jueves, 1 de enero de 2009

Hoy

Hoy, amaneció un poco más frío que ayer, un poco más tibio que mañana. El sol en invierno se despierta como yo, un poco más lento, un poco más tarde. Un poco como quién no quiere mucho la cosa al principio, pero después, a lo que vinimos, a brillar y brillar y espantar un poco el frío, la duda, la soledad.

El día se fué desenroscando sin afanes. Las hojas de los árboles, pintadas de mil colores, caen en un otoño tardío, suave, tropical. Los gallos seguían dando la bienvenida que solo ellos saben dar, y el calor empieza a evaporar el mantito de rocío que cubre el bosque, creando una maravillosa procesión de formas y figuras tan efímeras como bellas.

Los cuatro cachorros, sin falta, se despertaron con mis pasos y rascándose todavía un pedazo de sueño o una pulga terca, se me abalanzan encima y tiran de mí y de mi ropa en toda las direcciones, como cuatro pequeños huracanes sin ley, sin consecuencias. Tienen hambre, como yo, pero todavía no es aún tiempo de comer.

Los pájaros empiezan también su rutina de todas las mañanas, vuelan de aquí hacia allá haciendo ruido y algarabía. A lo lejos, se escuchan ceremonialmente una, dos, diez campanadas que no significan nada, saludan, como todos, un nuevo día que viene. Un nuevo e increíble día.

En la noche, milagrosamente, había llovido, había recibido yo ese regalo de la lluvia que hace tantas lunas no sentía. Por todas partes se sentía ese olor a tierra húmeda, recién nacida, a vida, ese olor que te ancla misteriosamente más a la tierra, te amarra al acá, te recuerda de donde vienes, adonde irás.

Alguien está barriendo las hojas secas a lo lejos, y en el lago, una mujer está cortando flores y cantando entre labios una canción que nunca voy a conocer.

Hoy, es navidad. Es navidad y por vez primera no hay abrazos, canciones, ni miradas alegres y de felicitación. Es ya la tercera navidad que paso lejos de ese puñado de tierra que cariñosa y tercamente llamo 'casa'. Y aunque no encuentro nada debajo del árbol de navidad, es más, ni siquiera hay uno, hoy, recibí el regalo más hermoso y único que puedo recibir.

Estoy, estoy vivo, estoy consciente de que estoy vivo. Tengo un instante, éste instante, y es increíble estar acá y ahora, y no en las cuentas del banco, en el viaje de vacaciones, en los pagos del auto. Estoy vivo, estoy maravillosamente vivo, siento mi calor, mi corazón, mi respiración y mis pies en la tierra húmeda. Y al menos, en éste instante, ése es el mejor, el más maravilloso regalo que puedo recibir.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Y de ese regalo, todos quienes te queremos somos partícipes. De abrazos al corazón te llenas con cada buen deseo que en tu honor elevamos y sabemos que tú también lo haces por nosotros.
Merry xmas

Ana dijo...

hay algo que se rompió leyendo esto, el egoísmo... siento felicidad por vos, siento ese amor que sentís por vos. Buena vida para vos, hermanito

Anónimo dijo...

Y es que no importa lo lejos que estés de "casa", si te tomas el planeta como tu hogar.

¡Bon voyage!

Eliana Vasquez Osorio dijo...

Lo mas raro es que el 24 estaba pensando en vos. Feliz a~no nuevo algo tarde y que bueno leerte.

Que sigas paseando mucho mucho y escribiendo otro poco mas! :)

Saṃsāra dijo...

Releí este post, porque hay algo en tus palabras que me envuelven como remolino y me estrellan contra los recuerdos más dulces de mi infancia, no se si es por los cachorros, por la navidad, por la añoranza de la lluvia, el amoroso sentimiento de saberse vivo o el pueril "vivir día a día", sin preocupaciones, recuerdo lo que era, lo extraño y cuando despierto contenta en la mañana asumo que soñé con eso... sigue disfrutándolo G :) un fuerte abrazo!

Anónimo dijo...

Hola gregorio, ni idea de quien te escribe (pero no es importante), pero leo lo que has vivido y lo unico que siento es placer, emocion y saber que vos lo haces y estas alla pa que me contes las experiencias. La mejor escuela de la vida. Un abrazo desde Miami, te estare siguiendo..................

Saṃsāra dijo...

8-)