jueves, 30 de julio de 2009

Jaipur

La famosa ciudad rosa, la capital y puerta de entrada de Rajasthan, la que se eleva al borde del desierto del Thar. Jaipur es muy conocida por sus bazares, sus palacios, sus fortalezas y su elevada cantidad de turistas que la invaden día trás día. Tenía algo de expectativas por conocerla y era ella mi lugar de despedida de Rajasthán. Pero si bién tiene unas joyas de arquitectura como el delicado Moti Mahal o Palacio de los Vientos, o el Palacio del Maharaja, o hasta el enigmático y bizarro Jardín de la Astronomía Mongola, Jaipur tiene más de ciudad grande y carnívora que de población encantadora como tantas otras en Rajasthán.

Protegida por las fortalezas construídas en la cima de unas colinas vecinas, Jaipur se levanta todos los días al salir el sol a vender sus telas y mercancías en los bullosos bazares de la ciudad vieja. Encantadores de serpientes se sientan a la sombra de las murallas de la ciudad, mientras los camellos pasan tirando carros cargados de mercancías para vender. Los minaretes de las mezquitas cobran vida cuando hacen sonar al unísono los cánticos e humnos de los imam musulmanes. Y no mucho tiempo después, las calles se atestan de rickshaws, bicicletas y buses blancos e impecables llenos de turistas que toman fotos por las ventanas cerradas mientras pasan rumbo a la famosa Agra y su Taj Mahal.

Pero siendo francos, Jaipur la verdad tiene mucho de lo que no me gusta de las ciudades y poco de lo que me enamora. En su transición a ciudad pujante y emergente, ha perdido gran parte de su carisma. Muchas de sus gentes han dejado en el olvido su tradición Rajputh y solo se dedican a la actividad de hacer dinero. Los colores dejaron de ser un signo de orgullo de sus calles, para solo ser un decreto oficial expedido unicamente por que atrae turistas. Cara, impersonal, aburrida.

martes, 28 de julio de 2009

Saltando de ciudad en ciudad

Jodhpur, Mandore, Barr, Ajmer, Pushkar y cién pueblos más van quedando atrás en el camino. Muchos recuerdos e instantáneas en la cabeza. Las casas en tonos azulados, los palacios de Jodhpur. Los jardines, las ruinas de templos y las vacas sagradas de Mandore. La increíble hospitalidad de la gente de Barr. La extrema devoción de los peregrinos musulmanes en Ajmer, la ciudad más sagrada del Islam en el Sur de Asia. El polvo, la bulla y los camellos en el religioso pueblo de Pushkar.

Cada día, una ciudad, un maestro, una experiencia conmovedora. De la mano de Alma, voy conociendo gente y lugares que no me imaginaba que existieran, con la incierta indecisión de lo que me espera en ese futuro que tanto me solía preocupar.

Kilómetro trás kilómetro voy viviendo, algunos duros, otros infinitamente felices. Y es en esos que los que uno piensa que aunque pueda que vengan momentos difíciles, el solo hecho de estar viviendo un amanecer más, una sonrisa de un desconocido más, la amabilidad inesperada, hace que todo valga la pena. El viaje no es más que un continuo de momentos que tienen algo para decirte.

El punto está en ponerles atención.

domingo, 26 de julio de 2009

Jodhpur

La famosa ciudad azul de India, Jodhpur es una extensa y colorida población sobre el gran desierto del Thar en Rajasthan. Una ciudad repleta de callejuelas estrechas, bazares ruidosos y pequeñas sorpresas en cada esquina. Vigilando silenciosamente a Jodhpur, se levanta majestuoso sobre la colina más grande de la ciudad el fuerte de Jodhpur, el Mehrangar, el más grande de toda India que además es hogar del delicado y elegantísimo palacio del Maharaja acorazado y vestido para batalla o para el amor. Con medio milenio de antigüedad, es un fuerte que nunca ha sido tomado por la fuerza, y eso es mucho decir en la agitada y guerrera región del Rajasthan donde las guerras y las batallas eran casi que ritual.

Más grande que Jaisalmer, menos llena de gente que acosa al extranjero y con un poco más de ese encantador caos de los bazares indios, Jodhpur es el epicentro de una agitada actividad comercial en la que abundan las especias, las increíbles telas bordadas, las artesanías, palacios, havelis o casas antiguas, cultura y música.

Los bazares de Jodhpur están llenos de clanes de artesanos y vendedores cuyas familias se han dedicado a lo mismo durante generaciones, y lo siguen haciendo con gusto. Gente que con un chai en la mano tranquilamente abre sus puestos día a día mientras habla con el vecino. Gente tranquila, satisfecha con lo que hace. Gente simple, gente que sonríe, que tiene problemas, pero gente que disfruta las pequeñas cosas de la vida.

Hasta el momento he sido un adicto al "Lassi" que es una bebida parecida al Yoghurt hecha de crema de leche, azucar y hielo. Pero en Jodhpur me enamoré del lassi de Makhaniya, que además de la crema y el azucar estándar, tiene especias tradicionales Indias como cardamomo, clavos y un poco de mantequilla. Suena pesado, pero vale la pena cada pecaminosa caloría que contiene.

El barrio dentro de la ciudad amurallada es encantador, y para mi era un verdadero placer subirme a la terraza a hablar con la gente mientras el sol iba desapareciendo detrás de las casas color azul. En las callejuelas de abajo pasaban vacas y bicicletas, y en los techos de las casas vecinas un montón de niños sale con sus cometas artesanales a desafiar el cielo y el viento mientras despiden un día que va pasando de largo. Es un barrio que de alguna manera u otra con sus colores y sus callecitas estrechas me recuerdan un poco a mi querido barrio de La Candelaria en Bogotá que me acogió como otro hijo más cuando estaba viviendo por allá hace tantos años que pareciera una eternidad...

Y nada, es que el tiempo tiene esa manía de pasar y pasar y pasar.

En la noche, escuchando de fondo melodías de los violines Rajputh y el ritmo de las tablas (instrumento de percusión indio) empaqué casi cayendome del cansancio: Mañana es día de viaje también.

viernes, 24 de julio de 2009

Armas nucleares, tormentas de arena, y ciudades azules

Aunque el calor me hubiera tentado a no salir nunca de Jaisalmer y quedarme en mi habitación palaciega muchos días más, los caminos de Rajasthán seguían llamándome, haciendome ellos la pregunta si era lo suficientemente hombre (o loco) para desafiarlos y vencerlos en ésta época. Del remoto Jaisalmer a Delhi eran casi mil kilómetros de carretera desértica, polvorienta, difícil. Pero con Alma recién preparada, y yo bién descansado, estaba confiado en que todo iba a salir muy bién.

Ah, la ingenuidad...

En rumbo hacia Pokaran la carretera es terriblemente abrasadora y dificil, en una sola palabra, infernal. El calor te enloquece, pero lo que te mata en realidad es que efectivamente estás en un desierto, y los pozos con agua que tan comunes eran en el norte de India, desaparecen por completo en Rajastan. En la carretera estás vos, sudando y respirando fuerte y al lado, abrazándote, el desierto. Ese desierto rudo, inhóspito, en el que la vida lucha con todo lo que tiene por pasar un día más. Ese desierto que tantos han tentado y tan pocos han vencido. Las botellas con agua que llevaba se acabaron en unos minutos y el optimismo de encontrar un pozo o alguna estación de servicio se iba desvaneciendo poco a poco. Afortunadamente encontré una casa escondida en la arena y como pude les pedí algo de agua. Las mujeres me miraban como bicho raro (que bueno que ya me estoy acostumbrando) y al final me llevaron al patio trasero donde en unas tinajas de barro había un agua color parduzco de dudosa proveniencia... Pero como la sed mata cualquier prejuicio o asco, a mi me supo a nectar caído del cielo y luego de llenar mis reservas y agradecerle a las hijas del desierto, seguí en la suicida marcha por las vacías carreteras de Rajasthán.

