La famosa ciudad azul de India, Jodhpur es una extensa y colorida población sobre el gran desierto del Thar en Rajasthan. Una ciudad repleta de callejuelas estrechas, bazares ruidosos y pequeñas sorpresas en cada esquina. Vigilando silenciosamente a Jodhpur, se levanta majestuoso sobre la colina más grande de la ciudad el fuerte de Jodhpur, el Mehrangar, el más grande de toda India que además es hogar del delicado y elegantísimo palacio del Maharaja acorazado y vestido para batalla o para el amor. Con medio milenio de antigüedad, es un fuerte que nunca ha sido tomado por la fuerza, y eso es mucho decir en la agitada y guerrera región del Rajasthan donde las guerras y las batallas eran casi que ritual.
Más grande que Jaisalmer, menos llena de gente que acosa al extranjero y con un poco más de ese encantador caos de los bazares indios, Jodhpur es el epicentro de una agitada actividad comercial en la que abundan las especias, las increíbles telas bordadas, las artesanías, palacios, havelis o casas antiguas, cultura y música.
Los bazares de Jodhpur están llenos de clanes de artesanos y vendedores cuyas familias se han dedicado a lo mismo durante generaciones, y lo siguen haciendo con gusto. Gente que con un chai en la mano tranquilamente abre sus puestos día a día mientras habla con el vecino. Gente tranquila, satisfecha con lo que hace. Gente simple, gente que sonríe, que tiene problemas, pero gente que disfruta las pequeñas cosas de la vida.
Hasta el momento he sido un adicto al "Lassi" que es una bebida parecida al Yoghurt hecha de crema de leche, azucar y hielo. Pero en Jodhpur me enamoré del lassi de Makhaniya, que además de la crema y el azucar estándar, tiene especias tradicionales Indias como cardamomo, clavos y un poco de mantequilla. Suena pesado, pero vale la pena cada pecaminosa caloría que contiene.
El barrio dentro de la ciudad amurallada es encantador, y para mi era un verdadero placer subirme a la terraza a hablar con la gente mientras el sol iba desapareciendo detrás de las casas color azul. En las callejuelas de abajo pasaban vacas y bicicletas, y en los techos de las casas vecinas un montón de niños sale con sus cometas artesanales a desafiar el cielo y el viento mientras despiden un día que va pasando de largo. Es un barrio que de alguna manera u otra con sus colores y sus callecitas estrechas me recuerdan un poco a mi querido barrio de La Candelaria en Bogotá que me acogió como otro hijo más cuando estaba viviendo por allá hace tantos años que pareciera una eternidad...
Y nada, es que el tiempo tiene esa manía de pasar y pasar y pasar.
En la noche, escuchando de fondo melodías de los violines Rajputh y el ritmo de las tablas (instrumento de percusión indio) empaqué casi cayendome del cansancio: Mañana es día de viaje también.
1 comentario:
No resolviste el por qué las casas son azules... pareces hablando de tu casa, te lees en casa. Un abrazo!
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