lunes, 2 de abril de 2007

El cambio (2)

Y hoy fue el tratar de frente (y de nuevo) con la impermanencia. Es levantarse por la mañana y ver por tus propios ojos, que eso que eras, que tenías ayer, ya no está más allí. Sea eso un billete de mil, una casa, un auto, un par de tetas, o una cara linda, ya no está ahí.

Y sin embargo, uno es tan egocéntrico que cree que el techo debajo el cual uno duerme y se despierta tranquilamente, o la propia salud, o las personas con las que se han compartido pedacitos de la vida van a ser eternas, o al menos tan eternas como uno mismo.

Pero en realidad, el cambio está todo alrededor. Uno mismo es el cambio. Nadie ni nada escapa a las pequeñas o grandes transformaciones de las que el universo está saturado. De hecho, esas metamorfosis son las que hacen que ese universo se mueva, se agite, respire, viva!

No somos nada (y que perdonen los nadaístas). Una leve llama en la superficie de una supernova. Una pequeña burbuja dentro de un océano agitado. Un parpadeo en el tiempo en la mirada de uno de los miles de billones de seres que viven sobre la tierra.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pero los recuerdos sí permanecen... por lo menos algunos, para toda la vida.

G. dijo...

Qué tal si no fuera así? Es difícil imaginar un mundo donde no existieran los recuerdos, no sabríamos lo que hemos sido y por lo que hemos pasado, por bueno o malo que haya sido.

De las pocas cosas que tenemos en la vida son nuestros recuerdos y nuestra experiencia.

Anónimo dijo...

Ojalá los tuyos sean tan buenos como los míos... pero bueno, eso nunca lo sabremos.

G. dijo...

te digo que sí...