Luego de muchas horas que se me hicieron un verdadero suplicio, llegué a Pokarán que es donde India le dá por hacer las pruebas nucleares para intimidar a su vecino Pakistán. Cercadas y rebosantes de ejército y fuerzas militares, los sectores en los que todavía están los cráteres de las bombas y proyectiles atómicos están claramente delimitados. Allí en Pokarán también hay algunos fuertes y edificios de interés, pero francamente me importaba un carajo porque lo que quería era descansar y salir al día siguiente antes que saliera el sol y el calor me matara. Tal vez sería un día menos difícil, no?

Ah, la ingenuidad...

Tantos días en el monasterio de Tailandia te enseña al menos a madrugar y disfrutar los primeros instantes del día. Pues aún a oscuras empecé el largo trayecto rumbo a Jodhpur que también cruzaba parte del gran desierto del Thar. Y todo iba bién, estaba animado, el clima estaba pasable y la carretera estaba sola para mi. Incluso tenía ganas de cantar, así de optimista estaba.

Hasta que llegó la tormenta de arena.

En cuestión de minutos, el cielo se puso un poco oscuro como si fuera a llover más tarde. Y empezó el viento a soplar fuerte, cada vez más y más fuerte. La arena empieza a golpear durisimo y la carretera se cubre por completo de polvo del desierto, que también se te mete en los ojos, en la boca, en cualquier parte que esté expuesta. No hay nada que hacer, ver es imposible. Solo escuchás ese atronador rugido del viento jugando con la arena, tratándote de violarte entre ambos.

A uno le pasan por la cabeza todas esas imágenes de películs y documentales del Sahara y África en las que luego de las fuertes tormentas de arena, nadie queda vivo. Y bueno, en medio de la preocupación y el desespero llegó el pensamiento tranquilizador de que no hay absolutamente nada que hacer sino buscar cubrirse como pueda y aguardar a que baje un poco para ver algún lugar que sirva mejor de refugio que el árbol seco en el que me agaché con mi krama protegiéndome la cara (amo ese krama, maldita sea!).

Y ahí estaba yo, uno de los ciclistas más estúpido de todos los tiempos, con un trapo en la cabeza y una bicicleta sucia al lado. Yo, armándome unas películas de terror en la mente y la arena clavándose como agujas en cada lugar del cuerpo que estaba descubierto. Alma se había caído por la fuerza del viento, pero estaba más estoica que yo.

Cuando ya me estaba desesperando, tan rápido como apareció, el viento fue disminuyendo y el día se fue aclarando. De nuevo el sol apareció y lo único que demostraba que había sucedido una tormenta de arena era el desastre en la carretera y los kilos de arena que de alguna manera se lograron colar dentro de las alforjas de la bici.

Tembloroso, sucio, empolvado, tomé un poco de agua para aclarar la garganta y mis pensamientos y continué camino hacia Jodhpur, esperando que ninguna eventualidad pasara. Y los dioses, viendo que tal vez había tenido suficiente con el desierto, me dejaron llegar en paz (aunque tardísimo) a la ciudad azul de Jodhpur.

jueves, 23 de julio de 2009

Hacia el mítico Rajasthan

Hay una región en India en la que dicen que sus hombres vinieron directamente del sol, por eso son fuertes, feroces, guerreros, valerosos y honestos. En la que la gente aprendió a convivir con el sol y con el desierto, y los fuertes se mezclan con los palacios. Donde los maharajas con turbantes coloridos y cimitarras llenas de joyas se lanzaban a la batalla sobre elefantes, camellos y corceles, mientras que sus esposas y demás mujeres del harem los esperaban en los palacios victoriosos en las ciudades, porque para ellos derrota era sinónimo de muerte. Una región en la que las ciudades, los turbantes y los saris son de intensos colores: azules, rosas, dorados. Esa región es conocida como el Rajasthan, abrazando al Desierto del Thar en la frontera con Pakistán.

Antes, tenía la idea de empezar a subir a los Himalayas y darme un vueltón por ahí, pero decidí hacer el cambio de planes para visitar Rajasthan antes de subir las montañas. Mejor dicho, como no quedé saturado de tanto calor del verano de India, decidí ir al desierto en la temporada más caliente (nótese la ironía). No mentiras, pero el tema es que solo podía visitarlo en ésta época y el Rajasthan queda seductoramente "cerca" a Delhi como para decirle que no...

Entonces tomé un tren en Delhi, monté a mi Alma muy juiciosa en el compartimento de equipaje, y por primera vez me subí en un tren en India, ésta vez en un vagón de clase Sleeper rumbo a Jaisalmer, la somnolienta ciudad de oro que parece salida de uno de esos cuentos de hadas.

Y casi 24 horas después...

Llegué. Jaisalmer es un pueblo en el corazón del desierto en el que todos los días, sin falta, brilla el sol dándole a las casas y fortalezas ese matiz de oro que hizo que se le llamara la ciudad dorada de India. A menos de cien kilómetros de la disputada frontera con Pakistán, y en medio del Gran Desierto de Thar, es famoso por su imponente fuerte, sus havelis encantadoras (antiguas casas de arquitectura clásica), sus poderosos Bhang Lassis (no preguntar) y por las excursiones o safaris en el desierto, a lomo (o joroba) de camello. El pasear por las dunas del inhóspito desierto era algo que me seducía y aunque Alma se pusiera celosa, lo iba a hacer.

Hay excursiones en el desierto para todos los gustos (y resistencias). Desde los extenuantes recorridos de varias semanas por el desierto hasta los simples de un par de horas, en todos se tenía la oportunidad de perderse en las dunas y respirar un poco de la vida de la gente de los Rajputs (gente de Rajastán). El silencio del desierto, las campanitas de las cabras que buscan entre los espinos algo para comer, los pueblos de casas hechas con barro y paja, templos abandonados, el viento cálido que hace cantar la arena, los místicos amaneceres y puestas de sol... Es una experiencia que hay que vivirla, así sea en un verano abrasador.

En Jaisalmer me quedé dentro de un haveli en la mejor habitación que 3 dólares pueden comprar. No me lo podía creer, parecida sacada de un cuento de las Mil y Una Noches... Con balcón, adornos en el techo, cama de luna de miel, baño casi tan grande como la habitación... Me quedé más días de lo planeado en Jaisalmer, relajándome, acostumbrándome al desierto y a sus encantos.

Pero la hora de partir también llega, y ésta vez era rumbo a Jodhpur, la famosa ciudad azul de Rajasthán.

miércoles, 22 de julio de 2009

Postales de Delhi

Delhi es una de esas ciudades que no se lleva el premio a la belleza. Caótica, sucia, contaminada, enorme, cara, en resumidas cuentas, fea. Es facilito entender la razón por la cual algunas personas se arrepienten de su visita a India con tan solo un par de días en la capital (lo peor es que es una historia bastante frecuente). Estafadores, buscavidas, conductores de rickshaw avispados no ayudan a que tu estado de ánimo mejore. Pero si uno raspa y raspa la superficie, se encuentra en que si se le da una oportunidad a Delhi lo recompensará a uno con templos y monumentos de arquitectura única repletos de historia, bazares donde uno puede encontrar lo que quiera, pequeños puestos de comida deliciosa y gente verdaderamente amable.

