En las cercanías de Lijiang hay decenas de aldeas tradicionales chinas que se pueden recorrer en bicicleta, de esas de dos o tres calles en las que los jóvenes y viejos trabajan juntos construyendo sus casas y sus futuros, hombro a hombro bajo el sol, protegidos únicamente por las ubicuas gorras azules estilo Mao. Una de las más conocidas es Baisha, llevada a la fama en parte por sus frescos, en parte porque allí vive el famoso Dr. Ho, un reconocido médico tradicional Chino, de inclinaciones taoistas. Con su larga barba blanca, testigo mudo de décadas y décadas, el Dr. Ho prepara laboriosamente medicinas con hierbas que el recoge de la montaña, y entrega a las personas que están de consulta. En las paredes de su casa, abundan cartas con membretes de universidades y centros médicos de todo el mundo, agradeciéndole por curar una variopinta diversidad de afecciones, que pasan desde el resfrío común, la impotencia, leucemia y hasta cáncer. Todo ésto posible, según el, por su conocimiento extenso de medicina y farmacología china... Por lo pronto, según me dijo, estoy saludable como un toro así que no hay motivos de preocupación, ni tampoco necesidad de comprar su mágico té, aunque dice que aumenta la longevidad...
Alrededor de éstas aldeas, en las montañas, hay decenas de monasterios escondidos, algunos ya en ruinas que cuentan la historia de una época en la que la religión era catalogada como ilegal, en la que el arte y la cultura religiosa era un milenario mal que fue necesario erradicar fuerte y contundentemente. Lejos de la ruta turística, sin las luces multicolores de los sitios oficialmente turísticos de China, no hay muchas personas que los visitan, solo están ahí, inmóviles soportando otro año más que pasa, otro año en que se dejan caer más y más profundamente en el olvido.
De vuelta por un camino secundario y anónimo destino a la ciudad, se pasa bordeando también más y más aldeas, de esas en la que los viejos que juegan a las cartas y toman baijiu, fijan sus miradas en el grupo extraño de occidentales, antes de hacer un chiste sobre los laowai, estallar en carcajadas, escupir al suelo y seguir jugando otra partida más de cartas, mientras un tractor de dos tiempos pasa ruidosamente por la calle.
Un día normal en las aldeas cercanas a Lijiang.
1 comentario:
Woow!!! Esos son los países ocultos dentro de los países visibles. La China de verdad... Muchos caminos recorridos y aún más por recorrer.
Un abrazo
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