jueves, 2 de julio de 2009

De nuevo en el camino

Habría que despedirse de Tailandia de la misma manera con la que la saludé. En el camino, con la mochila al hombro. La idea era entonces recorrerla de norte a sur, empezando por las históricas rutas de las antiguas capitales del norte, pasando por las selvas y aldeas en la frontera con Myanmar (o Burma) antes de ir bajando lentamente al sur, a las famosas islas del Golfo de Tailandia y las playas paradisíacas de la costa del Andaman.

Acá los lugares y los tiempos se mezclan indiscriminadamente, porque me toca sacarlos de la poco fiable y fiel que es mi memoria.

De Bangkok el camino me llevó unos 100 kms al norte, a Ayuthaya que fue una de las capitales imperiales más importantes del reino de Siam en Tailandia. Ayuthaya es una ciudad tranquila con algunas ruinas regadas aquí y allá, en la que lo mejor que hay para hacer es sentarse en los parques a ver el sol caer detrás de los muros y fuertes que tienen centenares de veranos en sus caras.

Más al norte está Lopburi, otra ciudad imperial antigua llena de ruinas, pero con la particularidad de haber sido invadida completamente por los monos (no los de cabello rubio, sino los monos monos que comen bananas!), los que se han mezclado desde hace años en la vida y el día a día de los ciudadanos. Es común ver peleas entre hombres y monos porque éstos últimos se vuelven descarados y ladrones y se tratan de quedar con tus cosas, sea la bolsa con el mercado o las llaves de tu carro. Los monitos estos saltan de aquí a allá, suben a casas, asustan a las señoras, se roban tus compras, se meten en los autos, saltan sobre las bicicletas, y la vida continúa. Una ciudad bastante bizarra, pero no por ello deja de ser interesantísima!

En ruta a la famosa Sukkhotai, queda Phitsanulok, una tranquila ciudad hogar de decenas de Wats (o templos tailandeses) incluído uno que tiene la imágen más famosa y venerada en Tailandia, luego del reconocido Buda de Esmeralda del palacio real de Bangkok. Por suerte, estábamos en los días previos al Songkran o año nuevo Tai, y habían una cantidad de actividades interesantes en los templos, como por ejemplo la ceremonia de lavatorio de todas las imágenes de Buda, en la que tanto monjes como laicos esparcen un poco de agua sobre cada una de las estatuas de los templos. Una ceremonia netamente práctica que fue adquiriendo cada vez más y más matices religiosos y paganos. Inclusive, en algunos templos hay monjes que sirven de brujos que por una "donación" se atreven a leer tu futuro... Nada más en contra de las enseñanzas del Budismo, pero bueno... vive y deja vivir.

De ahí, el siguiente destino grande era el parque histórico de Sukkhotai, también patrimonio histórico de la humanidad como Ayuthaya, pero mucho más grande y bién conservado. El recorrer en bicicleta las ruinas de la antigua capital imperial, llenándose de historia, visualizando los imponentes edificios, templos y construcciones de la ciudad es algo mágico, sobretodo con la tenue luz del amanecer o del atardecer como cómplice. Obvio que después de Angkor Wat y Machu Picchu el estándar para las ruinas arqueológicas sube bastante, pero Sukkhotai es un lugar tranquilo y pacífico, en el que vale la pena perderse un buen tiempo.

E igual, al estar cerca al Songkran, o año nuevo Thai, el sitio estaba lleno de devotos que hacían los ritos tradicionales y para mi, era una preparación para un salto de lo místico a lo profano pues el siguiente destino más al norte, era Chiang Mai, famoso por sus infames batallas de agua y rumbas mojadas de año nuevo.

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