejor dicho, India tiene ese no se qué que me enamora. Los extremos, la intensidad, la magia, lo cálido, lo misterioso, lo amable, lo apasionado, la vida, la muerte, lo que te hace perder la cordura, la esperanza. La gente, por dios, qué gente.

India me acogió con los brazos abiertos, me alimenta con la leche de su pecho y me da de beber y me refresca con el agua de los innumerables pozos de sus caminos. Me enseña, ella y su billón de hijos (mis hermanos) que día a día te encuentras al azar en la carretera. India.

Más que amor, creo en esa pasión, ese deseo loco a primera vista. Y eso es lo que estoy sintiendo con India. Me dan ganas de amarla, y otras me dan ganas de escupirla o gritarle a todo pulmón. Pero esa es la pasión y eso es lo que siento por India. Me hace sentir vivo...

En éstos momentos ya dejé el estado de West Bengal (Bengala Occidental) y estoy en la mitad de Jharkand, un estado relativamente nuevo (formado apenas hace 8 años) que además es uno de los menos visitados de India. Y ésto se debe en parte a su fama de inseguridad y disturbios públicos, pues tiene una guerrilla de influencia Maoista llamada "los Naxalitas". Varios Indios me explicaban que si bién en su época sus actividades se volcaban hacia la igualdad social y la consciencia de la distribución de la riqueza hasta aquellos más necesitados, hoy en día no es más que un grupo al márgen de la ley que terroriza pobres y ricos unica y exclusivamente por dinero. E igual así, hay algunos extranjeros con visión romántica que los defienden en plazas públicas. Claro está, porque ellos en Europa o de donde sea que vienen no han sentido el dolor de la muerte de un familiar o conocido, no han sentido terror en la noche cuando los guerrilleros se acercan a sus poblaciones. Cualquier parecido con la historia de la guerrilla Colombiana es meramente coincidencial...

En todo caso, en mi viaje de "peregrinación" tenía ganas de subir a Parasnath que es el lugar más sagrado de la religión del Jainismo. Cerca a Parasnath hay montones de montañas llenas de templos y santuarios Jainíes. Y hasta acá quería llegar yo, pero en un dhaba (restaurante de carretera) me explicaron que no era muy buena idea, porque por ésta época no había mucho turismo y hace poco los Naxalitas se habían reactivado en la carretera, quemando varios autobuses y pidiendo dinero (la vacuna!) a la gente que transitaba por las solitarias carreteras que unen las montañas con Parasnath. Nuevamente, no se por qué se me hace TAN familiar ésta historia!

Y pues un poco aburrido y no más viendo los santuarios Jainíes a la distancia, seguí pedaleando hacia el noroeste, esperando llegar al estado de Bihar y desandar los pasos de Siddharta en también uno de los cuatro sitios más sagrados del Budismo en el mundo, Bodh Gaya, o donde históricamente dicen que Siddharta alcanzó su iluminación.

El viaje/peregrinación no se detiene!!!

miércoles, 8 de julio de 2009

Calcuta, ¿la ciudad de la alegria?

Saludos desde el calor mas infernal en Calcuta... el clima y la humedad me tiene sudando como un cerdo todo el dia y noche, pero bueno, luego del shock inicial de los dos primeros dias en los que absolutamente todo es diferente y no hay un punto de referencia al que uno se pueda agarrar, ya todo va bien... India es increíble, te impresiona momento a momento, es un pais en el que todo esta en tu cara, colores, olores y el billon de personas que andan por ahi!

Reloco, pero bueno, como decia ya estoy mucho mas acostumbrado! Ya luché con la inercia y el calor, armé a mi adorada Alma que estaba un poco aburrida de andar metida en una caja de cartón y me puse en mis primeras tentativas excursiones bicicletisticas por la ciudad... es tenaz, el tráfico es de los peores que he visto (se da guerra con el de Vietnam). Pero ya hasta he aprendido a disfrutar esa ausencia de leyes y reglas, me dan ganas de comprarme un pito de esos de trasatlántico para abrirme paso en las calles!!

Calcuta es una ciudad enorme (la segunda más grande de India) que pareciera que se hubiera quedado en los 70's. Los autos, los buses, las oficinas, las tiendas... Así me imagino que era hace unas décadas las calles de las grandes ciudades de Latinoamérica.

Por todas partes se ve el legado del colonialismo inglés, desde las grandes y majestuosas lineas del Victoria Memorial (una combinación entre la Casa Blanca gringa y el Taj Mahal) hasta las casas y edificios estatales que se ven en el centro. Incluso en las cortes de justicia, todos los abogados y jueces tienen ese vestidito tipo toga tan tipicamente inglés y que se ve tan extraño en el calor subtropical de Bengal!

Museos, edificios, rickshaws tirados por gente, templos, iglesias, calles abarrotadas de gente y tráfico, tiendas, olores, eso es lo que definiría por el momento a la ciudad de Kali, Calcuta.

Y hablando de Kali, estuve en Kalighat que es uno de los templos más importantes a la terrible diosa Kali (diosa de la destrucción), y es todo un viaje. Cientos, miles de creyentes hacen fila para poder mirar un instante a la negra imágen de Kali, y luego asistir a los sacrificios de animales en vivo y en directo donde degollan al infortunado animal y luego los creyentes toman la sangre de la piedra de sacrificios y se la untan en la frente. La verdad, no entiendo mucho ésto pero bueno, es la tradición.

