domingo, 17 de agosto de 2008

No way, José

El trayecto hacia Skun fué repetitivo, porque ya había pasado por ahí hacía unas semanas en camino a Siem Reap. Los mismos campos de arroz, las mismas palmeras de azucar, los mismos cielos de colores increíbles, los mismos niños que te gritan 'hello! hello!' cuando pasas. Pero la sensación era diferente. Unas semanas antes sentías que era la bienvenida a Camboya, ahora sientes que es la despedida. En Skun efectivamente estaba la misma guesthouse, con el mismo señor que se acordó de mi y me dió un descuento. Y ésta vez, armado de valor si me dí el desayuno de tarántula asada antes de salir al otro d'ia... Y debo decir que sabe... crocante. Como cuando asas mucho algo, pierde el sabor verdadero y queda sabiendo a ... chamuscado!

De Skun a Kompong Cham se tarda uno unas tres horas. Salí de Skun antes que el sol saludara a la mañana, rumbo a Kompong Cham, y llegando se ve que es una ciudadcita tranquila, pacifica. A orillas del Mekong, tiene todo el caracter de lo que uno se imagina ser un pueblo costero en Cambodia... barcas se mecen con la corriente, lanchas pasan esporadicamente perezosamente, pescadores pasan todo el día mirando sus redes... Tiene además influencia notablemente francesa en los edificios viejos que se derrumban poquito a poco. Apenas tenía el tiempo para tomar agua helada (una bendición para el ciclista!), porque el camino me debería llevar a un pueblito intermedio o tal vez hasta Kratie, más de cien kilómetros más lejos.

Salí entonces apresurado de Kompong Cham, por la carretera 'corta', esta es la que bordea el río. Aunque me habían dicho que era difícil, no importaba, lo importaba era que tenía tiempo y motivación. Pero eventualmente, la carretera se fue volviendo más salvaje y desierta, hasta un momento en que se la tragó el río! aaaSi, no había manera de continuar, la carretera se convirtió en el Mekong. Uno para el otro. Y no habiendo otra carretera secundaria, entendí a las malas que en Camboya, una carretera difícil no tiene el mismo concepto que yo le podría dar... Y claro, resulta que como estamos en monsón, el río se crece varios metros y se traga campos, carreteras, de todo lo que se le aparezca!

Con el rabo entre las piernas vuelve el perro arrepentido... Media vuelta, nada que hacer. De vuelta en Kompong Cham a buscar alternativas, y la más lógica era simplemente tomar un bus, empacar la bici, y tomar la ruta laaaaarga hacia Kratie, la ruta que se metía en las montañas y se tardaba un buen tiempo. En el bus estuve charlando un buen rato con un tipo de Camboya que iba a visitar a su familia y hablaba un inglés decente, y una doctora japonesita que estaba voluntariando en un hospital de Kratie. Pero tenía más apariencia de colegiala tímida, para ser sincero. En la mitad de la nada, unos franceses se bajaron ante la mirada incrédula de todo el mundo, y empezaron a caminar en un camino destapado, que llevaba a ninguna parte... Pobres, ojalá no se lo coman los tigres ni las culebras!

Y eventualmente llegamos a Kratie, otra población a orillas del Mekong. Ésta ciudad es famosa por ser casa de los delfines Irawaddy, o aquellos que son de agua dulce. Hay pocos en el mundo, con números que llegan a menos de mil. Y este es uno de los pocos lugares que se pueden ver, lo que hace al sitio una especie de lugar de peregrinación de los ecologistas... o de los mochileros que tienen que detenerse ahí para cambiar el bus y deciden que no hay nada mejor que hacer que pagar 15 dólares y ver los delfines en un tour oficial. 15 dólares...!!! Por ver el río!!!!! Y es otro de los lugares en que se ven la pesadilla del precio doble... Los locales pagan una cosa, una décima parte del precio que pagan los extranjeros. Pero bueno, soy un invitado en éste pais y no tengo derecho de decir nada... Lo bueno del lugar es que tiene una plaza de mercado interesante, con todo tipo de comidas. Particularmente me volví adicto a los dulces de Camboya, de esos que abundan en leche de coco y khao niaw, o sticky rice o arroz pegajoso...!! Ah y las bananas fritas... Mama mía!!!!!

Traté también de reparar las alforjas o maletas de la bici, porque estaban seriamente averiadas. Pero en ninguna parte encontré un sastre que reparara cremalleras... Si señor, las cremalleras son todo un lujo en las ciudades secundarias en Camboya.

Pero la quedada no fue del todo inútil en Kratie: me regaló además una de las puestas de sol más increíbles del viaje.

Mañana, otra historia: a comerme los casi 170 kilómetros que separan a Kratie de Stoung Treng, por una de las supuestamente peores carreteras de toda Asia... Ya veremos!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Volviste!!! Qué maravilla!! Noooo tardes tanto, no tardes tanto Jesús ven ven.. Un Abrazo!!!