Pasar el fin de semana en Hoi An no era una idea para nada mala. El único tema pendiente eran la logística con las bicicletas, porque si íbamos a Hoi An teníamos que devolvernos nuevamente a Danang (una ciudad para nada memorable) y continuar camino otra vez al sur, haciendo tres veces el mismo recorrido. Salomónicamente, cambiar de transporte por algo motorizado y decidimos rentar unas motos por unos días. En el hotel de Danang (que por cierto es de lo mediocre que hay), rentamos las poderosas Honda Dream a solo 6 dólares por día y con algo de equipaje salimos rumbo a Hoi An.
Tengo que confesar que el hecho de viajar a más del doble de velocidad que en la bici y sin esfuerzo alguno, hace que te aparezca una espinita de inconformidad, como si se requiriera mucho más esfuerzo para lograr lo mismo. Pero ésta miserable espinita murió al instante, por el solo hecho que en la bici no tenés que echarle gasolina, no hace ruido, y la única cosa que te lleva por el mundo son tus piernas, vos mismo sos el que viajás sin necesidad de complejos aparatos mecánicos ni contaminación. Estás cerca de la gente, del paisaje, del camino, ese camino que suena a unos cuantos centímetros mas abajo de tus pies. Y para rematar, las posibilidades de que uno se mate en la bicicleta son muchísimo, muchísimo menores que en la moto.
De paso hacia Hoi An, paramos en las montañas de mármol que son unos montecitos tipo karst llenos de pagodas y templos. Aunque en China vi muchísimas montañas de este estilo, una cosa que me pareció increíble fueron los templos llenos de incienso que estaban tallados dentro de las cavernas, utilizados aún hoy en día por los monjes que viven en el monasterio de la montaña.
Llegamos a Hoi An entrando la noche, pasando por una escuelita en la que estaban practicando el arte marcial de Vietnam, que aun no se el nombre. Lo interesante es que el entrenador era totalmente vieja guardia que con un palo golpeaba durísimo a los estudiantes que no eran capaces de hacer el ejercicio que les tocaba...
Los hoteles de Hoi An varían de ser increiblemente lujosos, a simples hotelitos de mochileros. Obviamente, a ese último rango fue al que le apuntamos, pero estuvo muy bién, cumplió con la regla de las tres B's: bueno bonito y barato. La comida tiende a ser carísima en los restaurantes que dan al río, pero nos encontramos con una joya que se llama Café 47 (o algo así) que por un par de dólares por persona te dá la mejor comida que probé en Vietnam... Tanto así, que ese lugarcito, atendido por sus dueños increíblemente buena gente, se convirtió en casi sitio de peregrinación todas las noches.
Hoi An, es otro lugar declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Es una ciudad pequeña, pintoresca, muy cercana al mar. Pero aunque está llena de casas históricas y monumentos interesantes, mi humilde opinión es que no puede competir con otros sitios también declarados patrimonio... Es una ciudad, cargada de contenido histórico, pero no te va a cambiar la perspectiva del mundo. Nuevamente, esa fue mi humildísima opinión.
Pero igual, la pasamos muy bién entre playas espectaculares y cálidas y sitios llenos de la historia de vietnam. Sería descarado quejarse!
1 comentario:
y Alma dónde quedó? jeje lo de cambiar transporte suena tan simple que hasta se puede imaginar que la metiste la maleta.
Y hablando de la bici, es muy fotogénica! deberías hacerle una página dedicada :P
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