La comida es otra de las gratas sorpresas de India. Por menos de un dólar te puedes comer un Thali, que es como el corrientazo Indio que tiene arroz, roti (como un pan o tortilla), yoghurt o leche agria, y por supuesto, curry, mucho curry!!! También Calcuta es famoso por sus dulces y por su excelente comida de mar, esos pescados en currys picantes son la lo-cu-ra!!! Estoy empezando con respeto por todo el tema que no quiero destrozarme el estómago, pero se que tarde o temprano va a terminar sucediendo.

Pero al márgen de todos los edificios bonitos, y los monumentos y los parques, está las condiciones de increíble pobreza en las que viven muchos de los hijos de Kolkata. Niños que viven en barrios hechos completamente con basura y que pelean con los escuálidos perros por un pedazo de comida que han encontrado en un cubo de inmundicias. Gente en los puros huesitos que te piden una moneda, niños deformes, o ciegos, que te toman de la camisa y te piden de comer.

Es dura, que tan dura es la vida a veces para éstos hermanos que por cualquier razón no nacieron en una cuna tan llena de oportunidades como la mía, o la tuya del otro lado que estás leyendo ésto en tu computador.

Todo ésto es Calcuta. Puede ser el cielo, y puede ser el infierno, pero es.

martes, 7 de julio de 2009

Ladies and gentlemen, welcome to India

Hace años que no montaba en avión y tal vez eso explicaba que estuviera con la nariz pegada a la ventana practicamente todo el viaje. A miles de pies de altura, el delta del Ganges no era más que unas delgadas líneas de agua parduzca allá abajo. No se veían los búfalos, los campesinos arando y recogiendo tierra. Pero seguro que allá estaban, haciendo lo que día a día estaban acostumbrados a hacer, sin prisas, sin expectativas.

De mi ensueño me saco la azafata, con su bindi en la frente, y su impecable y colorido sari recordándome que ya estábamos prontos a aterrizar. India.

"Damas y caballeros, bienvenidos a India. Hemos aterrizado en el aeropuerto internacional de Kolkata. La hora exacta, 4.30pm. La temperatura, 45 grados centígrados. Gracias por volar con Air India Express".

Lo único que me quedó grabado, fué la temperatura. Y eso que ni debería, porque al momento de abrir las puertas, el calor se escurrió dentro del avión y me recordó que si, que había llegado a India en verano, en la peor época del año.

En el aeropuerto estaba un equipo médico con sus termómetros y bajalenguas revisando a los pasajeros para el tema éste de la gripa porcina. El único otro occidental que venía en el avión se puso a pelear con los médicos porque quería un termómetro nuevo para él, no uno que hubieran usado mil personas antes. Los médicos se miraban entre ellos como sin saber que hacer. Y cuando yo ya había pasado el chequeo médico, inmigración y salí con Alma y mi equipaje, el tipo seguía peleando con los médicos que lo que hacían era menear su cabeza, estilo indio. Espero que le vaya bién al hombre.

A la salida... ochenta y cuatro tipos se te lanzan encima a decirte que te llevan a un hotel, que tu hotel está cerrado, que mi taxi está averiado, que llevo muchas maletas, que mi bicicleta requiere sobrecargo bla bla bla. Los rebuscadores que se tiran como aves de rapiña a atacar el turista. Y más vale que me acostumbre, porque según dicen abundan por acá.

Pero nada, estoy acá, al fin, en Kolkata. La famosa ciudad de la alegría. La antigua capital del imperio comercial británico. Un pedazo del cielo y del infierno en la tierra. La ciudad más importante de Bengala. Mi puerta de entrada a la mística India...

Y pues... puf!!!!!! Es todo un cambio extremo con relacion a Tailandia o Laos o Japon o hasta China... Es como una explosion de humanidad encima de ti, un monton de colores y olores por todas partes... si pensaba que habia visto fuertes contrastes, pues no, estaba bién equivocado porque esto si es el verdadero contraste. Tan solo el viaje del aeropuerto al hotel, es uno de esos que te despierta el sentido de la aventura! El trafico es un caos, las reglas de tráfico brillan por su ausencia, los peatones, las vacas (sagradas todas, obviamente) y los carros comparten las vias y aca el más grande, o el que pite mas y el que pite mas duro es el rey.

El taxista se vino con musica india tipo Bollywood a todo volúmen, cantando y escupiendo y esquivando y pitando y fumando y riendo y atravesándose e insultando... Por ahi vimos un tipo atropellado y el man me dice "its no problem, people like this everyday, tomorrow he good, he works"... que no hay rollo, que asi es todos los dias y que mañana seguramente estara trabajando!

En la calle, abundan los ventorrillos, los puestos de especias y tabaco, las vacas, las basuras, los antiquísimos taxis Ambassador, los niños jugando Cricket (el deporte nacional, una especie de baseball) y las mujeres todas estan vestidas con los saris (el vestido tradicional Indio) que por algún milagro están siempre limpios sin importar de que charco o basurero salgan!

Pero bueno, lo bueno es que ya estoy bien por aca, un poco triste por dejar Tailandia y todo el SE de Asia pero enfrentado a una nueva aventura (y que aventura por dios!) Hoy estoy recien llegadito y pues ando como cogiendo las cosas suavemente antes de tirarme en la locura de cruzar con Alma éste subcontinente en la época más caliente del año.