miércoles, 5 de marzo de 2008

Monasterios entre Cielos y Montañas

El sol salio retrasado pero el día pedía a gritos ser aprovechado. Salí del único hotel del pueblito a conocer el gompa (monasterio) y chörten (estupa o stupa). Luego de atravesar las cinco calles que componían el pueblito y llegar a la tierra abierta, fue necesario saltar cercos y atravesar campos desiertos para llegar a la famosa stupa, que quedaba en la ladera de una montaña sagrada repleta de banderas de oración y montículos de piedra. La stupa en si es una construcción enorme, de forma simétrica y de color blanco, que simboliza la iluminación en el Budismo. Las tierras tibetanas están pobladas de estas construcciones, de todos los tamaños y estilos.

Pues bién que ésta era una de las más grandes de la región, con cientos de ruedas de oración y una multitud de peregrinos con sus vestidos tradicionales haciéndolas girar, mientras hacen el kora. El kora es un circuito sagrado para los Tibetanos, en los que se recorre en sentido de las manecillas del reloj algún lugar sagrado, como un monasterio, montaña o stupa. En el budismo tibetano, se hace uso extensivo de éste kora a manera de peregrinación y para ganar buen karma, puesto que cumple una función como de rezo u oración. Los recorridos pueden ser tan pequeños como el perímetro de un pequeño altar, o tan grandes como una gran montaña sagrada en el Himalaya! Muchas personas logran hacer una kora hasta miles de veces!!!

Luego de unirme con la peregrinación en el circuito (con los saludos alegres de los peregrinos que también estaban ahí) y de tratar de entender la sobrecarga de imágenes y sonidos que provienen de la stupa, me alejé un poco de la gente y me quedé un rato sentado mirando la colina que tenía frente mi, llena de altares, banderas de oración, y estupas. La idea, era eventualmente subirla y mirar que había del otro lado.

En esas andaba cuando una anciana de mil años se acercó y me empezó a hablar en tibetano, lo más de contenta. Como en éste pueblito no se ven muchos occidentales, y mucho menos en ésta estupa alejada, me imagino que andaba contenta con que uno de los "bárbaros de piel blanca" se les hubiera unido en la kora. Y pues bién que haciéndole honor a la hospitalidad Tibetana, se hizo entender que quería invitarme a tomar el té en su casa. Si ésto hubiera sido en cualquier otra parte, sería medio raro, pero los tibetanos son exageradamente amables con los visitantes. Pues bién que la seguí como pude (tenía una vitalidad increíble, que sería la envidia de muchos abuelos del mundo), y luego de cruzar por unos caminos pequeñísimos y un par de arroyos, llegamos a su hogar.

Era una vivienda típica nómada, hecha de madera, plástico y piel de Yak. Dentro, como es costumbre, estaba una hornilla de madera candente en la que se calentaba lentamente una tetera, mientras también calentaba a un anciano y a dos niños. Era claro que no tenían muchas posesiones que cuidar, pero lo increíble fue que empezaron a buscar entre todos los rincones de la casa alimentos que me imagino estaban guardando para alguna ocasión especial... Carne de Yak seca, mantequilla también de Yak, tsampa dulce, pretzels tibetanos, te de mantequilla... todo un festín! Y bueno, entre mi Chino roto, un cuaderno de apuntes, mi cámara digital y muchas risas y paciencia logramos comunicarnos la mayor parte del día.

Al rato les dije que quería subir a la montaña y pues uno de los niños se ofreció para acompañarme. Para hacer la historia corta, subimos a las montañas sagradas detrás del monasterio, y mientras eso le presté mi reproductor de MP3 y quedó fascinado con la música latina... Terminó cantando y todo. Una vez arriba, le dimos vueltas a todas las construcciones, que desde hace muchos años se nota que vigilan y protegen el valle rodeado de montañas sagradas salpicadas de nieve.

De bajada por el otro lado de la montaña, al fondo se veía un movimiento de gente y el niño me dijo que me detuviera. Alcanzaba a ver un campo cercado de banderitas de oración, con mucha gente y algunos cuervos y halcones sobrevolando y aterrizando. Una especie de ceremonia religiosa estaba terminando, y por la cara de mi guía improvisado era algo serio. Me dijo algo en Tibetano, dimos media vuelta y nos regresamos en silencio por donde habíamos entrado.

Pues bién, sin saberlo había presenciado de lejos el final de una de las ceremonias más impactantes de la cultura de ésta región: la ceremonia funeraria tibetana, llamada "sky burial" o entierro en el aire...

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bonita señora!!! que bonito recuerdo de gente tan amable para guardar!! :D espero que tu "permiso" te aguante para muchas mas historias así.

Saṃsāra dijo...

Es conmovedor que la gente que tiene menos es la es más desprendida :) un rico relato

G. dijo...

sandrapi: ey! pasaste por aca! si, fue una bonita experiencia, bonita familia... y por lo de mi "permiso", te cuento que ya se me acabo por ciertas manifestaciones en Lhasa, luego te cuento!!!

lo: querida lo! si... es cierto lo que dicen de no es mas rico quien mas tiene, sino quien menos necesita... saludos!

G. dijo...

sandrapi: ey! pasaste por aca! si, fue una bonita experiencia, bonita familia... y por lo de mi "permiso", te cuento que ya se me acabo por ciertas manifestaciones en Lhasa, luego te cuento!!!

lo: querida lo! si... es cierto lo que dicen de no es mas rico quien mas tiene, sino quien menos necesita... saludos!