Pingyao es una ciudad en la provincia de Shanxi, en cuyo centro queda una encantadora citadela amurallada, tal como era hace centenas de anos. Como es tal vez la mejor preservada de toda China, esta inscrita dentro de la lista de patrimonios mundiales de la UNESCO.
Llegamos a Pingyao, luego de salir temprano de Wutai Shan, tomando un bus que facilmente puede ser el mas lleno en el que me he montado. De hecho, mucha gente le toco viajar seis horas de pie,
y hasta durmieron de pie. Supongo que es la fuerza de la costumbre... En ultimas, llegamos a Taiyuan, una ciudad intermedia y poco interesante, solo para tomar un taxi hacia la otra estacion y partir en el primer bus a Pingyao. Luego de un par de horas largas, llegamos al fin a las afueras de Pingyao. Nuevamente, cambiamos de medio de transporte por un moto-taxi (como un rickshaw motorizado), que nos dejo ya dentro de la ciudad amurallada, cerca del supuesto hostal donde nos quedariamos unas cuantas noches.
Solo el hecho de caminar entre las murallas antiquisimas, de pasar entre calles estrechas y bordeadas de lamparas circulares rojas -tipicamente chinas-, de perderse entre tantos olores de especias, de carnes, de panecillos de luna (mooncakes) recien horneados, te transporta a otros lugares, otros tiempos.
Luego de semejante viajecito, lo unico que queria era una ducha, una cama donde poner mi mochila, algo de comer. Y perdidos entre tantas calles, vimos un hotel que quedaba en una casa super tradicional china, ornamentada con dibujos rojos y dorados, con un patio central espectacular. Como estabamos con cara de perdidos, el administrador nos dijo que si queriamos mirar, y efectivamente las habitaciones estaban espectaculares. Nos mostro una triple (ibamos los tres) por la que nos pedia como 200 Yuan. Negociando, la bajo a 120 Yuan, o sea que cada persona tenia que pagar algo asi como 4 o 5 dolares por una habitacion individual, con bano impecable, con comodidades de cinco estrellas... O sea, la vida que me merezco!
Dejamos las mochilas, tomamos fotos a la habitacion que nos regalo el destino, y nos perdimos ya de noche entre lamparas rojas y vendedores de cacharros. Encontramos un lugar de noodles, lleno de gente que vive en la ciudad. Y por menos de la mitad de un dolar, comimos hasta la saciedad.
Un par de cervezas (de arroz) fueron el broche final de esa noche, preparando el camino para una noche larga y tranquila, reparadora.
2 comentarios:
QUE DELICIA DE VIAJE...LA ENVIDIA DE LA SANA ME CORROE...POR ESO EL 18 DE SEPTIEMBRE VIAJARE AL ASIA PERO COMO AMAESTRADA..NO SOLO POR LAS DIFICULTADES DEL IDIOMA SINO TAMBIEN POR QUE EL TIEMPO ES CORTO Y EL MIEDO A LA AVENTURA ES RESPETABLE.
pues por aca estare!!!!
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