Cuando me permito sentir, es verdad que puedo sentir dolor. Aunque solo así, también me puedo apasionar y sentir felicidad.
Uno de esos días en los que la que parece ser la mejor decisión resulta siendo la más triste y dolorosa. Es duro decir adios, pero también es duro dejar que los sueños se vayan desangrando lentamente en la habitación más olvidada de tu memoria. Y así, tan inesperado como una corriente de aire, como un pensamiento, así fue también éste improvisado «adios».
Es sentir un tirón, un desgarre en el músculo más fuerte y más débil del cuerpo... el corazón.
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