
El Garze Gompa, o monasterio de Ganze (10RMB), es bastante amplio y bonito, de salones grandes y solemnes, repleto de monjes ocupados que como hormiguitas laboriosas corren de lado a lado, sus túnicas dejando un rastro colorido de azafrán y rojo intenso al pasar. Permanentemente en la semi penumbra de sus salones, hay un movimiento de peregrinos, que hacen su kora uno tras otro. Los monjes, a su vez, rezan y cantan y realizan sus rituales vistosos con su rayo y campana (instrumentos ceremoniales para el budismo tibetano que simbolizan lo masculino y femenino). Como cosa curiosa, la mayoría de las paredes de este monasterio están adornados con los colores de la tricolor nacional: amarillo azul y rojo. Yo ya andaba perdido en la penumbra, intoxicado por los cantos y el fuerte olor a incienso, pero uno de los tantos peregrinos me agarro amigablemente de la ropa y me invito a dar el kora como se debe hacer. Y pues bien que es interesante, los monjes te dan agua santa (la que te echas en la cabeza, en las sienes y luego bebes), te invitan a tsampa, luego te muestran detalles de los cientos de pinturas en las paredes, como las dhaikinis carnívoras y ninfomanas, o el símbolo que materializa los canales por los cuales tenemos deseos (sobre una calavera estan los ojos, la nariz, la boca, los oídos y el sexo), o te tratan de explicar que el mandala se vuelve tridimensional y es una expresión del mundo...

Y así, horas caminando bajo el sol, entre la soledad de las montanas alejadas del mundo, uno siente de repente que algo no encaja... Al rato, me di cuenta que la razón de esa sensacion extraña es que no se escuchaba absolutamente ningún sonido, aparte de mi respiración y las pisadas. El viento había dejado de soplar, y de repente entra esa sensación pocas veces experimentada de total quietud, de saber que uno es el único ser humano en la mitad de las montanas, a decenas de kilómetros a la redonda.
Sentir que no hay carros pitando y echando humo, no ver a nadie vendiéndote algo ni mirándote como un extraterrestre. Ningún celular sonando con el ultimo ringtone de moda. Nadie apresurándote por entregar el proyecto para cumplir la fecha. Ningún sonido del Messenger en los audifonos. Nada. Nadie. Solo vos, el cielo totalmente azul, la montana y las ruinas de un viejo monasterio...
Y así uno alcanza a entender un poco el por que las montanas son sagradas en el budismo tibetano. Alcanza a entender también el porque los nómadas hacen encantados sus kora y peregrinaciones a través de las montanas. Fue irresistible el impulso de extenderme ahi sobre la montana, con los brazos abiertos sobre el suelo, mirar el cielo y escuchar ese vacío a veces tan asustador... Ese vacío parecido al que sentía cuando de chico me sumergía en una piscina solitaria, aguantando la respiracion hasta lo que mas pudiera, solamente escuchando al silencio.

4 comentarios:
Que envidia (de la buena) de ese viaje al tibet. Tierra mitica y segrada.
Admirable, envidiable... simplemente un sueño y la capacidad de hacerlo realidad...
Querido G!!! estoy leyendo las noticias!! espero que estés bien :( y que no estés cerca de las revueltas, cuidate mucho!!! un abrazo
hola gregorito...como te envidio y deseo siquiera poder llegar al borde el monasterio. Cuidate mucho, tata
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