martes, 24 de abril de 2007

El antes y el después

La vida y las experiencias son siempre cíclicas al parecer. Nada ni nadie se escapa de ello. Saliendo un poco de lo intangible, acá va la historia.

Hoy, por motivos consulares, me tocó visitar una torre repleta de oficinas de grandes multinacionales de tecnología, finanzas y de petróleo. Estaba de jeans viejos, chaqueta (o campera) de cuero negro, tennis y con barba de algunos días. Mientras esperaba en el lobby, una avalancha humana de gente tan exitosamente linda y bién arreglada me pasaba por los lados, y recordaba que yo hace tal vez unos cinco años, a ésta misma hora, formaba parte de la misma jauría de encorbatados que se lanzaban al ascensor después de comer una ensalada en McDonald's.

Flashback a unos cinco años atrás. Con todo la indumentaria que uniforma a los jóvenes exitosos, caminaba yo con paso decidido y firme con el celular en una mano y el laptop en la otra, buscando obtener un campo en el apretado ascensor. Y una vez dentro (sin importar a quién llegara a pisar, porque obviamente estaban en MI espacio) podía respirar tranquilo y el único pensamiento solía ser el que no se cayera la conexión celular para no perder esa importantísima llamada con los clientes. En esa época solía ser uno de los tantos empleados exitosos para la empresa estrella del hombre más rico (y nerd) del mundo.

Y bueno, luego de bajarme del ascensor y seguir hablando por teléfono con alguno de los importantísimos (pero ya olvidados) clientes, distraídamente recuerdo que me puse a mirar en la cartelera que hay en todos los edificios de negocios en el que listan todas sus oficinas y ocupantes. Petrobras, Siemens, Huawei, Microsoft... y embajadas??? Embajada del Japón. Embajada de la India. No tenía ni idea que acá estuvieran también esas embajadas! Y como suele pasar, aunque estuviera aún en la línea (buscando por cierto un tumor en la cabeza por tanta radiación) me puse a soñar despierto. Que bueno sería un viaje largo, único. Como desde hacía algunos años practicaba aikido me hubiera encantado viajar a Japón y recibir unas clases allí. De comprender más esa cultura. De ahí podría viajar a India, y además, ambas embajadas estaban a solo un par de pisos de diferencia de mi oficina! Que tantas cosas podría conocer, aprender. Que tanto de mí además podría entender.

Pero la persona al otro lado de la línea se empezaba a inquietar porque solo le respondía monosílabos, ahhhs, y hmm-hmmms. De vuelta a la realidad. Me pregunté a mi mismo "Que carajos estabas pensando Gregorio? Volvé a la tierra y poné los pies en el suelo carajo, que por ésto es que te pagan. Dejá de soñar idioteces y más bién cerrá negocios. Esas niñerías de viajes y cosas de soñar despierto solo son para vagos, soñadores y desocupados, como aquel tipo de allí, de jeans viejos, chaqueta de cuero y tennis que tiene una mirada medio rara."

Es real. En esa época, simplemente me arreglé el nudo de la corbata, me miré en el reflejo del tablero y nuevamente, de vuelta a la realidad.

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