En Delhi me quedé forzadamente unos días, aprovechando que es un lugar en el que se encuentra fácil conexión a Internet, pero lo más importante fue que saqué otro nuevo pasaporte, arreglé un poco a Alma, y revisé cuales eran las vueltas para la visa de Pakistán y, ejem, Irán.

viernes, 17 de julio de 2009

Oda a los anónimos reparadores de bicicletas

En Asia, las bicicletas siguen siendo los vehículos de preferencia de la mayoría de personas, incluso aún más que las motocicletas o los carruajes tirados por búfalos (!). Por ello, y como caídos del cielo, hay cientos de amigables personajes que por una fracción de un dólar se encargan de reparar una llanta pinchada, arreglar un rin desbalanceado, reparar los frenos, o hacerle mantenimiento básico a tu bicicleta. Y es todo muy zen, porque todos ellos tienen en común que son tipos relajados, algunos silenciosos, algunos gregarios, pero siempre con esa tranquilidad y frescura que uno ve raras veces en las ciudades. Y aunque muchas veces no tienen las herramientas adecuadas, éstos tipos francamente logran hacer milagros. Gracias a todos ellos.

Pero a veces, uno necesita algo más específico, un repuesto en particular, una parte escasa, una pieza importada de calidad. Para eso, hay que buscar tiendas un poco mejores que tengan más surtido. Y en mi viaje de 8,000 kilómetros, han habido varias ciudades de Asia en las que he buscado mucho y encontrado las que, a mi parecer, son las mejores tiendas de bicicletas. Acá hay una lista que no es exhaustiva en absoluto porque la saco de memoria, pero que busco reconocer a quienes merecen ser reconocidos.


CHINA

Las ciudades capitales de provincia, son el paraiso para los ciclistas. Bicicletas de muy buenas marcas, partes de recambio de alta calidad y accesorios increíbles, todo a precio de remate. Mi primera bicicleta china la compré por unos 15 dólares... eso lo dice todo.

En Chengdu
Acá compré mi bici en una de las tantas tiendas de GIANT esparcidas por toda la ciudad. No vas a tener problema con encontrar una.

En Kunming
Ubicada al sur de china, es una ciudad que recuerda el calor del sureste de Asia. Es un buen lugar para hacerle servicio a la bici antes de cruzar las fronteras con Laos, Vietnam, o empezar una aventura Tibetana. Allí también están las ubicuas tiendas de GIANT, pero para piezas especiales o accesorios, el premio se lo lleva:

Sr. Xiong Jun Wu, de Fat Tyre Fun Mountain Bike Club (cerca a Yunnan University)
No. 51, Unit 5 of Beimen Road, Kunming, China
Mail: bear_bike@hotmail.com

Aunque su inglés era tan básico como mi chino, nos logramos comunicar y fuera de las piezas de excelente precio y calidad que le compré, me llevé una bolsa llena de regalos. Hay que pedir descuento.


VIETNAM

Vietnam, Vietnam. Sus calles están llenas de bicicletas, pero sus ciudades carecen increíblemente de buenas tiendas. La mejor opción es en Hanoi, en la calle de las bicicletas que queda al sur del lago central. Por allí hay muchas tiendas de bicicletas en las cuales se consiguen algunas cosas y se puede probar suerte. Tal vez tengan mejor suerte que yo!


CAMBOYA

Si preguntas por una tienda de bicicletas, lo más seguro es que los locales te señalen la vía que da al venerable anciano del pueblo que tiene dotes del arte zen de la reparación de bicicletas. De cualquier manera, en Phnom Penh se encuentran algunas cosas para bicicleta en el mercado central y en el mercado ruso. Pero ojo, es lo más barato de entre lo barato. Perdí dos seguros para la bici en menos de dos días, así que considerate advertido.


LAOS

En Vientiane conocí una chica que me dice que hay una tienda al norte de Talat Sadet (?) que importa bicicletas de buena calidad desde China. Las que encontré unicamente vendían bicicletas para niños y de esas enormes y monstruosas bicicletas de la segunda guerra mundial. En todo caso, si algo serio le pasa a la bici en Laos, lo mejor es esperar y llevarla a Tailandia donde se le puede dar el cariño que necesita.


TAILANDIA

Ah, Tailandia. En cualquier ciudad mediana o grande encontrarás tiendas que reparan bicicletas de todo tipo, y que venden las famosas Trek, Merida, Giant y hasta Canondale. En Bangkok hay un surtido de tiendas que traen bicicletas muy buenas y le hacen servicio completo a las bicis que lo necesitan. Para mi, el premio se lo lleva:

Sr. Fausto Ezequiel (?), en The Bike Zone
2nd Floor, Amarin Plaza
Bangkok, Thailand

Fausto, es un hermano de Venezuela que da todo a buenos precios, y lo mejor de todo, es honesto y siempre tiene un buen consejo para darte. Aparte, su céntrica ubicación y de fácil acceso en el Skytrain la hacen imbatible.

También están las conocidas Probike, al norte del parque Lumpini y Canondale, por allá en Sukkhumvit. En Chinatown también encontrás una calle de bicicletas con una decena de tiendas de bicis para todos los gustos (y presupuestos).


INDIA

India es el paraiso para aquellos que aman los vehículos vintage, en especial las bicicletas que pesan una tonelada y que tienen estilo de la segunda guerra mundial. Si, por el contrario, buscas una buena bicicleta de touring o todo-terreno, con cambios y de un buen marco, estás en problemas. Hasta los mejores mecánicos de las tiendas de bicis alucinan cuando ven el sistema de la cicla que llevas, y eso nunca, pero nunca es un buen signo.

De cualquier manera, si necesitas urgentemente alguna reparación que se les sale de las manos a los mecánicos de carretera, puedes preguntar por:

Sr. Ramesh Arora, en The Hero Zone (Zamindar Cycle House)
60A & B, Cycle Market, Phase 1, Jhandewalan, New Delhi, India

El hombre es muy, muy honesto, te da las cosas a precio de local, y si hay alguna pieza que no tiene en inventario, te lleva a donde la puedes conseguir. Aparte, su tienda es una de las que más movimiento tiene en el sector y tiene de los poquísimos mecánicos certificados que pueden hacerle servicio a bicicletas con cambios.

Como decía, éste post no puede interesar a muchos, y aparte dista mucho de ser un directorio exhaustivo, pero podría ser bastante útil por si necesitas urgentemente reparar el cassette de piñones estando en la mitad de la nada en Asia, sin saber por donde empezar.


Summary: Bicycles shops all around Asia: China, Vietnam, Laos, Cambodia, Thailand and India.

jueves, 16 de julio de 2009

Llegue

Casi un mes de recorrido. Mil ochocientos kilómetros. Clima de verano extremo, cincuenta grados centígrados a la sombra. Siete grandes estados atravesados. Decenas de galones de líquidos bebidos (y sudados). Kilos de polvo en la ropa, en el cuerpo, en la sangre. Dos inconvenientes grandes en la ruta. Incontables personas increíbles que conocés en la ruta. Monumentos famosos, monumentos menores, monumentos anónimos. Muchísimas más historias de las que podré recordar, pero las que espero, me habrán moldeado en una persona mejor. O al menos, más consciente.

