domingo, 20 de septiembre de 2009

Subiendo a la montañosa Shimla

Dejando la santa Gurudwara (templo Sikh) de Paonta Sahib detrás, continuaba el camino en ascenso siempre hacia la altiplanicie de los Himalayas. Las empinadas pendientes, aparte de hacerme casi gritar de lo lento y dificultoso del ascenso, me hacían recordar que definitivamente estoy cargando más de la cuenta en las maletas de Alma. Cada metro recorrido era un metro luchado, sufrido, un metro ganado. Pero cuando el desespero entra de a poquitos en mí, basta detenerme y mirar alrededor: te viene el susurro de un viento fresco y tranquilo que viene de las montañas y que te recuerdan que no es importante llegar, que lo importante es vivir cada paso. Los paisajes son increíbles, montañas vírgenes cubiertas de bosques hasta donde el ojo pueda ver. Y siempre subiendo, unos caminitos zigzagueantes que tratan de llegar a su cima.

El kilometraje por día ha bajado a la mitad (y hasta menos) cuando miro la distancia recorrida, tengo que mirar dos veces porque es tan bajita que no me la creo. Pero no importa, el clima está absolutamente perfecto y por éstos caminos secundarios pasan esporádicamente camiones que no tienen necesidad de pitar demasiado. Hay campos llenos de bosques vírgenes, otros llenos de flores que solo salen por ésta temporada cuando las aguas del monsón fertilizan los campos. A ratos los días son increíblemente azules y en otros la bruma cae rápidamente como un fantasma y hace que el mantenerte en la carretera sea otro reto.

Pasando las noches en Nahan, Sarahan y Solan, me acerco más y más a Shimla que es la más famosa ciudad de veraneo en India. Y para mi, la puerta de entrada donde los Himalayas se ponen fuertes y muestran verdaderamente su tamaño y poder. Donde, si logro escalarlos, voy a mirar atrás y ver los ascensos de éstos días como un simple juego de niños.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un graffiti es la voz de la ciudad, como este de vértigo para Sprite http://bit.ly/GraffitiSprite