lunes, 13 de julio de 2009

Llegando a Agra

Cuando te sentás en la azotea de la pensión barata en la que te estás quedando, y sentís en el cuerpo la fuerza y la esperanza de un viento fresco que promete monsón y vida, y el sol cae pintando de rosa a lo lejosla fachada de mármol blanco del Taj Mahal, el más extravagante monumento hecho por amor, puedes sentirte dentro de una postal, en la India que venden en folletos turísticos, esa India como se la imaginan tantísimas personas alrededor del mundo.

Pero es solo cuando escuchas al mismo tiempo a los Imam de todas las mezquitas cantando sus himnos sagrados a Alá, y a los autorickshaws pasar como locos en la calle bajo de tí llenando el aire de pitos y de música pop hindi a todo volúmen, cuando los vendedores de especias en sus carritos pasan insultando a las vacas que se pasean como pedro por su casa en las calles, o en los techos de la ciudad los niños corren y juegan, y elevan cometas esquivando cabras, y a lo lejos se escuchan las campanas enloquecidas de la puja nocturna, es ahí cuando India se sale de la postal para cobrar vida, y se te entra por los poros y te intoxica y te hace agradecer que estás vivo, que estás acá, que estás viviendo éste instante.

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