Estoy en Delhi, luego de uno de los meses de pedaleo más difíciles e intensos de toda mi vida. Llegué a Paharganj (el ghetto de turistas con un presupuesto ultralimitado) en el centro de Delhi casi a medianoche. Cansado, con dolor en las piernas y espalda, tostado por el sol, empapado por la primera lluvia del monsón, hambriento, pero llegué.

LLEGUÉ! Atravesando carreteras francamente desastrosas, azotado por el viento de cara y por las diarreas de viajero, pedaleando algunos días más por la pura fuerza de voluntad que por el poder de mis piernas, pero llegué. LLEGUÉ!

Empantanado, sucio, con el pelo hecho un desastre. Pero recorrí cada uno de los casi dos mil kilómetros con el sudor de mi cuerpo. Yo, que me daba pereza levantarme a contestar el teléfono, o prefería ir en auto a la tienda de la esquina (bueno tampoco, pero casi!)

Cruzar en bicicleta la intensisima India de occidente a oriente, en un terrorífico verano era algo que ni se me hubiera ocurrido en mis sueños más locos. Y sin embargo eso fué lo que hice, y carajo, con tan solo eso mis nietos tienen algo de lo que pueden estar satisfechos de su viejo abuelo (nietos?! abuelo?!?!)

Hecho polvo llegué a mi hotel, sintiéndome entre jubiloso y un deprimente despojo humano. Nueva Delhi. Parqueo la bici contra una pared, me siento, y exhalo todo el aire cansado, esperando que se llevase un poco del cansancio de mis huesos.

Y de la nada empieza a sonar el rugido de decenas de tambores que encabezaban una extraña comitiva. Resulta que en un abrir y cerrar de ojos, la calle se llenó de gente que gritaba, celebraba, giraba y bailaba. La razón? Una celebración de matrimonio indio. Y tan rápido como inesperado, estaba yo en el medio de los indios que bailaban con frenesí, en medio de los estallidos de la pólvora, riéndome como niño y bailando con todos, sintiendo la misma sangre, el mismo calor, el mismo ritmo de los tambores que te jalan a la tierra y hacen mover automáticamente tus pies, y sentirte tan maravillosamente vivo.

India, nunca dejás de asombrarme.

India, llegué, llegué, pero tal vez nunca he partido.

miércoles, 15 de julio de 2009

Peregrinacion

Los días se ponen más y más calientes por la llegada tarde del monsón. Si me pusieran a elegir entre días secos e infernales, o mojados por el agua del monsón y caóticos... Creo que elegiría a las lluvias, porque aunque viajar con lluvia es a veces un desastre, no es tan extenuante e inclemente como un sol inclemente que te rostiza poco a poco. Pero nada, las lluvias no llegan y eso hacía que los 80 kilómetros que me separaban del Taj Mahal a Mathura y Vrindavan fueran mortales.

En un día normal, me tomo unos 4 o 5 litros de agua, pero en éste verano tomo el doble y aún siento que no me estoy hidratando lo suficiente. No he visto ningún otro ciclista de largas distancias en el camino, lo cual me parece muy normal porque no hay mucha gente que sea lo suficientemente loca (y estúpida) de tomar carretera en éstas condiciones! Pero bueno, no hay afán e igual ésto para mi no ha sido más que aprendizaje. Hay días duros y días no tan duros. Esa es la vida.

Curiosamente, de camino a Mathura cuando iba casi a punto de tirar la toalla y acostarme a dormir en la hamaca debajo de cualquier árbol, como salido de un espejismo vi en la mitad de la nada los arcos dorados de los tipos de McDo. Y bueno, aunque no me mate, la idea de una Big Mac con unas papas fritas y una coca cola enorme eran bastante seductoras! El tema es que McDonald's India no tiene hamburguesas con carne de res. O sea, no hay Big Mac. Pero si tienen su contraparte india, la Big Maharaja vegetariana! No hay Coca Cola, pero si su versión india, la llamada Thums Up (ojo, no Thumbs). Y en ese oasis de aire acondicionado y olores a grasas polisaturadas me quedé más de la cuenta, tentado a poner mi hamaca en dos columnas, claro está que los polis del sitio no estarían muy de acuerdo... En fín, hora de seguir el camino!

Mathura y Vrindavan son dos polvorientas poblaciones que no serían más que un nombre en un mapa de no ser porque hace varios miles de años, Sri Krsna (o Krishna) nació alli. Krsna es uno de los dioses más famosos del panteón Hinduista, y a éstos lugares vienen peregrinos de todas partes de India. De hecho, junto con Varanasi, es uno de los lugares más sagrados del Hinduismo y por estar en vacaciones de verano, está atiborrada de gente.

En Mathura hay un conjunto de templos muy grande y vistoso en honor a Krsna. Está inclusive una placa de piedra que indica el lugar donde nació aquel guerrero, político y músico famoso que terminó siendo deificado por los Hinduistas. Pero lo que verdaderamente sube el voltaje de el lugar, no son las esculturas o los retratos de Krishna, sino toda la energía y devoción de los miles de devotos peregrinos que hacen sus pujas (o adoraciones) en cada metro cuadrado del lugar. Hay gente que inclusive lame el suelo del lugar donde nació Krsna, lo cual dice mucho de su adoración porque es un suelo que miles y miles de personas pisan diariamente...

A unos 10 kms al norte queda Vrindaban, famosa porque allí era donde Krishna solía robarles mantequilla y esconderles la ropa a las lecheras cuando se bañaban en el río. Está lleno de templos en honor a él, y de carros cargados de peregrinos. También es el lugar de orígen de los Hare Krishna, quién tienen su sede alli en un templo enorme que visitan personas de todo el mundo. Tenía ganas de quedarme una noche más allí, pero el caos sagrado y las multitudes me llevaron a pasar por alto el bazar espiritual de Krishna y quedarme en un sitio más tranquilo.

Y es así como termino como siempre sin saberlo visitando los sitios más sagrado de las principales y más antiguas religiones del mundo! El viaje en bici termina siento más que turismo, una peregrinación extendida pasando por los sitios más sagrados del Hinduismo, Jainismo, Krishna, Islam y Budismo...

martes, 14 de julio de 2009

lunes, 13 de julio de 2009

Llegando a Agra

Cuando te sentás en la azotea de la pensión barata en la que te estás quedando, y sentís en el cuerpo la fuerza y la esperanza de un viento fresco que promete monsón y vida, y el sol cae pintando de rosa a lo lejosla fachada de mármol blanco del Taj Mahal, el más extravagante monumento hecho por amor, puedes sentirte dentro de una postal, en la India que venden en folletos turísticos, esa India como se la imaginan tantísimas personas alrededor del mundo.

Pero es solo cuando escuchas al mismo tiempo a los Imam de todas las mezquitas cantando sus himnos sagrados a Alá, y a los autorickshaws pasar como locos en la calle bajo de tí llenando el aire de pitos y de música pop hindi a todo volúmen, cuando los vendedores de especias en sus carritos pasan insultando a las vacas que se pasean como pedro por su casa en las calles, o en los techos de la ciudad los niños corren y juegan, y elevan cometas esquivando cabras, y a lo lejos se escuchan las campanas enloquecidas de la puja nocturna, es ahí cuando India se sale de la postal para cobrar vida, y se te entra por los poros y te intoxica y te hace agradecer que estás vivo, que estás acá, que estás viviendo éste instante.

domingo, 12 de julio de 2009

Khajuraho y el Kama Sutra

No es ningún secreto que en la actualidad, el Indio promedio sea bastante recatado y conservador con respecto al sexo. Para la mayoría de los solteros, es otro fruto del lejano árbol prohibido, algo de lo que solo aprenden de las películas de Hollywood (en las películas Indias las parejas ni siquiera se besan) y de sus amigos casados.

