viernes, 25 de septiembre de 2009

El Plan

El plan era sencillo. De los 2,300mts de Shimla, ascender a los casi 3,000mts de Narkanda y descender al valle del Sutlej, en camino por montañas hacia los valles del Sangla, y eventualmente escalando de nuevo y llegar al hermoso valle del Spiti. De ahí, si me sentía bién, posiblemente iría a Manalí en ruta hacia Leh en la remota región de Ladakh.

El plan era perfecto. Al menos en el papel. Subir, bajar, volver a subir. No importaba que tanto tiempo me gastara, podía dormir en cualquier aldea, o en el peor de los casos, en mi hamaca colgada entre un par cualquiera de pinos.

El plan era conveniente. Quería despedirme de India lento lento, respirando aire puro de montaña, sin ese caos y contaminación tan aburridor que reina en las planicies.

El plan era atrevido, pero no imposible. Subir al techo del mundo en bicicleta, cargando lo estrictamente necesario, iba a ser difícil pero estaba seguro de que era posible. Hace rato había pasado por el momento de dejar ir todas las preocupaciones y los imposibles, y simplemente, intentarlo.

El plan era... un plan. Y los planes, como tantas veces me lo ha enseñado la vida, no siempre resultan como uno espera. De Shimla salí con todos los ánimos del mundo, y escalé y bajé y volví a escalar los primeros días impulsado por la esperanza y la motivación de una nueva aventura.

Y pasó antes de llegar a Sangla. Empecemos por el idílico tema de dormir en mi hamaca. Las hamacas están muy biénen climas tropicales donde el clima de noche es propicio y abundan los árboles para escoger el lugar ideal donde colgarla. Pero en las altas montañas, los árboles adecuados comienzan a escasear, y los que encuentraba estaban al lado de la carretera o justo al lado de un abismo que no tiene una pinta muy, digamos, invitante... Eventualmente encontré en mi primera noche un lugar adecuado, pero ya entrada la oscuridad comenzó un viento helado que hizo que me pusiera absolutamente toda la escasa ropa que cargaba en las alforjas, y aún así, terminé cagado del físico frío. Sobra decir que fué una primera noche dificilísima, en la que hubiera pagado por un té caliente su peso en oro. En la que cada cuarto de hora esperaba que el sol se asomara por detrás de las montañas y me trajera un poco de calor, que me exorcizara de ese frío jodido que me calaba los huesos...

Pero digamos que los dioses no estaban esa semana de mi lado. En uno de esos descensos dementes por carreteras terribles, luego de haber conquistado otra dura montaña, empecé a sentir una vibración extraña en la parte de atrás de Alma. Muy ocupado esquivando rocas y baches y camiones Tata escupiendo ACPM, no le puse mucha atención. Pero luego empezó el sonido constante y segundos después, a unos 40kmph en bajada, sentí que la rueda trasera se bloqueó haciéndome patinar por el frenado en seco. No se como carajos logré controlar la bici, pero el caso es que no me fuí loma abajo por la montaña ni me quedé estampillado en la parte delantera de los camiones que subían. Pero al final, cuando tomé aire y miré los daños, el balance no fué el mejor. El marco trasero de Alma, donde cargo el equipaje, se había fracturado por completo debido seguramente al peso de las maletas, sumado a las condiciones menos que ideales del camino lleno de cráteres y piedras enormes con las que me daba a cada rato. Por ello, una de las maletas terminó por caerse y se enredarse con la rueda trasera dejando un caos de mapas y pedazos de tela tirados por la carretera.

Como pude arreglé de emergencia el marco con lo que tenía a la mano: pedazos de alambre, seda dental y tela. Apenas para llegar al siguiente pueblo y ver si había manera de reparar el daño. Pero estando en India, en la mitad del estado menos poblado, mis esperanzas no estaban muy altas. El arreglo improvisado no era el mejor, y a cada rato me tocaba volver a amarrar todo. Por fortuna, en una de esas, un camión de manzanas que subía vacío se detuvo y el conductor me invitó a montar la bici y llevarme de regreso a Shimla, donde tenía más oportunidades de arreglar a mi Alma. Y varias horas más tarde, luego de un loquísimo viaje en la cabina de un camión del que sobreviví sin saber muy bién como, me encontraba de nuevo en las afueras de Shimla.

En ésta ocasión estaba, tristemente, en lo cierto. En el único taller de reparación de autos no tenían el tipo de soldadura para reparar el marco. El tipo me dijo que la alternativa era volver a Nueva Delhi a probar suerte, o en el peor de los casos, a conseguir una pieza nueva.

Así que con el ánimo en el suelo, monté esa tarde a Alma en el techo de un bus local rumbo nuevamente a Delhi, donde con suerte podría arreglar el daño.

Ese era el plan.

4 comentarios:

Lothlórien dijo...

nooo que mal! pobre Alma! ojala se recupere pronto

Transporte de mercancia dijo...

Esperamos siempre lo mejor!

Anónimo dijo...

Un graffiti es la voz de la ciudad, como este de vértigo para Sprite http://bit.ly/GraffitiSprite

Anónimo dijo...

Los planes pueden no salir como esperas, pero lo importante es tener un plan. Felicidades por tu vida!