viernes, 21 de agosto de 2009

Rishikesh, el bazar de la espiritualidad

India es muchas, muchas cosas. Entre ellas, es la de ese bazar espiritual que proporciona todo lo que la gente buscando respuestas necesita. Cuna del Yoga, de los Vedas y de los textos sagrados como el Bhagavad Gita, el Ramayana, y tantos otros. Lugar de nacimiento de muchas de las religiones más importantes del mundo, como el Hinduismo, Jainismo, Sikkhismo, Budismo y demás. Aparentemente India, contrastando fuertemente con el caos de sus ciudades, ofrece en bandeja de plata la paz espiritual a todos los viajeros sedientos de ella.

Rishikesh, unos cuantos kilómetros al norte de Haridwar y sentado en una locación idílica al pie de los Himalayas, junto al sagrado Río Ganges, es el ejemplo perfecto de éste mercado espiritual para todos los gustos. Conocido oficialmente como la capital internacional del Yoga y extra-oficialmente como el mercadillo de la espiritualidad sosa, es un poco como los Saddhus que la recorren día a día. Un poco de santa, un poco de tranquila, un poco de sabia, pero también buscavidas, mamagallista y medio hipócrita.

A lado y lado de sus calles salen mil letreros como en un supermercado, de gente que ofrece sus bienes. Hatha, Raja, Karma, Ashtanga, Iyengar y cualquier otro tipo de Yoga posible. Casitas de lata en las que se ofrece terapias completas de medicina Ayurvédica. Tiendas que venden estatuas de Shiva, Ganesha, Vishnu, y un par de docenas más de sujetos del panteón Hindú. Masajes ayurvédicos, herbales, tibetanos, tailandeses. Certificaciones en Reiki a granel. Shiatsu. Meditaciones de todos los tipos. Acupuntura. Clases de tantra bailable. Ashrams para todos los gustos en los que solamente se quedan los turistas por unos días para saborear la iluminación. Te leen la mano, el chocolate, las cartas, el agua, el té. Te venden piedras, talismanes y amuletos para mejorar tu suerte, tu salud, tu amor. Hay gurús que de día enseñan a recitar mantras o a realizar complicadas pujas, y de noche salen a relajarse a comerse una hamburguesa vegetariana. Hay recitales de música clásica india con su sitar y con su tabla, en el mismo local donde momentos antes se hacía una movida e intensiva sesión de meditación dinámica al estilo Osho.

Rishikesh se hizo famosa de la noche a la mañana porque un día cualquiera, un grupo de hippies en su época de oro vino a pasar una temporada acá. Pero no era un grupo cualquiera, venían de Inglaterra y eran más conocidos como The Beatles. Y aunque eventualmente se largaron porque descubrieron que el ashram del Maharishi donde se quedaban no era más que una estafa y una broma, miles y miles de personas han seguido sus pasos hasta este pequeño lugar, buscando inspiración, tranquilidad, iluminación, o simplemente, una ubicación idílica con yerba barata.

Sin importar lo que pase en sus calles, sin importar los saddhus (falsos o verdaderos) o los peregrinos que la inundan por todas partes, sin importar el mercadillo new-age del pueblo, Rishikesh y sus alrededores efectivamente son un lugar privilegiado. En medio de las montañas, si todo el rollo de la espiritualidad se vuelve muy agobiante, solo unos pocos kilómetros lo separan a uno de los bosques y selvas que están ahí para uno solo. Cascadas, riachuelos limpios, árboles viejísimos. Y los Himalayas, esos imponentes gigantes de roca, desde atrás no te quitan ni un segundo la vista de encima.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Todo va en observar qué hay más allá de lo que te venden, tocar el corazón y el alma que se esconden detrás del barullo. Parece que los Himalayas te permitieron verlos... Un abrazo...

Requisitos Visa dijo...

totalmente de acuerdo, esto invita a reflexionar y a ver mas allá.