Pero es difícil creer que siempre eso ha sido así, en especial en Khajuraho.

Khajuraho es otra polvorienta y caliente ciudad en el corazón del estado de Madhya Pradesh. Conectada con el resto del país por medio de deplorables carreteras, llegar hasta allí es toda una aventura (o tortura, depende de quién lo mire) particularmente en bici, en la que uno no es más que una vil garrapata que los animales de cuatro ruedas más grandes y feroces quieren sacarse de la vía. Literalmente.

De Varanasi a Khajuraho, pasando por Allahabad y sus fuertes y sitios sagrados, por la polvorienta Mahoba e incontables poblaciones de casas de barro. Fueron días de viaje duro duro, en particular porque la carretera en la mayor parte de su trayecto tenía una sola vía tanto para los que van como los que vienen. Y es ahí la ley primaria de la supervivencia del más fuerte (o del más grande). Los camiones más grandes y más ruidosos son los que van como reyes, y todos los demás tienen que ceder el paso. Muchas veces es un juego de agallas donde dos camiones pesados van a toda velocidad de frente, y en el último instante uno de los dos decide que todavía ama su vida y le cede el paso al otro que deja trás de si una nube de polvo y el sonido de los pitos a lo lejos.

Obvio, el pobre ciclista no tenía remedio que irse fuera del camino, por la carretera destapada, sorteando baches y tragando polvo. En una de esas tuve un encuentro cercano del tercer tipo con un agujero negro que no había visto, y la llanta trasera quedó parcialmente destruída...

Claro, mientras todo ésto pasa, uno sigue esperando que Khajuraho de verdad valiera la pena todo éste desvío.

Y si, si valió la pena.

Khajuraho alberga un enorme complejo de templos dedicados a Shiva, Kali, Vishnu, Surya, Ganesha y otros tantos personajes del panteón hinduísta. Pero a diferencia de otras ciudades históricas, éstos antiquísimos templos sobreviven en muy buen estado y están llenos de esculturas e imágenes eróticas sacadas del Kama Sutra y de otros tantos Sutras de sexo tan explícito que harían enrojecer de pena (y envidia) al combo de Siffredi, Jameson y Vidal. Desde todos los ángulos, seductoras apsaras bailarinas te miran mientras que parejas, tríos y grupos de amantes de muchos siglos de antigüedad le siguen dando a su asunto con una maestría y acrobacia envidiables.

Hasta la fecha, es un misterio la razón de la construcción de éstos extravagantes templos. Algunos dicen que era una especie de universidad para los jóvenes de la época, otros dicen que era para los practicantes del tantra, y otros dicen que su construcción es hecha por los mismos dioses. Pero aunque no haya explicación clara, la verdad es que con sus decenas de miles de amantes esculpidos en roca, Khajuraho es un lugar increíble y tal vez único en el mundo.

sábado, 11 de julio de 2009

Varanasi

Un sol de oro que majestuoso y perezoso se hace visible detrás del brumoso horizonte. Saddhus (o místicos) con escasas ropas que entonan himnos que te hacen chiquito el corazón mientras hacen sus abluciones ceremoniales. Un par de vacas lentas que rebuscan entre la basura algo que comer, al mismo tiempo que ensucian las calles estrechas y empedradas a su paso. El tañido al unísono de decenas de campanas por toda la ciudad. Un fuerte olor a incienso que te agarra y se te pega a la piel húmeda por tu propia transpiración. Las decenas de barcas que se deslizan en silencio como fantasmas en las aguas lentas y brumosas del río. Varias fogatas que sirven como último vehículo de los muertos, convirtiendo la carne de sus cuerpos en cenizas que irán a parar a las aguas a unos pocos metros de distancia, donde los niños e intocables buscan entre los despojos algún anillo, alguna joya, o si están de suerte, algún diente de oro de las cenizas de un mercader rico. Los sonidos de las sitaras y tambores que se escapan de alguna ventana y que construyen juntos las armonías de la música clásica India. Las mujeres de la casta de lavadores de ropa, que golpean en el agua del río rítmica y forzudamente los saris y las prendas de vestir para sacarles la suciedad. Los desagües que escupen aguas negras en el mismo río. Los cientos, miles de devotos que juntan las palmas cuando el sol los toca por primera vez en el día y elevan sus plegarias a Ram, a dios.

Todo esto tiene en común a la arteria principal de la espiritualidad y cosmogonía Hinduísta, el Ganga, el mítico Río Ganges que tantos sueños ha inspirado en todo el mundo. En Varanasi, la ciudad más sagrada del hinduísmo, la devoción de los miles de creyentes se siente pesada en el ambiente. Varanasi, una de las ciudades más antiguas del mundo. Varanasi, la mítica, la mundana. Donde algún Saddhu te cuenta el secreto de la felicidad, y el otro te trata de vender su reloj, "cheap, my friend". Donde siempre en algún lugar hay un muerto quemándose a la orilla del río, y también hay un tipo tratando de estafarte y hacerte desprender de algunos (cientos!?) de dólares. Donde hay gente que solo habla con verdad, y otra que no la conoce.

Varanasi, Benarés. No es un lugar para entender, sino para sentir. Y solo se siente, estando acá.


viernes, 10 de julio de 2009

En busca de la iluminación

Escribo ésto desde el estado de Bihar, uno de los más pobres y menos desarrollados de India, y que subsiste en un 85% de la agricultura. Pero el nombre del estado, Bihar, viene del idioma sánskrito antiguo que significa "Templo" (palabra en común para los idiomas Thai, Lao y Khmer!). Es increíble porque es cuna de una de las repúblicas más antiguas como Vessali, y también hogar de una de las universidades más antiguas que fué Nalanda. En el sur de Nepal, y en ésta región en particular, fue donde nació, floreció y tuvo su época dorada el Budismo. Y el famosísimo Kama Sutra también tuvo sus raíces por acá. El rey Ashok, el rey más respetado y admirado en todala historia de India, fue desde acá donde puso particular énfasis a su reinadoo y se proclamó estudiante y seguidor de las enseñanzas de Siddharta Gotama.

Justo en Bodh Gaya fué donde dicen que Siddharta alcanzó el conocimiento y la iluminación absoluta y es por ello que es uno de los sitios más importantes para el Budismo. Es tal vez el lugar mas importante de peregrinacion para los budistas en todo el mundo y acá se levantan templos budistas de todas las esquinas del globo, con sus diferentes estilos: templos de Nepal, Tibet, Thailandia, Bhutan, Myanmar, Bangladesh, Japon, China, Korea, Taiwan... en fin.

De hecho en Bodh Gaya, el Dalai Lama pasa varios meses en el año en la época de "invierno" Indio. Es un lugar de inmensso respeto, se respira un ambiente de paz y tranquilidad en sus parques y templos. En cualquier rincón hay monjes de todas las tradiciones debajo de árboles o en pabellones a la sombra que buscan, como Siddharta, esa iluminación tan esquiva, ese gusto de libertad que es el elusivo Nirvana.

Pero aparte de aquellos devotos que meditan en silencio aquí y allá, también están los hinduístas que han incorporado a Siddharta, al Buda, como un dios más en su panteón. Y llegan también por decenas en ondas de ruidosa peregrinación, besando (y lamiendo!) el sendero donde Siddharta meditaba, o el lugar donde meditó por varios días debajo del árbol de Bodhi.

