Amaneci, al fin, cerca al mar. Pido poco para alegrarme, pero la verdad es que pocas cosas me hacen mas feliz que mirar el mar, ver las olas que van y vienen, sentir las estrellas mezcladas con la brisa. Ver, en cada ola, el reflejo de la luna, de ciudades distantes, de un cielo que se niega a ser negro.
Gulang Yu, de noche es como una mujer con traje de gala, lleno de luces. Las mansiones antiguas, los cerros, las esculturas, algunas playas, son iluminadas con imaginativos juegos de luces de colores, haciendo un conjunto bastante singular y bonito. De lejos, de hecho, la isla se ve como una postal encantada, inmortalizada entre el mar sereno y un cielo despejado. La isla, de noche, toma otro caracter mas sutil y melancolico. Lejos quedan los visitantes y solo quedan los noctambulos, los amantes y los pianistas. Esos pianistas que tocan con la ventanas abiertas, y dejan escapar pedacitos de notas que llenan las calles y las playas de piezas clasicas.
Respirar el aire de mar, acostarme en la arena aun caliente, y mirar hacia ninguna parte en especial trae recuerdos medio olvidados, sensaciones y olores. Por que siempre que recuerdo, de las cosas que mas fuertemente se impregnan a mi memoria son los olores?
Hasta tarde me quede, caminando sin ninguna direccion, perdiendome en los callejones de la isla (ni autos ni motos tienen permitido el transito en Gulang Yu). Caminando sobre arena, mar, rocas y callejuelas empedradas. El tiempo pasa rapido...
La musica suena, cada vez mas lenta, mas pausada. Finalmente, como todas las cosas, se detiene y solo hay silencio en Gulang Yu.
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