Un leve cambio de planes pero el destino seguía siendo el mismo. Himalayas. Pero en vez de ir a Shimla de primero, había un desvío hacia el estado vecino de Uttrankal, hogar de muchos sitios de peregrinación como el Gangotri y Yamunotri (sitios donde nacen los ríos sagrados del Ganges y Yamuna), las montañas del Himalaya y Haridwar, otra de las siete sagradas ciudades del Hinduismo. Y no se por qué, pero aparentemente sin planearlo resulto dando vueltas en casi todas éstas ciudades de peregrinación. Y digo que sin planearlo, porque si bien el hinduísmo es una religión mitológica llena de dioses, historias, castas y colorido, no es una ideología que me seduzca, que me llame mucho la atención sino desde un punto de vista netamente estético. Cada día que paso en India quedo más seguro que no estoy acá por el bazar espiritual, ni por tomarle fotos a los Saddhus, ni por balancearme entre los millones de dioses y los otros miles de "Nogurús" espirituales que deambulan por ahi. No. Cada día que paso en India estoy más convencido que estoy acá de paso solamente, viviendo lo que tengo que vivir en éste país de alto voltaje, sea lo que sea. Mis maestros no tienen cabello largo ni caras untadas de ceniza. No viven en las riveras del rio Ganges haciendo abluciones místicas y ceremonias del fuego y del agua. Mis maestros son las incontables personas que se aparecen día a día como ángeles camuflados. Son esas personas sencillas, tranquilas y humildes que te comparten una historia, un chai, un pedazo de su vida. Que te enseñan sin proponérselo. Son los amaneceres y las puestas de sol, son las montañas, los desiertos y las tormentas de lluvia o de arena. Son el carnaval de elementos que desfilan frente a tí, día a trás día, con alguna lección.
Y la lección de éstos días, fue de paciencia. Paciencia porque es lo que me hizo falta al tomar la carretera que conduce de Delhi hacia Uttaranchal, donde habían trancones (o tacos o embotellamientos) que duraban HORAS, solamente porque un chistoso conductor Indio le dió por pasarse de listo y meterse en contravía por una autopista. Y aunque hubiera una fila de autos, motos, bicicletas y camiones pesados estancados, muriéndose de calor y de sordera por todos los pitidos frecuentes, no quería devolverse a su camino y dejar que el tránsito fluyera como debería hacer. Paciencia para no gritarle a él y a todos los conductores con esa absurda lógica India y recordarles a su santísima madre. Paciencia, porque en los estrechos caminos hacia Haridwar, absolutamente TODO el mundo te pita con esos pitos ensordecedores que terminan por hacerte perder la cordura y el sentido del oído. Paciencia, porque no respetan el hecho que vos estés compartiendo la vía con ellos y te tiran a la cuneta, sin importar qué.
India, sos un hermoso país, pero tus conductores sencillamente son los peores del mundo. Por fortuna dejé mi AK-47 en casa (já!) o si no hubiera podido estallar un conflicto trasnacional...
Nada, tal vez respiro por la herida, pero... ¿qué se puede esperar de los conductores que le ponen a sus camiones un letrero que dice "HORN PLEASE" (pite por favor)? India puede ser todo menos silenciosa, y sus carreteras son el epítome de ésto.
Pero bueno, como habría dicho, paciencia.
La ruta hacia Haridwar por ésta época de Julio es aún más congestionada porque por éstas fechas es la peregrinación anual hacia los puntos sagrados de las montañas, hasta finalmente llegar al nacimiento del río Ganges. Por las carreteras se ven muchos peregrinos vestidos de naranja que van hacia o desde el glaciar en los Himalayas con un poco de agua en sus hombros. Éstos tipos van la mayoría a pié y descalzos, y esperan que ésta peregrinación que puede durar desde un par de días hasta varios meses les logre expiar sus culpas y alcanzar una reencarnación más favorable, o en el mejor de los casos lograr el Moksha o la liberación definitiva del ciclo de nacimientos y muertes.
Uno de éstos peregrinos, se me unió al anochecer mientras estaba yo armando mi hamaca en un bosquecito a la orilla de la carretera y comenzó a hablarme en inglés básico de su familia, sus creencias, sus planes y su vida. Tenía orgulloso sus baldecitos con agua sagrada del nacimiento del ganges y me contaba que solo le faltaba una semana para llegar a casa. Llevaba casi un mes caminando descalzo. Y como no hay tal cosa como renunciación absoluta, terminamos el y yo tomando cervezas y comiendo curry de maní antes que el sueño nos secuestrara y nos llevara mucho más lejos que ese bosque olvidado en el norte de India.
3 comentarios:
Señor G.: ¡esto es en tono de regaño!
no puedo leerte con ese fondo....
Y por otro lado hay ina invitación a Ana-top25 porque volvimos a escribir y sería un honor leerte allá también.
Un abrazo pertido.
Definitivamente el mal tráfico puede sacar de casillas hasta el ser más tranquilo... pero bueno, ya llegas a aguas más calmas y todo sigue su curso. Un abrazo!
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