Es un lugar tranquilo y apacible, y lo es aún más en temporada baja. Esas noches me quedé hospedado en el monasterio butanés, dejándome llenar del ambiente, y tratando de recordar lo vacío que es el apegarse a las cosas, siempre tan impermanentes, tan incontrolables, tan insatisfactorias. Viendo a través de las ventanas de mi mismo que la vida no es sino una ilusión, que pasa rapidito...

Hace muchos años, cuando aún estaba en el colegio, me maravillaba por la historia de ese príncipe que dejó su castillo, su familia, su riqueza y su harem por perseguir la búsqueda espiritual donde fuera que sea que estuviera. Leía en los libros de historia esos relatos, y me maravillaba particularmente con la historia de su iluminación debajo del árbol.

Y estando justo debajo de ese mismo árbol, más de 2,500 años más tarde, hizo que algo hiciera click y me estremeciera. Ese mismo algo que me dice que en el mundo no hay tal cosa como las casualidades.

Gracias profe, gracias Siddharta.

jueves, 9 de julio de 2009

Enamorándome

Desde que estoy en India, y aún más, desde que la estoy recorriendo por tierra en bicicleta, he estado sudando y sudando, aguantandome casi 50 grados de temperatura a la sombra, pedaleando con un viento abrasador de frente, con la cara embadurnada de polvo y tierra, con las uñas negras y el estómago gruñéndome en señal de protesta, pero tengo que confesar que creo que me estoy enamorando, creo que me estoy enamorando con pasión de esa tierra a la que le dicen India. Y es que no es difícil, creo que el camino fue una preparación para ésta ruta... El caos, el sublime caos del día a día, los polos extremos y todo lo que hay entre ellos. La vida, la muerte, todo eso se sucede instante a instante acá.

Mejor dicho, India tiene ese no se qué que me enamora. Los extremos, la intensidad, la magia, lo cálido, lo misterioso, lo amable, lo apasionado, la vida, la muerte, lo que te hace perder la cordura, la esperanza. La gente, por dios, qué gente.

India me acogió con los brazos abiertos, me alimenta con la leche de su pecho y me da de beber y me refresca con el agua de los innumerables pozos de sus caminos. Me enseña, ella y su billón de hijos (mis hermanos) que día a día te encuentras al azar en la carretera. India.

Más que amor, creo en esa pasión, ese deseo loco a primera vista. Y eso es lo que estoy sintiendo con India. Me dan ganas de amarla, y otras me dan ganas de escupirla o gritarle a todo pulmón. Pero esa es la pasión y eso es lo que siento por India. Me hace sentir vivo...

En éstos momentos ya dejé el estado de West Bengal (Bengala Occidental) y estoy en la mitad de Jharkand, un estado relativamente nuevo (formado apenas hace 8 años) que además es uno de los menos visitados de India. Y ésto se debe en parte a su fama de inseguridad y disturbios públicos, pues tiene una guerrilla de influencia Maoista llamada "los Naxalitas". Varios Indios me explicaban que si bién en su época sus actividades se volcaban hacia la igualdad social y la consciencia de la distribución de la riqueza hasta aquellos más necesitados, hoy en día no es más que un grupo al márgen de la ley que terroriza pobres y ricos unica y exclusivamente por dinero. E igual así, hay algunos extranjeros con visión romántica que los defienden en plazas públicas. Claro está, porque ellos en Europa o de donde sea que vienen no han sentido el dolor de la muerte de un familiar o conocido, no han sentido terror en la noche cuando los guerrilleros se acercan a sus poblaciones. Cualquier parecido con la historia de la guerrilla Colombiana es meramente coincidencial...

En todo caso, en mi viaje de "peregrinación" tenía ganas de subir a Parasnath que es el lugar más sagrado de la religión del Jainismo. Cerca a Parasnath hay montones de montañas llenas de templos y santuarios Jainíes. Y hasta acá quería llegar yo, pero en un dhaba (restaurante de carretera) me explicaron que no era muy buena idea, porque por ésta época no había mucho turismo y hace poco los Naxalitas se habían reactivado en la carretera, quemando varios autobuses y pidiendo dinero (la vacuna!) a la gente que transitaba por las solitarias carreteras que unen las montañas con Parasnath. Nuevamente, no se por qué se me hace TAN familiar ésta historia!

Y pues un poco aburrido y no más viendo los santuarios Jainíes a la distancia, seguí pedaleando hacia el noroeste, esperando llegar al estado de Bihar y desandar los pasos de Siddharta en también uno de los cuatro sitios más sagrados del Budismo en el mundo, Bodh Gaya, o donde históricamente dicen que Siddharta alcanzó su iluminación.

El viaje/peregrinación no se detiene!!!

miércoles, 8 de julio de 2009

Calcuta, ¿la ciudad de la alegria?

Saludos desde el calor mas infernal en Calcuta... el clima y la humedad me tiene sudando como un cerdo todo el dia y noche, pero bueno, luego del shock inicial de los dos primeros dias en los que absolutamente todo es diferente y no hay un punto de referencia al que uno se pueda agarrar, ya todo va bien... India es increíble, te impresiona momento a momento, es un pais en el que todo esta en tu cara, colores, olores y el billon de personas que andan por ahi!

Reloco, pero bueno, como decia ya estoy mucho mas acostumbrado! Ya luché con la inercia y el calor, armé a mi adorada Alma que estaba un poco aburrida de andar metida en una caja de cartón y me puse en mis primeras tentativas excursiones bicicletisticas por la ciudad... es tenaz, el tráfico es de los peores que he visto (se da guerra con el de Vietnam). Pero ya hasta he aprendido a disfrutar esa ausencia de leyes y reglas, me dan ganas de comprarme un pito de esos de trasatlántico para abrirme paso en las calles!!

Calcuta es una ciudad enorme (la segunda más grande de India) que pareciera que se hubiera quedado en los 70's. Los autos, los buses, las oficinas, las tiendas... Así me imagino que era hace unas décadas las calles de las grandes ciudades de Latinoamérica.

Por todas partes se ve el legado del colonialismo inglés, desde las grandes y majestuosas lineas del Victoria Memorial (una combinación entre la Casa Blanca gringa y el Taj Mahal) hasta las casas y edificios estatales que se ven en el centro. Incluso en las cortes de justicia, todos los abogados y jueces tienen ese vestidito tipo toga tan tipicamente inglés y que se ve tan extraño en el calor subtropical de Bengal!

Museos, edificios, rickshaws tirados por gente, templos, iglesias, calles abarrotadas de gente y tráfico, tiendas, olores, eso es lo que definiría por el momento a la ciudad de Kali, Calcuta.

Y hablando de Kali, estuve en Kalighat que es uno de los templos más importantes a la terrible diosa Kali (diosa de la destrucción), y es todo un viaje. Cientos, miles de creyentes hacen fila para poder mirar un instante a la negra imágen de Kali, y luego asistir a los sacrificios de animales en vivo y en directo donde degollan al infortunado animal y luego los creyentes toman la sangre de la piedra de sacrificios y se la untan en la frente. La verdad, no entiendo mucho ésto pero bueno, es la tradición.

La comida es otra de las gratas sorpresas de India. Por menos de un dólar te puedes comer un Thali, que es como el corrientazo Indio que tiene arroz, roti (como un pan o tortilla), yoghurt o leche agria, y por supuesto, curry, mucho curry!!! También Calcuta es famoso por sus dulces y por su excelente comida de mar, esos pescados en currys picantes son la lo-cu-ra!!! Estoy empezando con respeto por todo el tema que no quiero destrozarme el estómago, pero se que tarde o temprano va a terminar sucediendo.

