De Hue entonces la idea era seguir como de costumbre hacia el sur, en dirección a Da Nang y eventualmente Hoi An, una ciudad catalogada como patrimonio mundial por la UNESCO. En el camino, bastante congestionado por ser la principal autopista de Vietnam, encontramos algunos ríos en los cuales paramos para practicar el deporte olímpico de tirarse en clavado desde los puentes y refrescar el cuerpo bajo un rostizante sol. Al rato, empezó a llegar una brisa suave, pero con un olor a mar, a playa. A unos metros más adelante, luego de una curva se abrió la vista del mar del golfo de Tonkin, tranquilo, apacible, quieto. Nos metimos por un caminito destapado para acercarnos al mar y pedalear un rato junto a el, y en el camino nos encontramos con un pueblo de pescadores haciendo lo que han hecho sus padres y abuelos y bisabuelos. Generación trás generación de hombres de mar, de granjeros del oceano, que nos observaban con mirada dura, curtida por tantos atardeceres junto al mar. Adelante encontramos un restaurantucho, en el que nos comimos uno de los mejores almuerzos de Vietnam, pastas salteadas con frutos de mar, por 15,000 Dong, algo menos de 1 Dolar.
Luego del reposo obligado por un aguacero pasajero, hijo del monsón, seguimos camino. Llegamos al pueblito de Lan Co, uno de esos lugares que a duras penas aparecen en los mapas, y se ganan una mención de un par de líneas en las guías de viaje. Preguntamos por donde quedarnos en varios lugares, pero finalmente nos quedamos en una casa de familia que tenían una habitación para alquilar. Y aunque no tuvieran electricidad, ésto lo contrarestaban con creces con su buena energía, su ánimo y su calor. Y lo mejor, la playa quedaba solamente a unos metros, cruzando una duna.
Pero no era cualquier playa. Era una playa limpia, limpísima. De aguas cristalinas y arena suave. Sin turistas. Sin gente. Una playa solo para mí, sin nadie a kilómetros a la redonda. Una de esas sorpresas que le regala la vida a uno ocasionalmente, como las sorpresas que venían de vez en cuando en los paquetes de Chitos o Yupis!
Y fué ahí en esa playa también donde la vida me regaló otro atardecer, y otro amanecer, mientras nadaba en ese océano, al otro lado del planeta del lugar que me vió nacer, viviendo otra vida que nunca imaginé posible, viviendo, simplemente viviendo.
3 comentarios:
Haciendo de tu vida un mundo y del mundo tu vida... Qué nostalgia y qué ganas de un atardecer en el mar... Creo que somos muchos quienes disfrutamos de tu blog y hasta nos metemos en la historia con solo leerla. Un Abrazo!
Bueno, el sol está ahí arriba, y el mar, siempre cerca... Solo es cuestión de hacerlo!!!!!! Gracias por visitar... Un abrazo grande!
Gracias intiresnuyu iformatsiyu
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