Pero al márgen de todos los edificios bonitos, y los monumentos y los parques, está las condiciones de increíble pobreza en las que viven muchos de los hijos de Kolkata. Niños que viven en barrios hechos completamente con basura y que pelean con los escuálidos perros por un pedazo de comida que han encontrado en un cubo de inmundicias. Gente en los puros huesitos que te piden una moneda, niños deformes, o ciegos, que te toman de la camisa y te piden de comer.

Es dura, que tan dura es la vida a veces para éstos hermanos que por cualquier razón no nacieron en una cuna tan llena de oportunidades como la mía, o la tuya del otro lado que estás leyendo ésto en tu computador.

Todo ésto es Calcuta. Puede ser el cielo, y puede ser el infierno, pero es.

martes, 7 de julio de 2009

Ladies and gentlemen, welcome to India

Hace años que no montaba en avión y tal vez eso explicaba que estuviera con la nariz pegada a la ventana practicamente todo el viaje. A miles de pies de altura, el delta del Ganges no era más que unas delgadas líneas de agua parduzca allá abajo. No se veían los búfalos, los campesinos arando y recogiendo tierra. Pero seguro que allá estaban, haciendo lo que día a día estaban acostumbrados a hacer, sin prisas, sin expectativas.

De mi ensueño me saco la azafata, con su bindi en la frente, y su impecable y colorido sari recordándome que ya estábamos prontos a aterrizar. India.

"Damas y caballeros, bienvenidos a India. Hemos aterrizado en el aeropuerto internacional de Kolkata. La hora exacta, 4.30pm. La temperatura, 45 grados centígrados. Gracias por volar con Air India Express".

Lo único que me quedó grabado, fué la temperatura. Y eso que ni debería, porque al momento de abrir las puertas, el calor se escurrió dentro del avión y me recordó que si, que había llegado a India en verano, en la peor época del año.

En el aeropuerto estaba un equipo médico con sus termómetros y bajalenguas revisando a los pasajeros para el tema éste de la gripa porcina. El único otro occidental que venía en el avión se puso a pelear con los médicos porque quería un termómetro nuevo para él, no uno que hubieran usado mil personas antes. Los médicos se miraban entre ellos como sin saber que hacer. Y cuando yo ya había pasado el chequeo médico, inmigración y salí con Alma y mi equipaje, el tipo seguía peleando con los médicos que lo que hacían era menear su cabeza, estilo indio. Espero que le vaya bién al hombre.

A la salida... ochenta y cuatro tipos se te lanzan encima a decirte que te llevan a un hotel, que tu hotel está cerrado, que mi taxi está averiado, que llevo muchas maletas, que mi bicicleta requiere sobrecargo bla bla bla. Los rebuscadores que se tiran como aves de rapiña a atacar el turista. Y más vale que me acostumbre, porque según dicen abundan por acá.

Pero nada, estoy acá, al fin, en Kolkata. La famosa ciudad de la alegría. La antigua capital del imperio comercial británico. Un pedazo del cielo y del infierno en la tierra. La ciudad más importante de Bengala. Mi puerta de entrada a la mística India...

Y pues... puf!!!!!! Es todo un cambio extremo con relacion a Tailandia o Laos o Japon o hasta China... Es como una explosion de humanidad encima de ti, un monton de colores y olores por todas partes... si pensaba que habia visto fuertes contrastes, pues no, estaba bién equivocado porque esto si es el verdadero contraste. Tan solo el viaje del aeropuerto al hotel, es uno de esos que te despierta el sentido de la aventura! El trafico es un caos, las reglas de tráfico brillan por su ausencia, los peatones, las vacas (sagradas todas, obviamente) y los carros comparten las vias y aca el más grande, o el que pite mas y el que pite mas duro es el rey.

El taxista se vino con musica india tipo Bollywood a todo volúmen, cantando y escupiendo y esquivando y pitando y fumando y riendo y atravesándose e insultando... Por ahi vimos un tipo atropellado y el man me dice "its no problem, people like this everyday, tomorrow he good, he works"... que no hay rollo, que asi es todos los dias y que mañana seguramente estara trabajando!

En la calle, abundan los ventorrillos, los puestos de especias y tabaco, las vacas, las basuras, los antiquísimos taxis Ambassador, los niños jugando Cricket (el deporte nacional, una especie de baseball) y las mujeres todas estan vestidas con los saris (el vestido tradicional Indio) que por algún milagro están siempre limpios sin importar de que charco o basurero salgan!

Pero bueno, lo bueno es que ya estoy bien por aca, un poco triste por dejar Tailandia y todo el SE de Asia pero enfrentado a una nueva aventura (y que aventura por dios!) Hoy estoy recien llegadito y pues ando como cogiendo las cosas suavemente antes de tirarme en la locura de cruzar con Alma éste subcontinente en la época más caliente del año.

domingo, 5 de julio de 2009

Tailandia: Laa korn krap!!!

Hora de dejar Tailandia. Y estaba de nuevo en ese fantástico jardín de senderos que se bifurcan... Donde seguir? Que hacer? Como viajar? Viajar?

Luego de unas noches de poco sueño y mucho pensamiento rondando en la cabeza, una idea se fijó y me dijo que el espectáculo debe continuar, que ahora le tocaba el turno a India y que Alma quería guerra.

Así que luego de los trámites de rigor para la visa en la embajada, de preparar a Alma para el viaje, y de comprar el tiquete aéreo más barato que pude (porque no pude cruzar por tierra pasando por Burma y Bangladesh), estaba listo.

Solo hasta que el avión de Air India se empezaba a elevar luego de comerse toda la pista del aeropuerto de Bangkok, esa compuertita de las lágrimas que siempre se mantiene sellada se abrió y mirando desde el cielo a la Tierra de las Sonrisas, al Reino de Siam, te digo,

Gracias, muchas gracias Tailandia. Me diste de comer la mejor comida del mundo . Me acogiste con los brazos abiertos, me enseñaste, me dejaste dormir en tus bosques y tus mares. Me dejaste salir a jugar con tus hijos, me hiciste aprender que no tenemos nada más que el instante presente. Me seduciste, me embrujaste, me trataste como un miembro de tu familia.

Gracias Tailandia. Espero volverte a ver.

Laa korn krap.

sábado, 4 de julio de 2009

El paraiso siempre queda en el sur

Tailandia está llena de pequeñas sorpresas día a día. En últimas, es un país que tiene montones de lugares interesantes para visitar, tiene algo para todos los gustos. Aventura, trekking, espiritualidad, adrenalina, aldeas remotas, parques naturales, resorts, modernas ciudades, pueblos olvidados... Un país que con justa razón se lleva la tajada más grande de turismo en Asia.

Pero en común, más allá de los sitios que aparecen en los libros de viaje y guías turísticas, está la gente. Gente amable, gente honrada, gente que se preocupa por vos, que te valora como ser humano, que te sonríe aunque no te entienda un carajo. La gente es la que hace al país.

Una vez terminado el viaje hacia la parte norte de Tailandia, quería darme unas vacaciones merecidas de tantas vacaciones (ja!!!). Así que dejé a Alma tranquila en Bangkok y compré un tiquete para un tren al sur. Mi idea del sur es la que te venden en los documentales de viaje, la que la gente comenta. Que tanto las islas del Golfo de Tailandia, como las de la costa del Andamán, tienen unas playas increíbles, unos paisajes sacados de la imaginación alucinada de un impresionista furibundo.

Y como soy de los que sostengo que en el país que me vió nacer y crecer tenemos de las montañas, selvas, paisajes, y por supuesto playas más hermosas del planeta, tenía que ver a las famosas playas de Tailandia con mis propios ojos y ver si tanta bulla era cierta...

Empecé con la costa del Golfo de Tailandia, con la famosa Ko Samui y su hermana mejor, Ko Pa Ngan. Terminé en la costa del Andamán con Ao Ton Sai en Hat Railay.

Y acá, bueno, una imágen en realidad vale más que mil palabras.






Y efectivamente, las playas del sur de Tailandia son hermosas, con un mar increiblemente claro para el buceo y el snorkeling, lleno de actividades para todo el mundo. Otra sucursalcita del cielo en la tierra, porque ya todos sabemos, que la más grande, queda en Colombia.

De paso por el norte de Tailandia

Visitar el norte de Tailandia es de alguna manera devolver el reloj y visitar esas aldeas de minorías étnicas que se quedaron congeladas en brumas y en el tiempo. Es darse un respiro de aire fresco y vegetación abundante, es subir por carreteras tortuosamente serpenteantes hacia las montañas, es empaparse de la tranquilidad de su ambiente, de sus habitantes.

Ésta vez no estuve con Alma, sino que nuevamente le toco el turno a una motocicleta anónima de 110cc, pero que se portó muy bién atravesando ríos, montañas, y carreteras destapadas, adentrándome más en la selva.

Cerca de las fronteras con Laos y Burma (o Myanmar), una región alejada del mundo moderno se podría describir (como alguien me diría alguna vez) un pedazo de cielo al que le hacen falta los ángeles.

viernes, 3 de julio de 2009

Feliz año nuevo Thai!

Y qué diferencia al año nuevo Thai de las celebraciones del año nuevo que estamos acostumbrados? Bueno, en primer lugar, la fecha. El Songkran (festival de año nuevo) se rige bajo el calendario lunar thai, por lo que ocurree unos cuatro o cinco meses después del año nuevo oficial. Y segundo... bueno, el agua. Litros y litros de agua! Las ciudades se convierten en verdaderos campos de batalla en los que grandes y chicos afinan puntería, y con sus armas de agua (que pasan desde ingenuas pistolitas para bebés hasta verdaderos morteros que escupen chorros de agua a altísima presión) no dejan que nadie, nadie quede seco. Por cuatro días (en algunos sitios es hasta una semana), todo el mundo que sale de la seguridad de sus casas, queda totalmente empapado.

Los negocios se detienen (bueno, salvo aquellos relacionados con comida y bebida) y todo el mundo sale a la calle a, bueno, mojarse! El concepto de camisetas mojadas llega acá a su máxima expresión, y todo el mundo sin distinción de credo o clase social sale a divertirse como niños en el agua. Y como la celebración de año nuevo por lo general cae durante la temporada más calurosa del verano en Tailandia, la gente agradece el agua que abunda en todas partes.

Dicen los Thai que el mejor lugar para celebrar el Songkran es la pintoresca Chiang Mai, por la amabilidad de sus habitantes, lo colorido de sus desfiles y celebraciones y porque hay un foso lleno de agua alrededor de la ciudad antigua que regala munición gratis a todo el mundo. Y por aquellas cosas del destino, justo por esa época andaba tuve la fortuna de estar en Chiang Mai, porque en Bangkok e incontables otros lugares de Tailandia las celebraciones de año nuevo las aguaron los tipos de las camisas rojas, que con sus peleas y manifestaciones violentas en contra del gobierno, hicieron que la celebración se cancelara para la tristeza de muchos.

Pero bueno, en Chiang Mai la fiesta no se detiene y en las noches la celebración sigue en los bares y discos que abundan en todo lado. En esa semana la gente pareciera que no duerme porque hay constante actividad en las calles, en esa semana la gente se olvida del calor, de sus penas, y con agua limpian sus casas, sus calles, sus almas con la esperanza de un año nuevo mejor que el anterior.

jueves, 2 de julio de 2009

De nuevo en el camino

Habría que despedirse de Tailandia de la misma manera con la que la saludé. En el camino, con la mochila al hombro. La idea era entonces recorrerla de norte a sur, empezando por las históricas rutas de las antiguas capitales del norte, pasando por las selvas y aldeas en la frontera con Myanmar (o Burma) antes de ir bajando lentamente al sur, a las famosas islas del Golfo de Tailandia y las playas paradisíacas de la costa del Andaman.

Acá los lugares y los tiempos se mezclan indiscriminadamente, porque me toca sacarlos de la poco fiable y fiel que es mi memoria.

De Bangkok el camino me llevó unos 100 kms al norte, a Ayuthaya que fue una de las capitales imperiales más importantes del reino de Siam en Tailandia. Ayuthaya es una ciudad tranquila con algunas ruinas regadas aquí y allá, en la que lo mejor que hay para hacer es sentarse en los parques a ver el sol caer detrás de los muros y fuertes que tienen centenares de veranos en sus caras.

Más al norte está Lopburi, otra ciudad imperial antigua llena de ruinas, pero con la particularidad de haber sido invadida completamente por los monos (no los de cabello rubio, sino los monos monos que comen bananas!), los que se han mezclado desde hace años en la vida y el día a día de los ciudadanos. Es común ver peleas entre hombres y monos porque éstos últimos se vuelven descarados y ladrones y se tratan de quedar con tus cosas, sea la bolsa con el mercado o las llaves de tu carro. Los monitos estos saltan de aquí a allá, suben a casas, asustan a las señoras, se roban tus compras, se meten en los autos, saltan sobre las bicicletas, y la vida continúa. Una ciudad bastante bizarra, pero no por ello deja de ser interesantísima!

En ruta a la famosa Sukkhotai, queda Phitsanulok, una tranquila ciudad hogar de decenas de Wats (o templos tailandeses) incluído uno que tiene la imágen más famosa y venerada en Tailandia, luego del reconocido Buda de Esmeralda del palacio real de Bangkok. Por suerte, estábamos en los días previos al Songkran o año nuevo Tai, y habían una cantidad de actividades interesantes en los templos, como por ejemplo la ceremonia de lavatorio de todas las imágenes de Buda, en la que tanto monjes como laicos esparcen un poco de agua sobre cada una de las estatuas de los templos. Una ceremonia netamente práctica que fue adquiriendo cada vez más y más matices religiosos y paganos. Inclusive, en algunos templos hay monjes que sirven de brujos que por una "donación" se atreven a leer tu futuro... Nada más en contra de las enseñanzas del Budismo, pero bueno... vive y deja vivir.

De ahí, el siguiente destino grande era el parque histórico de Sukkhotai, también patrimonio histórico de la humanidad como Ayuthaya, pero mucho más grande y bién conservado. El recorrer en bicicleta las ruinas de la antigua capital imperial, llenándose de historia, visualizando los imponentes edificios, templos y construcciones de la ciudad es algo mágico, sobretodo con la tenue luz del amanecer o del atardecer como cómplice. Obvio que después de Angkor Wat y Machu Picchu el estándar para las ruinas arqueológicas sube bastante, pero Sukkhotai es un lugar tranquilo y pacífico, en el que vale la pena perderse un buen tiempo.

E igual, al estar cerca al Songkran, o año nuevo Thai, el sitio estaba lleno de devotos que hacían los ritos tradicionales y para mi, era una preparación para un salto de lo místico a lo profano pues el siguiente destino más al norte, era Chiang Mai, famoso por sus infames batallas de agua y rumbas mojadas de año nuevo.